10/04/2020
Miré a mi alrededor y no logré enfocar nada que me fuera de utilidad para saber en dónde estaba, la oscuridad predominaba al igual que en un agujero tan profundo que la luz ya no era capaz de llegar, el solo hecho de pensar en eso me helaba la sangre. Traté de caminar con la intención de escapar, pero la sensación de adormecimiento que sé generó en mis articulaciones me lo impidió, era como si mis pies no funcionaran o fueran los de un adulto mayor de ochenta años. Sí, podía moverlos, pero no sentirlos, al igual que mi corazón, no podía sentir su palpitar, pero aún así sabía que estaba vivo... O eso quería creer.
En mi inutil intento de salir de la oscuridad me topé con una extraña casa bañada en tinieblas, la pintura que la cubría..., o lo que quedaba de ella se había convertido en una combinación de hongos y óxido, no podía verlo a la perfección, pero sabía que a su costado yacía un viejo árbol de olivo que despedía una putrefacción como si de un humano muerto se tratase. Fue entonces cuando la sangre circulante en mis venas llegó a un punto de congelación aberrante. No sé si tuve un repentino golpe de suerte, pero al asomar mi vista por una de las ventanas rotas logré ver una luz tan opaca que apenas y se podía distinguir de una luciérnaga.
Me acerqué a la estrecha puerta de madera vieja temiendo que cayera sobre mí con una única intención: Tocar el timbre que por alguna razón y sin deparar en el estado del lugar se me había hecho lo más lógico, además de que ya podía sentir que me quedaba sin opciones no suicidas. Al presionar el pequeño botón mohoso una corriente de incertidumbre se desplazó por todo mi cuerpo hasta llegar a los callos que se había formado en las plantas de mis pies por no usar calzado de manera constante, tenía ganas de correr como si mi vida dependiera de ello, pero no tenía hacía dónde: cuando miraba sobre mi hombro tenía esta perturbadora sensación de que la oscuridad cada vez se hacía más intensa, y en mi frente yacía un futuro incierto que dependía sobre sí decidía cruzar o no esa puerta.
El tiempo se sentía que transcurría en cámara lenta, o los pensamientos que pasaban por mi mente mientras apenas retiraba el dedo de ese pequeño botón eran demasiado rápidos. Posiblemente eran las dos cosas. Posiblemente ninguna. Pero cuando la suave melodía tétrica y de letras sombrías inundaron mis oídos supe que lo único que debía cuestionarme era ¿Dónde estaba? Y ¿Qué hacía allí?
Pero entonces le dí mi atención a la tonada que se produjo cuando mi dedo se retiró del timbre:
Tengo una banana, que se llama Anna, Anna está molesta, nadie la contenta. Anna está muy triste, porque sus hijitos fueron devorados. Yo no me arrepiento, porque los hijitos, estaban muy sabrosos. Anna tiene un arma, creo que es un cuchillo. Intento esconderme, pero Anna es muy tenaz, siento una presencia detrás a mi espalda, intento correr, pero Anna estaba preparada, Anna me ha tendido una trampa, me tiene atrapado, entre muchas cuerdas. Anna se me acerca y con su cuchillo, empieza a apuñalarme, descargando toda su ira contra mi cuerpo, y con mis últimas palabras le sonrio y le digo: no me arrepiento.
Joder. Era lo único que era capaz de pensar.
Cuando eso, la puerta se abre, dándome una invitación obvia a su interior.
Intenté dar un paso al frente, pero la verdad no sabía que me daba más miedo; si la casa, o la oscuridad que me rodeaba. Miré nuevamente hacía atrás y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo cuando observé la lobreguez e imaginé todo lo que se podría esconder en ella.
