Capítulo 27

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Anastasia


—Vamos a casa, Christian.

Me quede bajo uno de esos faroles negros que se hallan en el muelle, observando detenidamente a mi precioso, sentado en la última banca de madera no pierde detalle de la noche ni de la majestuosidad del Sound.

Sigue ensimismado en la paz que brinda el ambiente. Le da una calada al habano para luego apagarlo contra la madera de la banca. Con un movimiento casi imperceptible pide que me siente a su lado.

Me negué sin tener un por qué. Sus ojos se posaron en mí y susurró con tristeza:

—No me temas, por favor.

Lo que anhelo es tenerlo entre mis brazos, pero sé que lo estoy perdiendo. Es doloroso y lo será más con su ausencia.

—¿Hacia dónde vamos, Chris?

—Puedes continuar tú sola. No te detendré.

—¿Es lo que quieres?

—Es lo mejor.

—¿Para quién?—lo cuestiono.

—Para ti. Yo nunca he importado.

—No te das cuenta.

Camino por el muelle dándole le espalda. No tengo el valor de verlo a la cara. No negare que sigo enojada con él. Estuvo bebiendo y ha salido de casa sin decirle a nadie. Nos ha puesto a todos preocupados.

—¿De qué? La que no se da cuenta eres tú, Anastasia. He arruinado tu vida al igual que la de las demás personas que han estado cerca de mí.

Que equivocado está.

—Eso no es cierto. Eres un buen hombre.

Ríe incrédulo obligándome a voltear.

—No sabes lo que dices. No me conoces.

—Dime quién eres entonces.

—¿Y qué harás después?

—Me iré—miento, me vio iracundo por lo que decidí continuar—: Es lo que querías ¿No es así?

—No quiero que estés a mi lado.

Sus palabras me golpearon con fuerza, pero me negué a llorar. Acepte su anterior petición, tomando asiento junto a él y con delicadeza pose mi mano sobre la de él.

—¿A qué le temes?

Agachó la cabeza negándose a hablar. Mostró su vulnerabilidad emocional por un segundo, permitiéndome ver una parte del dolor que ha ocultado por años.

—Chris...

—Cuando Grace murió me llene de amargura y de tristeza. No quiero que te conviertas en alguien cómo yo.

El nudo creció en mi garganta dejándome sin palabras.

—Lo único que quise por años fue olvidar que ella fue parte de mi vida, quería borrar cada uno de sus recuerdos para que fuera menos doloroso y no pude. Me embriagaba y consumía heroína porque ya no quería vivir sin ella.

Tome su rostro entre mis manos y vi sus hermosos ojos llenos de lágrimas, mismas que se negaba a derramar.

—Y ahora que estoy muriendo se lo que ella sintió cada vez que me veía junto a su cama.  No lo soporto, Anastasia.

Dios. Todo este tiempo me ha querido proteger.

—Déjame hacer esto solo—suplicó.

—No me pidas eso. Pídeme cualquier cosa, menos esa.

En Contra del Tiempo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora