6. Muerta en vida

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Rosette

Me miro al espejo, tengo un pequeño vestido gris con caída, pequeño y sencillo, mi cabello negro es tan largo que lo sobrepasa. Además estoy muy pálida, parezco un fantasma, aunque admito que hace tiempo no me observaba en un espejo.

¿Así luce la muerte?

Suspiro y salgo del baño, el living de la casa de Pietro es grande. Él se encuentra sentado en un sillón, entonces me le acerco, me hace una señal y me siento en el sillón que está en diagonal al suyo.

—Te ves... —Hace una pausa—. Bien. Geert eligió la medida correcta.

—Gracias. —Sonrío.

—¿Ahora me vas a decir qué hacías en ese contenedor?

—No puedo, si lo hago, terminaré en una zanja.

—¿Tiene que ver con una red de prostitución? —insiste con el interrogatorio.

Niego moviendo la cabeza.

—No es nada de eso, pero no puedo hablar —repito.

—¿De dónde vienes? —Ignora mi aclaración anterior.

—De aquí.

Se ríe.

—¿Disculpa? Claramente venías en un barco.

—Me transportaban pero... soy de aquí, de Inglaterra, soy inglesa.

—Vaya —expresa desconcertado.

—¿Sucede algo? —Alzo una ceja.

—Tengo una muy mala experiencia con una inglesa.

—Eres alemán, ¿verdad? Se te nota el acento.

—El interrogatorio no era contra mí. —Se ríe otra vez.

Sonrío.

—No sabía que yo era la única que debía contestar.

—No me estás respondiendo nada.

—No puedo —insisto.

Toma mis manos.

—Confía en mí, te protegeré.

Alejo mis dedos de los de él.

—No confío en nadie, ni en mi propia sombra. Cualquier cosa que diga, me va a perjudicar —expreso seria.

Suspira.

—Por favor, estoy siendo amable contigo.

—Entonces ponme un arma en la cabeza y termina con tu sufrimiento, aunque es probable que aun así no diga nada.

Se ríe sin humor.

—No soy de esos, al menos no actualmente.

—Entonces dejemos de hablar.

—Eres más fría de lo que aparentas —opina—. Eres misteriosa, pero me agrada. —Pone una mano en su barbilla y queda pensativo, observándome fijamente—. ¿Quién eres?

Sonrío.

—¿Estás coqueteando conmigo?

—¿Con sinceridad? No sé cómo coquetear, soy una piedra, como mi nombre.

—Pues... —Abro la boca pero me callo cuando se escucha una puerta.

Se ve a un chico rubio pasar furioso por el pasillo, entonces Pietro se levanta rápido del sillón.

—¡Adler! —lo llama y el adolescente se detiene a mirarlo—. ¿Dónde estabas? Me tenías preocupado.

El rubio lo ignora y me mira de arriba abajo.

—¿Así que te andas divirtiendo, papito? Qué bien por ti —expresa enfadado y continúa su camino—. Disfrútalo.

—¡Adler! —Pietro lo sigue—. ¿Qué es esa falta de respeto?

—¡¿Falta de respeto?! —se queja el chico—. ¡¡Falta de respeto es que me hayas traído devuelta hasta aquí, cuando la chica que me gusta esta en Argentina!! —grita furioso.

—Hijo, por favor, escúchame, todavía no estás en edad para plantearte esas cosas.

—¡¿Y tú sí?! No me hagas reír, te aclararé algo, ¡¡tú estás muerto para mí, igual que mamá, los dos son una mierda!!

Se oye un portazo, luego un puro y largo silencio.

Trago saliva y me levanto del sillón, camino hasta ese pasillo, visualizo a Pietro parado e inmóvil allí, quieto, perdido en sus pensamientos.

Se da cuenta de mi presencia y me observa.

—Siento eso —se disculpa.

—Los adolescentes son así, yo lo era. No te preocupes, ya se le pasará. —Le sonrío.

—Espero que sí. —Suspira y mira a un costado—. Soy patético, no puedo ni conversar con mi hijo.

—No te digas así, no te conozco, pero...

—Es la verdad. Si no puedes manejar a tu familia, menos a la mafia. Por eso me tuve que ir de mi país, me echaron, y por eso mi hijo no me respeta. Lo peor, para finalizar, para él estoy muerto en vida.

—Si te sirve de consuelo, nadie está más muerto en vida que yo.

—¿Qué dices? —Me observa.

—Cada palabra que diga es un segundo más hacia mi muerte, lo sé, voy a morir pronto.

El prometido de la Inglesa (R#13) [Prometidos #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora