Capítulo 24

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Jack


—Repite lo que has dicho—el tono de Christian fue bajo, pero lo suficiente intimidante para hacer retroceder a Carrick.

Anastasia y yo nos acercamos a él con el temor a que no pudiera permanecer mucho tiempo en pie. Papá está muy débil para este tipo de situaciones.

—Lo siento, Christian. No ha sido mi intención—se disculpó con una preocupación casi genuina.

Christian no mostró ni una sola emoción y le espetó:

—¿A qué has venido?

—Se que he cometido muchos errores, hijo, pero no quiero que pases por esto tú solo.

No está solo, imbécil.

—Puedo encargarme de todo—añade con seguridad y Anastasia y yo nos quedamos perplejos—. En este momento es lo mejor, no tendrías que preocuparte por nada.

Christian arruga la frente viéndolo con desconcierto. Sus ojos se tornan más oscuros y acercándose a Carrick con una actitud amenazante responde:

—No, gracias.

—Hijo, estás en un estado muy vulnerable para tomar decisiones.

—Christian puede y seguirá tomando sus propias decisiones—intervengo—. No lo necesita a usted.

—Tú no tienes el derecho de decirme eso, niño—me habla con desprecio—. Soy su padre y haré lo que creo que es correcto. Les guste o no.

Hijo de puta.

Christian me educó para no ser un hombre violento ni problemático, pero juro que Carrick me está llevando al límite. Y si me contengo es porque no quiero alterar a Christian más de lo que ya está.

—Disculpe, señor Grey—habla Anastasia con firmeza—. Pero de todos los que estamos presentes Jackson es el único que tiene derecho a tomar decisiones sobre Christian si llegase a ser necesario.

—¿Que clase de broma es esta?—inquiere enfadado.

—No es ninguna broma, Carrick—respondió Christian—. Jackson se hará cargo de todo, de hecho ya lo hace. ¿Verdad, hijo?

Por unos segundos me quedo sin palabras por la forma en la que me ha llamado Christian. Débilmente lleva su mano a mi hombro dándome un leve apretón. En su mirada distingo el cansancio y el dolor que está soportando.

—Sí, papá.

Carrick pasa del enojo a la confusión. No dice nada, solo observa fijamente a Christian sin poder comprender lo que hemos dicho. Finalmente un atisbo de culpabilidad se cruza en su mirada, toma asiento y agacha la cabeza aún sin poder pronunciar ni una palabra.

—Regresa a Nueva York, Carrick—le ordena Christian—. Y olvídate de mí. Hace dieseis años lo hiciste, confío en que sabrás hacerlo de nuevo.

—No me hagas esto, Christian. Deja que cuide de ti, como lo tú lo hiciste con Grace.

Christian no se inmutó al ver las lágrimas correr por las mejillas de Carrick. 

—Piensa en lo que ella querría—continua.

—No la metas a ella en esto—sisea Christian dándole la espalda a Carrick ignorando sus súplicas.

—Es mejor que se vaya, señor Grey.

Me coloque frente a él cuando intentó seguir a Christian.

—No me alejes de él—suplica.

—Esa decisión no la tomé yo, lo hizo usted hace años.

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