El atentado de Ryomen Sukuna contra la familia Zen'in duró aproximadamente treinta y siete minutos.
Su violencia fue imparable y solo se detuvo cuando halló a Megumi oculto bajo los sellos de Zen'in Sai.
Sin embargo, para ese entonces, más del noventa por ciento del clan había sido aniquilado.
Con Gojo de camino a Nyukawa persiguiendo pistas falsas, Sukuna perdonó la vida de un sirviente a cambio de que avisara a los Altos Mandos lo ocurrido. Esperó lo suficiente para que el Colegio de Magia movilizara a todos sus miembros y, cargando el cuerpo desvanecido de Fushiguro en sus brazos, abandonó la sangrienta escena de su propio crimen.
Ambos hombres transitaron juntos la intimidad de un camino oculto en el bosque de Tokio. Sukuna comenzó a sentir las represalias de Gojo y el residuo de la reciente batalla a mitad de camino, pero antes de pensar en curarse a sí mismo decidió poner a salvo a Megumi.
Tal como lo predijo, el Colegio se encontraba completamente vacío. Incluso Yaga había abandonado su puesto para acudir al lugar de su supuesta aparición. Todos estaban listos para luchar contra él.
Las palabras escritas en los sellos que cubrían el cuerpo de Fushiguro eran poderosas. Sai realmente decidió vengarse por la mordida. Afortunadamente Sukuna logró encontrarlo a tiempo y más allá de unas cuantas quemaduras que curó con energía positiva la promesa que le hizo a Gojo de mantenerlo a salvo seguía en pie.
Recordó cual era su dormitorio, lo acostó en su antigua cama, cambió su ropa ensangrentada y finalmente lo dejó descansar bajo el calor de las mantas. Cuando por fin se disponía a curar sus propias heridas, un aroma familiar anticipó la llegada de una visita inesperada.
A diferencia de Sukuna, Uraume jamás había pisado el territorio de los hechiceros, sus enemigos por naturaleza. La sensación de peligro constante que sacudía su corazón maldito y la escena que encontró en el templo al regresar causaron en él una angustia que Sukuna no vio jamás.
—¡Maestro! —gritó con desesperación al verlo abandonar el dormitorio de Fushiguro.
Sukuna llevó uno de sus índices contra sus labios indicando que guardara silencio. Cuando estuvo seguro de que Uraume acató el pedido regresó la mano hacia su hombro para continuar con el proceso de curación.
—Está bien, Uraume —aseguró con tranquilidad y, a pesar de todo, la respiración del joven usuario de maldiciones seguía agitada. Sukuna decidió darle un par de segundos para que recuperara la calma y, mientras tanto, caminó hacia el borde del pasillo para observar el jardín que rodeaba los dormitorios del Colegio—. Nunca te he preguntado qué hiciste durante los mil años que permanecí sellado.
—¿Qué...?
—¿Conociste a alguien interesante? ¿Hiciste amigos? ¿Te enamoraste?
La pregunta tomó desprevenido al joven de cabello blanco, sin embargo, la respuesta era simple.
—Busqué la forma de traerlo de vuelta.
—Ya veo... —Sukuna apartó su mirada de los árboles florecidos hacia el cielo con un semblante extrañamente cargado de calma—. Sin aliados, sin familia, sin un propósito... Me gustaría preguntarte qué harás de ahora en adelante, pero ni siquiera tenemos un hogar al cual regresar.
—¡Usted dijo que haría de este mundo nuestro hogar!
—Y aún lo sostengo —afirmó el Rey de las Maldiciones—. Pero sospecho que me tomará más tiempo del estipulado.
Uraume, quien siempre resaltó por su equilibrio y serenidad, en esta ocasión solo atinó a perder gradualmente la calma ante las palabras de aquel al que le debía la vida.
—Maestro...
El conocido brillo verdoso que caracterizaba a la energía positiva cesó de repente. Sukuna admiró su mano unos segundos y, luego de comprobar que había vuelto medianamente a la normalidad, guardó su brazo descubierto en la manga del kimono que arrebató a uno de los cadáveres Zen'in.
—Cada cualidad de una persona no tiene por qué ser regida por otra cualidad. Todas pueden coexistir en armonía. Bondad y maldad, odio y amor, traición y perdón. —Tras una breve pausa, los ojos escarlata se encontraron frente a frente con los de su súbdito—. Poco más de un milenio atrás conocí a un niño con el cual hice un pacto. Transformé su dolor en inmortalidad a cambio de lealtad eterna. Creo que ha llegado el momento de darle un fin.
La desesperación venció al joven usuario de maldiciones y el llanto brotó de sus ojos incontrolablemente. Uraume cayó al suelo, implorando a sus pies.
—No, Maestro, por favor...
Los motivos de su decisión permanecerían ocultos y las consecuencias las descubriría más adelante. En ese preciso momento, Sukuna supo que eso era lo que debía hacer.
—Eres libre, Uraume.
Aún cuando ignoraba todos los porqués de sus acciones, muy en las profundidades de su alma conocía el punto y coma del destino que estaba a punto de enfrentar.
Sin embargo, carente de tiempo para sufrir por otros o por él mismo, dio media vuelta y regresó a la habitación.
Megumi había despertado.
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Waltz for Sukuna | Jujutsu Kaisen
FanfictionTras la pérdida de sus compañeros en el incidente de Shibuya, Fushiguro Megumi debe someterse a una evaluación psicológica antes de retomar sus deberes como hechicero. En orden de cumplir con las exigencias de Gojo, Megumi acude al consultorio Ryom...