18. Dilo

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05/052020

Él gato y él ratón: un juego de niños, un dicho de abuelos, una caricatura u inclusive he visto películas en las que emplean esto de forma sexual en un morboso acto de persecución, siendo la chica la "presa" del "cazador" que sería él hombre, o como a mí me gusta llamarlos; un par de ridículos dando vueltas antes de la penetración.

Por eso mismo me cansan las películas de romance y todo lo relacionado con ello. Pero ese no es el punto ahora.

La situación en este instante es que estoy siendo fuertemente interrogado; ellos siendo los gatos y yo él ratón.

—Así que, ¿son amigos? —Cuestiona Tami.

—¿Pero no te caía cómo una patada en las bolas? —Le sigue Cris.

La otra cuestión es; no es que haya hecho algo malo, pero de alguna manera así se siente.

Primero: aunque no me acuerdo de nuestra supuesta amistad de niños, decidí darle el beneficio de la duda. Todos merecemos eso..., por muy maldito que haya sido antes.

Segundo: sí, no me cayó bien cuando lo conocí, de hecho uno de mis mejores sueños en su momento fue uno en dónde lo enterraba vivo hasta el cuello y una cabra se comía su cabello como pasto. Pero la gente cambia y creo que yo aún puedo ser catalogado como gente. ¿Verdad?

Tercero: ¿Cómo carajos les explico esto a ellos?

—Ehm..., ¿Pasó? —Digo, más para mí que para ellos.

Se miran entre sí, compartiendo sus miradas de confusión y yo probablemente tenga la misma.

—Se más específico —aconseja Tami.

Lo pienso.

Lo repaso una vez más en mi mente.

Abro la boca.

Y la vuelvo a cerrar.

Sí, literalmente solo pasó.

—No sé, un día nos encontramos en varios lugares y para romper la incomodidad decidimos hablar. Solo eso —exhalo, regresando de vuelta a mis pulmones todo el aire que desperdicié por decir todo eso en una sola palabra.

—¿Varias veces en un solo día? —Pregunta Cris, pero no a mí.

—¿Hueles eso? —Le regresa la pregunta. Estrechando los ojos en sospecha.

—Sí, creo que estamos pensando en lo mismo. —Ambos asienten con la cabeza.

—¡Increíble! Bien dicen por ahí que las grandes mentes piensan igual —intervengo en su momento de telepatía de mejores amigos—, pero mi mente es de tamaño homoestupidecis. Si no me dicen de que trata nunca lo voy a entender.

—¡Acoso! —Gritan ambos al unísono.

—Ash. ¿Esa es su conclusión?

—¡Tú mismo lo dijiste! Encontrarte más de una vez en un día con una persona como él nunca podría ser casualidad —concluye Cris. Tami asiente en aprobación.

—Las casualidades existen, ¿saben?

—Hola, Tami —una voz ajena a nosotros tres se hace presente en la mesa.

Volteamos y, al ver quién es, Tami suspira con pesadez.

—¿Qué quieres? —Pregunta ella.

—Aún no es tarde para nosotros, piénsalo bien —Cris arruga la cara en un gesto de asco. Río sin que él chico lo note.

—No, largo —sentencia.

—Por favor Tami —le vuelve a rogar él —. ¡Dame otra oportunidad!

—Escucha, ¡eres tú, no yo! —Dice, con la intención de seguir comiendo.

Apaga las luces y enciende las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora