Violette
Corro a ayudar a Eduardo para levantarse y le miro la nariz toda ensangrentada, lo observo bien, así que me alejo.
—Ah, sobrevivirás —digo perdiendo el miedo—. Ya me voy. —Me giro en dirección a la puerta, para ver cómo está Rosette, pero Eduardo me detiene, agarrándome del brazo—. ¡Suéltame! —Me doy vuelta a mirarlo molesta.
—Deja que Pietro se encargue, tú no puedes hacer nada ahí.
Me suelto.
—¡¿Qué sabes tú?! —grito indignadísima—. ¡No sabes nada!
—Te lo dije antes y te lo repito, te investigué, así que sé perfectamente que no has tocado un arma en años. Serás una manipuladora y una destructora de personas, pero ya no conoces nada sobre asesinar gente, no te dedicas a eso.
—Hay cosas que no se olvidan.
—Violette...
—No me vengas con estupideces, perdiste el derecho cuando hiciste ese plan con mi hermano y más, cuando secuestraste a Rosette. —Hago una pausa—. A todo esto, ¿qué tienen que ver las armas con rescatar a Rosette?
—Dominick Lamarck está ahí.
—¡¿Qué?! —chillo—. ¡¿Y lo dices así de tranquilo?! —Me doy cuenta—. ¡¿Ibas a entregar a Rosette?! —Lo golpeo varias veces—. ¡¡Qué desgraciado!! —Se escuchan varios tiros y alzo la cabeza a mirar la fábrica, así que me detengo de pegarle—. ¿Qué? Tengo que ir ya —expreso nerviosa.
—No puedes ir, es peligroso. —Me sostiene otra vez.
—¡¡Suéltame, maldita seas, Eduardo, es todo tu culpa!! —Lo empujo.
—¿Interrumpo?
—Derrick Lamarck —exclama Eduardo sorprendido al verlo, creo que es su némesis, el que estaba en la fiesta, aunque ahora está sin máscara.
—Vine a buscar a mi hermano y encontré algo mejor. —Nos observa el hombre de cabello negro con algunos claritos rubios.
Aprovecho su encuentro para salir huyendo a la puerta, pero no logro entrar porque me choco con Rosette. Venía corriendo al parecer, así que caemos al suelo. Cuando nos levantamos despacio ella me observa con una mirada de emoción. Puedo ver como si hubiera vida en sus ojos, no es como siempre que se veía perdida.
—¡Hermana! —grita y me abraza de repente.
—¡¿Pero qué?! Yo...
—Rosette, regresa aquí. —Veo al que creo que es Dominick, cruzar la puerta, tiene una cicatriz en la cara—. Explícame lo que dijiste.
¿Eh? ¿Y dónde está Pietro?
—Ya te lo dije —responde ella sin soltarse de mí—. Deja de molestarme.
Suena más impulsiva a la Rosette que conozco.
—Dom, te estaba buscando. —Se acerca Derrick.
Como si estuviéramos en la dimensión desconocida la actitud de mi amiga cambia, sus mejillas se ruborizan, deja de sostenerme fuerte y se aproxima hasta el hombre de claritos rubios.
—Hola, Derrick, te extrañé —expresa tímida.
Reconozco esa mirada de enamorada en cualquier parte.
—Hola, Ro, tanto tiempo. —Le sonríe.
Ella de repente se agarra de su brazo, así que él enarca una ceja, por lo tanto Rosette abre su boca despacio para aclararle:
—Dile a tu hermano que mi corazón solo te pertenece a ti, estoy cansada de repetírselo, ayúdame, ¿sí?
¡¿Pero qué mierda acabo de oír?!
Derrick Lamarck ni se inmuta, el que sí parece que va a explotar es Dominick. Entonces el hermano y jefe mafioso le levanta la barbilla a Rosette, para mirarla detenidamente, mientras el otro se muere de rabia.
—Dime, Ro ¿Qué es lo último que recuerdas?
—Ay, Der. —Ella se toca la mejilla, sonrojada—. Nuestro momento en el jardín, qué vergüenza.
—Vaya, sí que es mucho tiempo.
—¡¿Qué momento en el jardín?! —grita Dominick, furioso.
—Cosas del pasado, no importan.
—¡¡A mí sí!!
—Violette. —Escucho detrás de mí y me sobresalto—. Llámala.
—¡Pietro! —Veo que su hombro está sangrando—. ¡¿Dónde estabas?!
—Eso no importa, llámala, está delirando, cree que soy su guardaespaldas. A ti te hará caso, piensa que eres su hermana. Tengo que llevarla a un médico, antes de que empeore.
—¿Pero qué quieres que le diga?
¿Y a dónde mierda se fue Eduardo?
—Yo qué sé, tú eres la manipuladora ¡Agh! —Se agarra adolorido el brazo—. Apúrate.
—Bien. —Asiento y me acerco hasta los hermanos Lamarck—. Hermana, lo siento mucho, pero debo confesarte que yo también estuve con Derrick en el jardín.
Rosette me mira sorprendida, pero el que contesta es el mencionado, que sigue sin inmutarse, hasta me da una especie de escalofrío cuando sonríe.
—Qué placer. —Toma mi mano Derrick y me sigue el juego—. ¿Cómo pude haber olvidado ese fogoso día? —Besa mis dedos.
Ay, dios santo, qué está guapo ¡Concéntrate!
Y qué indignación ¿Dónde está Eduardo? Quiero mi escena de celos. Que sufra un poco, ¿no? Merece sufrir, por lo que hizo.
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El prometido de la Inglesa (R#13) [Prometidos #2]
Romance"Si no puedes manejar a tu familia, menos a la mafia". Secretos ocultos en el Big Ben. #PorCulpaDeUnRicoy *Por Viviana Valeria V.