16. Adler Hoffman

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Violette

Golpeo de manera repetida y fuerte a la puerta de la casa de Pietro, mientras Eduardo espera en el auto, pero quien me abre no es mi ex, y lamentablemente tampoco es un empleado.

El rubio me sonríe, pero puedo notar el odio en su mirada.

—¿Está tu padre? —pregunto tranquila.

No me puedo alterar adelante de Adler, pues a veces es algo desequilibrado y la verdad ni sé si está en uno de esos días en los que se encuentra de mal o buen humor.

—Papito se fue temprano ¿Qué quieres, vieja?

Frunzo el ceño.

—No soy vieja.

—Como sea, Violette, fea, molesta, estúpida, asco de madre, abandónica, ¿cuál es la diferencia?

—Te tuve nueve meses, ¿un poco de respeto, no? —Enarco una ceja.

—¿Por qué? ¿Vas a pagarme los psicólogos que no me sirvieron para nada? —Se mantiene alegre, aunque no creo que esté de humor—. ¿Y de qué respeto me hablas? Ese se gana.

Bufo.

—Bien, dile a tu padre que me desbloquee, tengo que hablar con él sobre el dinero.

Se ríe.

—Ah, sí, supe de eso, al fin papito se dignó a pasar página, estoy muy feliz por él, y piernas sexys es lo mejor que le ha pasado.

—¿Piernas sexys? —Frunzo el ceño—. Es esa mujer.

—Sí, alto mujerón.

Ruedo los ojos.

—Sí, claro —expreso con sarcasmo.

—Lo sé, sin papito no hay dinero, pobrecita —se burla—. Aunque en el futuro ese será el menor de tus problemas. Ya sabes, yo me quedé con la herencia Lovelace, así que cuando el tío Brayton deje el puesto, yo asumiré el cargo, entonces ya no habrá nadie que te proteja.

—Hijo, por favor —digo nerviosa.

Se acerca a mi rostro con ira.

—Cuando asuma al poder, vas a llorar sangre y te van a destripar viva —confiesa.

Creo que mi cara se ha vuelto pálida y trago saliva por los nervios. Adler es la peor combinación Lovelace, tiene mi maldad y la frialdad de su padre. Puedo asegurarlo, porque lo he visto, es capaz de cualquier cosa.

—No puedes odiarme tanto. —Río nerviosa.

—¿Por qué no? Me has dejado solo muchas veces, me has ignorado y vi con mis propios ojos como torturaste a papá psicológicamente durante años. Papito no es tu billetera y yo menos, no soy tu seguro de nada, soy tu perdición, te haré pagar.

Me voy a desmayar.

—Bueno, bueno, nos calmamos. —Viene Eduardo.

—Oh, un guardaespaldas, qué miedo tengo —se burla Adler—. Cuídala bien, porque si sigue viniendo aquí, pronto te quedarás sin trabajo, no me molestaría apuñalarla aquí y ahora. —Sonríe.

—Vaya, tiene tu energía —se burla Eduardo.

—Cállate —digo a regañadientes.

—Así que, Adler, ¿vas a matar a Violette?

—Eso dije —responde mi hijo.

—Ya veo, pero dale una oportunidad, solo es estúpida.

—¡Oye! —me quejo.

—Ha vivido toda la vida malcriada —prosigue—. No sabe mover un dedo, enséñale.

—Te estás pasando —vuelvo a quejarme.

Adler se ríe.

—Me agrada tu empleado. —Mi hijo lo señala y luego vuelve a mirarlo para responderle—. Pero no va a ocurrir, ya es tarde, muchos años tarde. —Frunce el ceño, entonces cierra la puerta en frente de nuestras caras.

Bufo.

—Eso estuvo cerca —murmuro.

—Le tienes miedo —opina Eduardo.

—¿Cómo no? —Enarco una ceja—. Es un asesino a sangre fría.

—Te ves estresada. —Se da la vuelta—. Me voy de fiesta.

Lo sigo.

—¡¿Pero cuándo me vas a invitar?!

El prometido de la Inglesa (R#13) [Prometidos #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora