Eduardo
Miro todo desde lo alto del edificio con la mirilla de mi fusil de francotirador. Cuando dejo de estar expectante, me levanto del suelo, cuelgo el arma en mi espalda, para luego sacar mi celular, y marcar un número.
—Tengo una duda ¿Por qué me diste el código de la torre? —le pregunto a Rosette—. Te secuestré —le recuerdo.
Se oye una leve risa del otro lado de la línea.
—Personas como nosotros nos entendemos, intentabas proteger a Violette. La gente con un poco de moral pensaría que está mal lo que hiciste, pero yo no soy quién para juzgarte, he llegado a hacer cosas parecidas, por eso te entiendo. —Hace una pausa—. Ahora dime ¿Qué harás con esos datos?
—Nada, los tiré al río, se perdieron por el Támesis.
—Curioso ¿Por qué?
—Raro que tú lo preguntes, cuando menos sabemos siempre es mejor. Por años has tenido que estar callada, así que entiendes que tener información nunca es bueno.
—Tienes razón. —Llega otro silencio—. Y dime ¿Por qué has llamado? No creo que en realidad te importe avisarme que te deshiciste de esos datos.
—Más o menos, te hice un favor, ¿o no?
—Y sí —afirma—. ¿Qué quieres? —dice fríamente.
—Necesito hacer un envío y tú eres la única que puede entregarlo.
—Te escucho.
Violette
Corro desesperada mientras los hombres que antes trabajaban para mi hermano y ahora obedecen a Adler, me persiguen. No me dejan estar ni de luto que tengo que huir. Para mi mala suerte, me tropiezo, así que me atrapan. Me ponen una capucha en la cabeza, entonces me arrastran, oigo como me meten a un vehículo y puedo sentir mis nervios en todo el transcurso del viaje. Una vez llegamos, me empujan, luego se escuchan las puertas que pasamos, después me sacan la bolsa de la cabeza y veo sentado a Adler en un sillón de lujo.
—Vieja —expresa tranquilo—. Hoy al fin tendré el placer de matarte —dice emocionado mientras empieza a cargar su arma.
—¡Acaba de morir tu tío, un poco más de respeto! —grito triste.
—Arrodíllate —ordena mientras se levanta del sillón, así que su guardia me empuja para que caiga de rodillas, acto seguido pone el revólver en mi frente y me mira con frialdad—. No te preocupes, lo vas a acompañar ahora mismo. —Le quita el seguro al arma.
Se escucha la puerta y me sobresalto.
—Adler, por favor. —Veo llegar a Pietro.
Mi hijo sonríe.
—Papito, tú habrás superado sus maltratos, pero yo no, yo estoy lleno de ira. —Mueve el arma en mi frente y su mandíbula se tensa—. ¿Sabes lo triste que es que tu propia existencia no valga nada? Que te diga que eras un instrumento, pero que al final eras inservible ¡¡Yo no soy objeto de nadie!! —exclama furioso y yo me estremezco.
—Yo... en realidad... —expreso temblando y lloro—. No sé en qué estaba pensando cuando te dije esas horribles cosas, hijo.
—¡¡No me digas hijo, no soy tu maldito hijo, nunca lo fui para ti!!
—¡¡Lo siento, lo siento!! —grito asustada.
Se pone en cuclillas, agachándose hasta mí y posicionando el arma justo en mi cuello mientras sus ojos llenos de odio se impregnan en mi persona.
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El prometido de la Inglesa (R#13) [Prometidos #2]
Romance"Si no puedes manejar a tu familia, menos a la mafia". Secretos ocultos en el Big Ben. #PorCulpaDeUnRicoy *Por Viviana Valeria V.