A la cuenta de tres voy a llorar.¿Cómo le digo qué su condición física y la mía no son iguales? Estoy cansado, sudado como un caballo y ya estoy casi que no puedo ocultar la tembladera de mis rodillas, manos y pies. ¡Fabuloso!
Oh, y todo por sugerir que la cancha de básquet fuera nuestra próxima parada, según yo para digerir la comida, pero así como voy, voy a digerir hasta mi alma.
Hay límites de límites y él no parece ni cerca de estar por alcanzar el suyo. ¿Cómo es posible qué solo tenga un par de gotas de sudor? Y lo que es peor, los movimientos que ha hecho son mínimos, mientras que yo, él bufón de la corte parezco una gallina sin cabeza corriendo de aquí para allá, detrás de la pelota, esa estúpida pelota que saca lo peor de mí ser y lo vuelve mierda de asno.
—Tiempo —pido—, si sigo así pronto seré un muerto viviente —finalizo, desplomándome en el piso de forma exagerada.
—¡Ay, por favor! —Exclama. Una sombra cubre mi rostro que, anteriormente era iluminado por las farolas amarillentas del lugar —, no han pasado ni quince minutos. ¿Es todo lo qué tienes?
—Di más de lo que tenía. —Y no es broma.
—Imposible —expresa en una leve carcajada.
—Tú error fue confiar en mis habilidades para el deporte. Como te puedes dar cuenta, no sirvo ni para el calentamiento.
—Fue el pre-calentamiento más divertido que tuve hasta ahora, me divertí —su tono cambia a uno un poco más serio—, nunca vuelvas a decir que no sirves para nada —extiende su mano hacia mí, la tomo y con ella de apoyo abandono el suelo, frío y áspero, pero cómodo, quedando justo enfrente de él —; perdón.
—¿Por qué te disculpas?
—El día que nos volvimos a ver yo....
—Espera —lo interrumpo— ¿Qué día?
—El día que te mudaste al lado de mi casa, el día que te golpeé intencionalmente con una pelota de básquet...
—¿Maldito desgraciado entonces fue intencional? —Aunque lo dijera así, ya no existía ni un atisbo de ira en mi, pero eso no significaba que no pudiera inventarla.
—¿ja, ja...? Perdón por eso también, en ese instante no supe cómo reaccionar o que hacer para llamar tú atención.
—Ehm..., ¿qué tal un hola? Eso hubiera dolido menos.
Literalmente nada.
—Lo sé, también te dije muchas cosas inmaduras, dignas de un adolescente de 15 años. Lo reconozco.
—Ya, ¿y el punto de todo esto es...?
—Puede que no me recuerdes, pero en realidad ya nos conocíamos de antes —sincera, un tanto conmocionado.
—¡Oh, claro! ¡Túúú...! —Estoy confundido.
Me observa atentamente y casi que por inercia evito verlo directamente a los ojos.
—Aún no me recuerdas, ¿verdad?
Suspiro.
—No, lo siento.
—No importa, dejemos el pasado en dónde pertenece pero, ¿estás dispuesto a conocerme de nuevo? ¿Por favor? —Me súplica, y no es cualquier tipo de súplica, es una que no entiendo.
¿Qué es lo que pasará por su mente para querer ser amigo de alguien cómo yo? Es decir, ni en mis días más cuerdos hubiese pensado en ser amigo suyo.
¿Eso de volver a existir juntos? ¿Sé refería al pasado? Tiene que ser eso.
¿Qué le respondo? Nunca me habían pedido... O suplicado por mi amistad.
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Apaga las luces y enciende las estrellas
RomanceLa mayor parte de mi infancia y adolescencia la he pasado solo, sin amigos, algo que nunca me ha importado mucho, para mí: un buen libro siempre será mejor compañía que una persona. Pero nada es constante y todo cambia, ley de la vida. *** Aún no lo...