Sin pensarlo un segundo más me obligué a mi mismo a entrar a la casa. Cerré de un gran portazo y utilicé mi cuerpo para bloquearla, como si supiera de antemano que alguien..., o algo iba a intentar entrar de un momento a otro. Mi respiración no era constante y cada vez se me hacía más difícil inhalar puesto que el aire se sentía más y más espeso y helado. La atmósfera a mi alrededor estaba cambiando como si estuviera tratando de asfixiarme. Por alguna razón que desconozco la poca fuerza que tenía sé comenzaba a drenar de forma que se supone debía preocuparme, pero no fue así, en su lugar solo comencé a sentir una tristeza agobiante. Ya no tenía miedo, tan solo quería llorar. Era un sentimiento que nunca antes había sentido en mi corazón. ¿Era así cómo sé sentía la desesperanza... El abandono? ¿Por qué sé sentía cómo sí hubiera olvidado como llorar? ¿Por qué en mi rostro solo había una sonrisa cuando en realidad solo quería dejar que las lágrimas fluyeran?
Mi mente y mi cuerpo ya no eran uno, mi cuerpo trataba de ser fuerte para no dejar que esa puerta se abriera, mientras que en mi mente solo resonaban gritos, gritos que solo pedía que dejara de ser fuerte.
Fue entonces cuando lo pude notar, me estaba esforzando mucho para no rendirme... ¿Pero ante que?
Entonces decidí dejarlo entrar. Retrocedí hasta el pie de unas escaleras rotas y esperé, se abría lentamente, el chirrido de las bisagras era cada vez más estridente con forme se abría la puerta, cuando terminó, era yo quien estaba ahí, parado, mirándome, con una expresión triste y lágrimas en los ojos, y yo, yo que seguía al pie de las escaleras, le sonreía, tanto que me dolían las mejillas.
Estaba cansado mentalmente de mi, pero no se notaba, solo seguía sonriendo. Entonces me habló, el impostor.
—Ser fuerte duele.
—No si te esfuerzas —respondí de forma automática.
—¿Por qué sonríes? —Preguntó con una voz quebradiza que nunca había escuchado en mi.
—¿Por qué lloras? —Respondí con otra pregunta.
—¿Te duele, verdad? Te entiendo, aparentar ser feliz todo el tiempo cansa y ese tipo de sonrisas hacen que te duelan mucho las mejillas.
—Soy un tonto con dos neuronas, mi intelecto no es suficiente como para fingir ser o no feliz. Si sigo con esta sonrisa eventualmente se hará permanente.
—No eres tonto, no tienes que ser feliz todo el tiempo, te puedes desahogar, porque está bien que no te sientas bien, porque está bien que un hombre también llore.
—¡Cállate!
—Tú también puedes llorar.
Entonces cerré los ojos y tapé mis oídos, ya no quería seguir escuchandome ni ver esa expresión en mi rostro, no tenía sentido lo que me decía, ese no era yo, no quería entenderlo, no quería que me doliera la cabeza, el pecho, que se me acabara el aire, que quisiera escapar sin tener a dónde. Yo solo quería olvidar el olor a muerte que había junto al árbol de olivo. Pero era muy persistente.
Siempre ahí.
Oprimiendome.
Cuando la oscuridad se hizo más intensa entonces abrí los ojos y los rayos del sol me cegaron al instante.
Joder.
Fue una pesadilla.
De las que se olvida al instante después de despertar.
—¿Lucas? Está bien, fue solo una pesadilla.
Giro mis ojos en dirección a esa voz que se me hace extrañamente familiar y... ¡Mierda! ¿Qué hace aquí?
—¿Lans?
.♥️.
.♥️.
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.❤️.
.❤️.Nota de Autor.
Cap 11 reescrito con éxito ✅
Un cap cortito y un poco raro. Espero y no les aburra. Gracias por leerme y nos vemos en el cap 12.
🍀♥️🍀
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Apaga las luces y enciende las estrellas
RomanceLa mayor parte de mi infancia y adolescencia la he pasado solo, sin amigos, algo que nunca me ha importado mucho, para mí: un buen libro siempre será mejor compañía que una persona. Pero nada es constante y todo cambia, ley de la vida. *** Aún no lo...