Capítulo 37

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Anastasia

—¿Por qué tan solo?

Su vista recorre todo el jardín y sonríe al ver a mis padres bailar en medio de la pista. Prometimos reservar nuestro dolor por este día.

Lo hicimos por él.

Le da un sorbo a la copa de agua viendo a los demás invitados pasearse por el jardín. Jack nos ve desde la distancia y dibuja una sonrisa llena de ternura y admiración hacia su padre.

—Guardo está imagen en mi memoria—me senté junto a él apoyando mi cabeza sobre su hombro—. He guardado muchas de ti.

Mi corazón se oprimió con sus palabras y su sosegada expresión.

—Yo también lo he hecho, precioso.

Nunca olvidaré cada día que he pasado a su lado.

—Gracias por concederme parte de tu tiempo, Ana. Me has hecho el hombre más feliz.

—Chris...—por un instante mis palabras se quedaron atascadas—. Me suena a una despedida.

El día ha sido demasiado perfecto y no quiero que acabe con la vida mi precioso apagándose. 

—Estaremos bien, nena.

¿Lo estaremos?

Quizá sí, pero para eso tendrá que pasar mucho tiempo, tiempo en que tendré que aprender a vivir con su ausencia.

—Sí—susurré con la voz quebrada.

El sonido lejano de las risas de los invitados hizo eco en mis oídos y sentí un inmenso vacío. Con cada segundo que avanza siento a Christian más distante.

—Volveremos a estar juntos—suspiró viendo hacia la luna, que parecía descansar sobre las apacibles aguas del Sound—. Mientras tanto se feliz.

Respiré profundamente controlando mis emociones. Tener un futuro sin Christian me destroza, saber que nuestro bebé no podrá conocerlo lo hace aún más difícil.

—Tengo algo por mostrarte.

Se incorporó con dificultad y me guío hacia el otro extremo de la propiedad. Avanzamos por un camino de piedra que desconocía. Todo luce cómo si acabara de ser construido.

—¿Hemos estado aquí?—pregunté curiosa a medida que luchaba por disipar el nudo en mi garganta.

—Tú no.

Caminamos el tramo final del sendero y de pronto el lugar se iluminó dejando a la vista un increíble invernadero. Cuando Christian abrió la puerta y atravesamos el umbral... Simplemente me quedé sin voz.

—¿Te gusta?—preguntó intrigado.

La luna ilumina el invernadero a través del techo de cristal y se proyecta sobre las miles de rosas que hay. Permanecí inmóvil, disfrutando los efluvios que emanan y hacen del lugar algo maravilloso.

—Es hermoso.

Recorrí el lugar viendo los hermosos colores, creí que habían únicamente rosas, aunque en realidad hay otras clases de flores que jamás había visto en mi vida.

—Aquí podrás cultivar las flores más hermosas. Es para ti.

Oh, Dios.

—Gracias—lo abracé deseando jamás separarme de él.

Con delicadeza levantó mi rostro y unió sus cálidos labios a los míos. Nuestro beso fue breve, pero cargado de amor. Christian se quedó a unos centímetros de distancia, viéndome fijamente.

En Contra del Tiempo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora