12. Tóxica tensión

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Violette

Mi curiosidad va en aumento al ver a Pietro y la desconocida hablando muy animados. Creo que es la primera vez en mucho tiempo que lo veo cómodo en estas reuniones. Esa sonrisa, la cual le regala a ella, es la sonrisa del antiguo Pietro.

Diría qué bien por él, pero soy demasiado egoísta para dejarlo ser feliz. Además ese hombre es mi billetera ¿Va a andar gastando dinero en otra mujer? No lo voy a permitir.

Cuando el imponente rubio sale a la terraza a fumar, lo sigo.

—Sabía que tarde o temprano vendrías aquí —opino cuando me le acerco y sonrío—. Este tipo de fiestas te abruman, te conozco bien. —Me relamo los labios.

—¿Qué quieres, Violette?

Frunzo el ceño.

—¿Quién es esa?

Señalo viendo a la chica pálida y delgada a través del vidrio, la cual está sentada en una de las sillas del salón. Cruza su pierna y toma de su copa de vino, lo que la hace ver bastante refinada mientras lo degusta.

—No te importa —responde a secas y se mantiene concentrado en su cigarro.

Sonrío de lado.

—Hombre sin libido, ¿necesitas prostitutas ahora para ver si consigues levantar eso que ni te sirve entre las piernas?

Su mandíbula se tensa, tira el cigarrillo, lo pisa y me mira enfadado.

—¿Qué quieres, Violette? —repite—. ¿Por qué me persigues? ¿Acaso te gusto? Recuerdo que querías matarme y huir de mí, vete ahora que puedes, ¿no?

—¡Vale! —Alzo las manos—. ¡Estoy muy agresiva, lo siento! —Camino hasta él y pongo mis manos en sus hombros—. No peleemos —susurro cerca de su boca y se tensa.

—Violette... —Toma mis muñecas con la intensión de apartarme—. No hagas esto.

—¿Hacer qué? —Me abrazo a su cuello, arrimándome a su cuerpo—. Tu aliento a tabaco no me molesta.

—¿Qué quieres? —repite por tercera vez.

—Tú sabes lo que quiero y a cambio te daré lo que tú quieres. —Apoyo mi mano en su pantalón—. No necesitas prostitutas mientras llenes mi tarjeta, porque yo voy a darte tu recompensa.

Pensar que antes no reaccionaba así, lo tengo en la palma de mi mano.

—Rosette no es una prostituta —al fin contesta, pero no es lo que esperaba.

De la nada he perdido el control y toda mi manipulación, pues se aparta.

¿Qué? ¿Desde cuándo hace eso?

Frunzo el ceño.

—Mientes, tú no andas por ahí con ninguna otra mujer, te conozco.

—Eso es correcto —dice serio.

—¡¿Y por qué estás mencionándola?! —me quejo.

—Tú la metiste a la conversación desde el principio y sinceramente me molestó que la denominaras así, por lo tanto sentí que tenía que aclararlo —explica.

—¡Me importa una mierda esa mujer! ¡¿De dónde salió?! No es nadie.

—Preguntas mucho para que no te interese, pero es cierto, no es nadie, no tengo idea de quién es, la acabo de conocer.

—¿Y por qué te molesta? —Enarco una ceja.

—Ella me agrada, por eso.

—¿Te agrada? —repito.

El prometido de la Inglesa (R#13) [Prometidos #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora