1.3. Potage.

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Las heridas de Megumi tardaron una semana completa en sanar.

Durante los siete días que pasó postrado en su cama aguardando la recuperación, lo único que pudo hacer fue deliberar consigo mismo si regresar o no al consultorio de Ryomen Sukuna.

La favorable evaluación psicológica era suya y ya se la había entregado a Gojo para su tranquilidad. El profesor sugirió que un par de sesiones adicionales podrían ser beneficiosas para él, pero no demostró especial insistencia en ello como al principio y el tema pasó a segundo plano de forma rápida.

Ciertamente no tenía nada más que hacer en ese lugar y, aun así, a las 18:30 del miércoles siguiente se encontró tocando por segunda vez la puerta de madera rojiza del consultorio.

—Buenas tardes, Megumi —exclamó el psiquiatra—. Me alegra que hayas regresado. Pasa, por favor.

—No me agrada dejar las cosas por la mitad —dijo el pelinegro.

Megumi atravesó la puerta que Sukuna mantenía abierta para él asegurándose de darle una mirada apropiada cuando pasó a su lado. Ambos hombres tomaron asiento en las sillas del centro de la habitación para comenzar la sesión.

—¿Estás aquí porque así lo deseas o porque Gojo te obligó nuevamente?

—Un poco de las dos.

—Me esforzaré para que algún día tu respuesta sea solo la primera opción.

Otra vez, Megumi fue testigo de cómo sus colmillos resaltaban cuando sonreía.

—También vine a agradecerle —añadió—, gracias a usted lo peor que me llevé del Hotel Daiwa fue un brazo roto.

Sukuna respondió con un decoroso asentimiento.

—Te golpeaste la cabeza, ¿cómo está tu memoria?

—Bien, de hecho.

—¿Te han hecho una prueba?

—No, pero durante el día que estuve inconsciente Ieiri cuidó de mí. Ella dijo que estoy bien.

—¿Me dejas comprobarlo por mí mismo? —Megumi se encogió de hombros accediendo a la petición sin darle mucha importancia. Sukuna caminó hacia su escritorio y depositó sobre él una hoja en blanco—. ¿Cuántos shikigamis has logrado invocar hasta ahora?

—Seis.

—¿Puedes dibujar los signos de cada uno en este papel?

El adolescente estuvo de acuerdo y se acercó al escritorio para comenzar a garabatear lo que recordaba de sus invocaciones divinas.

—¿Es así como luce la verdadera terapia? —preguntó una vez que su tarea había terminado.

—No, solo siento curiosidad acerca de ti.

Sukuna tomó la hoja y tras un rápido vistazo la guardó en uno de sus cajones.

—Yo siento lo mismo por usted.

Las palabras del adolescente causaron que el psiquiatra lo mirara con una expresión cercana a la sorpresa.

—En ese caso estaré feliz de saciarte —dijo finalmente emprendiendo una caminata lenta y despreocupada alrededor del escritorio.

—"Era muy débil para el ambiente" —citó Megumi reclinando su cuerpo contra la silla—. Eso fue lo que dijo.

—Lo recuerdo.

—Usted no es débil en absoluto. Esa maldición era estúpidamente fuerte, en el reporte oficial le asignaron la categoría especial, y aun así logró lidiar con ella como si fuera nada más que un simple insecto. 

Waltz for Sukuna | Jujutsu KaisenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora