32. El peso de las emociones

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08/08/2020

Nacemos siendo la pieza faltante del rompecabezas de alguien más, teniendo en nuestras manos el poder de tomar una decisión contundente; completarlo o dejarlo incompleto.

No me había dado cuenta, pero Lans me complementa. Crecí lleno de inseguridades que apenas estoy logrando reconocer. Leí por ahí que para llegar a amar genuinamente a alguien primero debías de comenzar por ti, entonces..., ¿cumplo con este requisito? Hasta el lunes pasado esa idea persistente de que nunca sería lo suficientemente bueno para él y qué, tal vez en algún momento se daría cuenta de ello, me atormentaba. Pero después de escucharlo y ver la manera torpe e insegura en la que decidió confiar completamente en mí me hizo abrir los ojos.

Él es un ser humano, yo también lo soy, existimos para llenar los vacíos creados por terceros, para ayudarnos a sanar las heridas del alma que creímos jamás serían curadas.

Aunque nuestro tiempo juntos llegase a ser efímero como la vida de una mariposa que no vivirá lo suficiente como para volar hasta la luna.

La vida es una metáfora llena de interrogantes que se basan principalmente en un sentimiento: la felicidad.

¿Existe la felicidad? ¿O solo es un efecto placebo desencadenado por una emoción intensa? Quien sabe, tal vez sean lo mismo o tal vez me estoy volviendo loco. Pero si de algo estoy seguro, es que merezco y merecemos lo bueno qué pasó, qué está pasando y qué pasará en nuestras vidas.

¿Merezco estar al lado de Lans?

Claro que sí. Por eso siempre estaré ahí, a su lado, encajando en su vida. Y él siendo una parte de la mía.

Pero, aunque sé que nada es eterno, todavía tengo miedo, no a la soledad, si no a existir en un mundo siendo un rompecabezas incompleto... O siendo la pieza de uno flotando en el limbo.

Tengo miedo.

No quiero que este mes acabe.

Mientras termino de glasear el pastel meto al horno precalentado una bandeja llena de bolitas de masa destinada a ser pan relleno de nutella. Estoy en modo automático, esta semana que se acabó ha sido así para mi vida, tengo la mente llena de pensamientos como si fuera estudiante de filosofía, pero realmente no estoy acostumbrado a sobrepensar tanto los acontecimientos, me da dolor de cabeza, pero en estos días ha sido inevitable.

También el hecho de que tomé una decisión que ha tenido un tanto molesta a mamá pero que, para mí, no existía otra opción.

Abandoné la escuela.

Parece una decisión apresurada, tal vez un tanto inmadura, pero no espero que nadie me entienda.

El otro día cuando le conté a mamá que lo haría, especialmente por Lans, se molestó, dijo que los romances adolescentes son pasajeros, y también que iba a echar a la basura este último año de estudios, el último que me hace falta para finalmente graduarme.

Lucas de dieciséis ni siquiera hubiese llegado a pensar en hacerlo, es más, sí esa versión de mí tuviese la posibilidad me mataría, porque mi yo del pasado no conoce el sentimiento de estar enamorado, y mucho menos esa sensación angustiante que me genera que exista la posibilidad de perder a un ser amado. A la persona que me ha hecho descubrir que la vida se basa principalmente en sentir.

Por eso, lo digo y lo sostengo, Lans me complementa.

—¿Qué pasa? Luces apagado —dice Peter sentándose en la silla rotatoria de la barra.

—Nada. Pensaba en cosas.

Miles de cosas.

—¿Qué tipo de cosas? —Insiste.

Apaga las luces y enciende las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora