1.1. Apéritif.

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❝Encontrarás mi corona en la cabeza de una criatura y mi nombre en los labios de los muertos. Estoy hablando de miedo y hambre. ¿Conoces el hambre? Precisamente, necesita ser alimentado.❞

Waltz for Lecter - Halia Meguid.

. . .

—No necesito un psiquiatra. ¿Crees que me he vuelto loco?

—Creo que estás loco desde hace tiempo, Eso es más o menos una necesidad para ser mi estudiante, ¿no lo crees? Solo quiero asegurarme de que tu locura no se salga de control.

Gojo sacudió por segunda vez la tarjeta que sostenía frente a Fushiguro desde hacía casi un minuto. El adolescente la observó con recelo.

—¿Y esta es tu forma de hacerlo? —protestó antes de tomarla apáticamente. 

—Nuestro trabajo implica una enorme carga mental, Megumi. Es posible que algunas veces acumulemos más de lo que somos capaces de soportar. Han sido meses duros, acabas de perder a tus compañeros. Necesito saber que estás bien. —El hombre vendado miró directamente a los ojos de su alumno, pero éste lo evadió enseguida—. Estaré lejos por un tiempo, debo viajar fuera del país. Confío en que cuidarás de ti correctamente. Solo dale una oportunidad, ¿de acuerdo?

Satoru esperó en vano una respuesta por varios segundos. Finalmente, resignándose al hecho de que solo obtendría silencio y una expresión incómoda, salió del cuarto y cerró la puerta antes de marcharse. 

Una vez solo, Megumi exhaló un suspiro cansado.  

Aunque no demostró estar de acuerdo con los planes de Gojo, lo cierto es que nunca planeó ir en contra de ellos. La idea de su maestro pensando en él como alguien que necesitaba ayuda era molesta, pero si eso lo dejaba tranquilo se esforzaría por complacerlo.

Esa fue la única razón por la que al día siguiente visitó el lugar que indicaba la tarjeta a la hora pactada.

El interior del edificio era oscuro y silencioso pero a la vez elegante para quien supiera apreciarlo. Claramente, Fushiguro no era el indicado. La pequeña réplica de un santuario budista como adorno central del lugar y los cráneos de toro tallados en mármol discrepaban mucho con la decoración sencilla de su habitación en el colegio.

La sala de espera estaba vacía, sin una sola autoridad a quien pudiera anunciar su llegada. Después de unos minutos y de evaluar sus pocas opciones, finalmente decidió llamar a la puerta. Dio tres golpes y esperó pacientemente, observando el reflejo opaco que devolvía la placa de metal suspendida frente a él.

Dr. Ryomen Sukuna. Psiquiatra.

—Buenas tardes. Pasa, por favor.

Una inesperada oleada de sorpresa sacudió a Megumi.

Hasta ese momento había estado tan concentrado en despreciar el entrometimiento de Gojo que no tuvo tiempo para considerar los eventos a los que iba a enfrentarse.

Su concepto de terapia era borroso y, de hecho, ni siquiera él sabía que esperar realmente, pero sin duda la imagen que descubrió tras esa puerta estaba más allá de los límites de su imaginación.

Cabello rosado y un traje de tres piezas color gris que, incluso para los profanos, denotaba elegancia excepcional. Sus alturas eran similares, sin embargo, por alguna razón él se veía sumamente intimidante. Quizás fue por el tono de su voz o las líneas oscuras que adornaban su rostro hasta perderse en el cuello de su camisa. Megumi también creyó ver otras en la piel descubierta de sus muñecas.

Waltz for Sukuna | Jujutsu KaisenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora