4.4. A chase to end all time.

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En el corazón de las barreras de Tengen era mucho más fácil perder el rumbo que encontrarlo.

Además de las siete puertas que fue necesario cruzar para llegar a su destino, Megumi contó en el camino más de cien entradas selladas a lugares desconocidos.

Gojo tomó el par de manijas con ambas manos y antes de abrirlas dio una última mirada de advertencia hacia su ex alumno.

El interior de la prisión era mucho más lúgubre de lo que esperaba. Había solo cuatro faroles, uno en cada esquina de la habitación, cuyo brillo amarillento y apagado los separaba de la oscuridad absoluta.

En el centro de la habitación yacía la estructura principal: un cubo aparentemente hecho de algo similar al vidrio. Sin embargo, los halos brillantes que manchaban su transparencia le indicaron que era se trataba de un material mucho más fuerte.

El acuerdo incluyó que Gojo esperase fuera. Luego de entrar, la puerta se cerró a espaldas de Megumi.

Allí estaba él, justo frente a sus ojos, después de cuatro años.

Largas uñas oscuras sobresalían al final de sus extremidades. Trozos de piel pálida y fragmentos de sus tatuajes se vislumbraron tenuemente entre los talismanes que le cubrían el cuerpo por completo. Y, lo que más impresión causó en el ex hechicero, fue el largo cabello rosado que descendía sobre las vendas envueltas alrededor de su rostro.

Gojo se lo había advertido: Ryomen Sukuna llevaba cuatro años sin pronunciar una sola palabra. Pero el panorama que descubrió en aquella prisión fue mucho más impactante de lo que esperaba.

Él lucía como un cadáver. No quedaba nada del hombre que atormentaba sus sueños.

¿Cuál era la necesidad de haber llegado hasta ese punto? ¿Qué esperaba encontrar? ¿Acaso creía que a pesar de las palabras de Gojo lo hallaría aguardando pacientemente con un fino traje de tres piezas y una taza de té caliente? ¿Que sólo por él despertaría del letargo al que probablemente tuvo que someterse para soportar los exorcismos? ¿O necesitaba verlo con sus propios ojos para darle un fin apropiado a eso que arrastró durante cuatro años?

Megumi retrocedió los pocos pasos que había logrado avanzar. Dio media vuelta y tomó las manijas de la puerta, listo para abrirla y dejar atrás todo una vez más.

Transcurridos cinco segundos de duda que se sintieron eternos, el sonido de cadenas hizo eco a sus espaldas.

—Exactamente el mismo aroma a invocaciones divinas...

Fushiguro regresó sobre sus pasos hasta ubicarse nuevamente frente a la celda. Aseguró una distancia prudente donde pudiera verlo con claridad y, también, él fuera capaz de hacer lo mismo.

—Hola, Doctor.

—Hola, Megumi. Te tomó algo de tiempo.

—Me disculpo.

Sukuna movió dificultosamente una de sus manos para arrancar la venda que cubría su rostro y revelar así la sangre de su mirada.

—Pero aún así viniste... Me alegra que hayas venido.

—Quiero que me ayude, doctor.

—Sí, eso pensé —sostuvo—. ¿Ya no nos tuteamos?

—Estoy más cómodo mientras menos íntimo se torne nuestro encuentro.

Sukuna bufó con diversión. Las cadenas de sus manos estaban fijas al suelo. Tras una breve inspección determinó que sería capaz de forzarlas solo un poco. Se puso de pie con lentitud, avanzó un par de pasos hacia Megumi y una vez allí inhaló profundamente.

A una distancia menor que un metro, lo único que los separaba era el cristal encantado de la prisión.

—Huelo perros, no más traición, sino algo parecido a la tranquilidad o el aburrimiento. Y... —Sukuna hizo una pausa—. Carnalidad. ¿Hay alguien en tu vida, Megumi?

Sabía que no tenía razón para hacerlo, pero aquel comentario logró inhibir a Fushiguro.

—Vine por la maldición que atacó a Tsumiki —expuso duramente.

El prisionero retrocedió dos pasos hacia el centro de la prisión, allí las cadenas no lastimaban su piel y el aroma se hacía un poco menos intenso.

—¿Quieres saber quién es el responsable?

—Pensé que tendría algunas ideas. Ahora que los ataques suceden mientras usted está aquí encerrado, ellos saben que el culpable es otro.

Las manos ocupadas en arrancar talismanes frenaron de repente. Sukuna alzó su mirada para enfrentar a la del joven pelinegro.

—¿Ellos? —preguntó—. ¿No te incluyes en ese grupo?

—Supongo que siempre lo supe de alguna forma.

—Así que una parte de tu mente me ha aceptado como alguien que no se atrevería a hacerte daño. —A través del cabello que caía sobre su rostro, Sukuna utilizó su mano libre para cubrir la sonrisa que nació en sus labios—. Es algo curioso considerando que fui yo el que asesinó a tu hermana. O es que acaso... ¿Existe también un pedazo de ti que acepta su muerte como algo que te merecías?

—Definitivamente no es así...

—¿Tienes curiosidad sobre cómo los eliges?

—Es por eso que estoy aquí.

—Tú elegiste venir aquí y verme otra vez, persiguiendo la antigua esencia de nuevo. ¿Por qué no te hueles a ti mismo?

Megumi apretó sus dientes con fuerza. No deseaba perder su temperamento frente a él, pero se aseguraría de demostrarle que no era el mismo que dejó atrás hacía cuatro años.

—Esperaba más de usted, doctor. Esa rutina es agua pasada.

Fushiguro hizo el intento de marcharse, sin embargo Sukuna se apresuró a evitarlo.

—En cambio tú eres un hombre nuevo —exclamó para atrapar nuevamente su atención—. La emoción de verte por primera vez después de tanto tiempo me hizo ser imprudente, pero lo cierto es que mi cuerpo está un poco más que completamente destrozado por dentro. Dame unas horas para que pueda curarme, debo hacerlo yo mismo ya que dudo que alguien desee entrar aquí, ¿verdad? 

—¿Puede culparlos por eso?

—No realmente —respondió—. Deja el expediente. Mañana a primera hora podemos discutirlo como en los viejos tiempos.

—Gracias, Doctor.

Desde su lugar en el centro de la prisión Sukuna observó a Megumi arrojar a sus pies una carpeta por un pequeño hueco tallado en el cristal. 

—Los valores cambian y han decaído en los últimos siglos pero aún así ayudamos a nuestra familia cuando podemos —declaró—. Tú eres mi familia, Megumi.

Fushiguro no respondió, solo abandonó la asfixiante habitación bajo la sensación de los ojos escarlata pegados a su espalda. E incluso cuando se unió a Gojo en el exterior necesitó un momento para deshacerse de la absurda sensación de que Sukuna salió de allí con él.

Waltz for Sukuna | Jujutsu KaisenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora