2.5. Mukozuke.

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Megumi llegó a la escuela e inmediatamente corrió a su habitación.

Cerró la puerta con fuerza y puso el seguro para regocijarse en la ilusión de una seguridad fraudulenta, como si aquel insignificante trozo de metal fuera a protegerlo de las consecuencias que podrían originar sus actos.

Durante las últimas semanas logró mantener su cólera a raya, pero esa tarde, cuando lo vio sentarse con tanta impunidad frente él listo para abusar del poder que se le fue concedido y creerse digno de juzgar su sensatez todo terminó por salirse de control.

Sin embargo ahora, en el silencio de su habitación, pudo ser realmente consciente de lo que había hecho.

Ryomen Sukuna era un monstruo, uno extremadamente inteligente y poderoso con el cuál no podía competir.

Sus piernas perdieron fuerza y tuvo que tomar asiento sobre la cama al recordar sus propias palabras dichas meses atrás, aquella vez en el Hotel Daiwa donde atestiguó la verdadera capacidad de Sukuna deshaciéndose de un espíritu de grado especial como si fuera nada más que un simple insecto.

Ese hombre que destruyó sin problemas al "Cara Parchada", la maldición que ni siquiera Kento Nanami fue capaz de vencer, era el mismo que esa tarde él amenazó con una espada.

Sukuna podría haber convertido su cuerpo en cenizas con el mínimo esfuerzo, desaparecer de la faz de la tierra sus restos y nadie jamás podría encontrarlo. Pero no lo hizo. Y, lejos de causarle alivio, aquel hecho no hizo más que avivar la llama de su temor.

Una persona con tanto poder capaz de engañar y manipular a todos los que lo rodeaban e incluso a una institución como el Colegio de Magia sin dudas tenía los recursos necesarios para moldear creativamente una forma de eliminarlo o hacerlo sufrir.

Su mente comenzó a alejarse hacia posibles futuros catastróficos, siendo únicamente salvada de consumirse en la insania por un par de golpes en la puerta de su habitación.

—Megumi —Se escuchó del otro lado. Era la voz de Gojo.

El joven dudó en responder. Su respiración estaba agitada y la estabilidad que lo regía no era la mejor en ese momento, pero tras un par de segundos y una gran inhalación decidió hacerlo.

—¿Qué sucede? —preguntó asomando la mitad de su rostro por la puerta entreabierta.

—Te necesito en mi oficina.

Fushiguro asintió sin protestar y enseguida salió de su cuarto. Ambos comenzaron a transitar los pasillos del Colegio en total silencio.

Mientras caminaba detrás de su profesor, Megumi observó la palma de su mano para luego posarla sobre su pecho, corroborando el aún rápido latir de su corazón.

Incluso en compañía de Gojo y dentro de los límites de aquel lugar que, para bien o para mal consideraba su hogar, todavía no podía calmarse.

Y es que en realidad nada aseguraba su seguridad. No existía hecho alguno del cual sostenerse para afirmar que Sukuna no estaba esperando por él con una chaqueta de fuerza en la oficina. Su posición le permitía entrar ahí sin problema, como en cierta ocasión él dejó que pasara a su propia habitación.

Por un momento sintió el impulso de aferrarse a la espalda de Gojo e implorar su ayuda.

Pero antes de que su brazo se moviera recapacitó otra vez en la diferencia que existía entre sus propios poderes y los del hombre que lo atormentaba.

¿Quién era Fushiguro Megumi? Él mismo no tenía la verdadera respuesta, pero conocía muy bien la imagen con la que el mundo había decidido quedarse: un pobre huérfano obsesionado con la muerte de sus amigos. El hecho de acusar a su psiquiatra con la verdad que todos ignoraban sería lo que terminaría por condenarlo definitivamente.

Waltz for Sukuna | Jujutsu KaisenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora