2.17. Agemono.

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Sukuna movió la silla para dejar que su bella invitada tomara asiento primero. Ella le agradeció con una sonrisa.

Ayane lucía muy diferente a cuando estaba en el café. Su vestido rojo entallado no tenía comparación con los disfraces que el trabajo le exigía.

Un choque de copas dio inicio a la cena.

Mientras ella comenzaba a cortar la carne, Sukuna dio un vistazo a su plato y recordó que en ese mismo lugar tres días atrás reposaba la cabeza de Choso.

Una sonrisa pintó los labios del doctor y, muy probablemente, Ayane pensó que era debido a ella.

—Gracias por invitarme. Tenía muchas ganas de compartir una velada con usted —dijo la mujer.

Sukuna se obligó a alejar pensamientos que no estuvieran relacionados con el presente inmediato y enfocó su atención en Ayane.

—Gracias a ti por aceptar. Me alegra no ser el único con esos sentimientos. Aunque, debo confesarlo, he dudado mucho de ellos.

—¿Por qué? —preguntó preocupada.

—Por Gojo, ya sabes... Él es mi amigo y sigue enamorado de ti. Quería decírselo yo mismo, pero aún no encuentro el momento adecuado. —Sukuna hizo un gesto exagerado de arrepentimiento, aquella mentira le sentaba mal incluso a él—. ¿Le has contado a alguien que estamos viéndonos o que vendrías aquí esta noche?

—¡No, no lo hice! Ni siquiera he hablado de usted con mis compañeras del bar. Entiendo lo mucho que aprecia su amistad con Satoru y, por supuesto, respetaré el tiempo que necesite para hablar con él. Mientras tanto, esto para mí es suficiente.

—Eso es bueno... —Sukuna sonrió caballerosamente—. Estar contigo aquí esta noche podrá sentirse como un pecado, sin embargo, no tengo ningún tipo de arrepentimiento. Te ves hermosa.

En el rostro de Ayane apareció el mismo sonrojo que coloreó sus mejillas la primera vez que ambos se vieron en el café.

Con la misma timidez que en ese momento ella preguntó si deseaba ordenar algo, en esta ocasión tomó un trago del líquido bordó que contenía su copa.

Aquel primer encuentro, con los dos siendo desconocidos para el otro, era muy diferente al actual. Y probablemente su desenlace también lo sería .

—Usted tam...

Las palabras de Ayane quedaron atrapadas en su garganta. Su sonrisa desapareció por completo dando lugar a una mueca horrorizada. La copa que mantenía entre sus dedos cayó al suelo rompiéndose de miles de pedazos y con su mano temblorosa señaló hacia el gran ventanal frente a ella.

Sukuna dio una mirada de reojo por sobre su hombro y allí los vio, de pie frente al cristal, mirándolos atentamente. Una maldición humanoide y otra de aspecto atroz.

El pánico de Ayane delató que podía verlos y Sukuna suspiró cansadamente.

Se puso de pie y caminó hasta ubicarse detrás de ella, quien seguía sin poder hablar o moverse debido a la impresión. La abrazó con delicadeza buscando el ángulo exacto y en un rápido movimiento fracturó su cuello.

Lo que prometía ser una caza lenta y placentera que probablemente duraría hasta el amanecer, se vio arruinada de repente por los intrusos que asustaron a su presa.

Furioso, Sukuna corroboró que el pulso de la mujer efectivamente estaba detenido antes de dejarla caer al suelo y salir a su patio trasero.

Apenas cruzó las puertas hacia el exterior las dos maldiciones se abalanzaron hacia él en busca de respuesta. El doctor los empujó violentamente cuando se acercaron demasiado y ellos, con el mayor recato que su desesperación les permitió tener, decidieron quedarse arrodillados en el suelo para hablar.

—Maestro... —pronunció Esou con la frente y mirada pegadas al césped—. Choso, nuestro hermano mayor... ¿Está muerto?

Aunque Sukuna tenía una ligera sospecha, aquella pregunta terminó por confirmarla.

—Así es —contestó. A su voz le faltó mucho tacto para estar a la altura de la situación.

Los dos híbridos rompieron en llanto al instante. Una reacción acorde a perder un trozo de alma, similar a la que Choso tuvo días atrás, con la única diferencia de que ellos no tuvieron la fuerza para preguntar por el responsable. Y, ciertamente, de haberlo hecho tampoco obtendrían respuesta.

—No escuché de ti en un tiempo —exclamó Sukuna refiriéndose a Kenjaku que observaba desde las sombras. Más que curiosidad amistosa, solo buscaba hacerle saber que su presencia no era un secreto.

El cuerpo de Suguru Geto abandonó las tinieblas de la noche para responder respetuosamente a aquella llamada.

—He estado algo ocupado, Maestro. Puse en marcha un pequeño experimento con humanos y su vigilancia consume todo mi tiempo.

Sukuna pronunció un desinteresado "mh", restándole importancia a aquellas palabras. Acción de la que se arrepentiría más adelante.

—Hay dos de ellos —dijo cambiando de tema a su malestar principal.

Ambos hombres observaron atentamente el sufrimiento de los híbridos. Sus ojos carecían por completo de las condolencias que ellos se merecían.

—Fue imposible mantenerlos calmados cuando percibieron que su hermano mayor estaba muerto.

—La gente puede verlos, sus cuerpos son mitad humanos.

—No se preocupe, Maestro. Es de noche y me aseguré de que nadie nos viera.

Aunque las intenciones de aquella frase eran inofensivas, el hecho de que Kenjaku se atreviera a imponer una orden como mantener su recelo a raya hizo enfurecer a Sukuna. Su cuerpo no tuvo necesidad de demostrarlo, ya que de haberlo hecho todo ese lugar quedaría reducido a cenizas, pero su voz sería la encargada de dar las advertencias necesarias.

—¿Sabes por qué maté a Mahito? —inquirió Sukuna. Con tranquilidad comenzó a caminar nuevamente hacia el interior de su hogar, dejando atrás a los tres intrusos.

—Se me ocurren muchas razones —respondió el usuario de maldiciones.

—La maté por algo mucho menos grave que esto. —Tras esa declaración, el doctor detuvo sus pasos por un momento—. De un modo u otro, si te atrapan a ti, mi rastro saldrá a la luz. No tientes a tu suerte, Kenjaku. Detesto a las personas que no conocen su lugar.

—¿Es eso una amenaza? —cuestionó el antiguo hechicero. Su habitual sonrisa ya no decoraba el rostro de Suguru Geto. 

—Me alegra que lo preguntes —exclamó Sukuna—. Así es. 

Waltz for Sukuna | Jujutsu KaisenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora