07. Barbie y Snowball

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11/03/2020

ADVERTENCIA,
contenido sensible.

Él iluso de Cris pensó que iba a seguirle la corriente, y por un segundo lo quise intentar, pero la vergüenza que sentí fué más grande que yo. ¿Cómo se le ocurre ponerme en esa situación tan incómoda? Hasta yo tengo límites.

Obviamente no he salido del baño, él pervertido tiene como cinco minutos de estar tocando la puerta para que salga, pero aún no estoy preparado para verle la cara. Tami por su parte no ha dejado de reír. Sus carcajadas han estado llenando la habitación constantemente de un ambiente burlesco. Sí, la entiendo, cualquiera se partiría de la risa con esta situación tan absurda. No puedo confirmar de que alguna vez me acostumbre a esto.

La molestia en su tono de voz se ha hecho presente desde que comenzó a llamar a la puerta, alegando que yo lo dejé en ridículo; lo que él no sabe es que desde el momento en que decidió que era buena idea enseñarme ese tipo de cosas ya se estaba poniendo en ridículo él solo.

Para no prolongar más esto de lo necesario, me levanto del piso que está más helado que culo de pingüino y me miro en el espejo, aún sigo un poco rojo, mi cara nunca antes había tenido este tipo de reacción, y, aunque me hubiese llegado a pasar, mi piel es del tipo bronceada, así que supuse que no se notaría, pero ahora puedo afirmar que para todo hay una primera vez.

He de admitir que al principio me pareció un poco divertido, sobre todo la doña que tenía ganas de que las bendiciones de Cristo se le derramaran en la cara, pero no la culpo, ha de vivir sola y autocomplaciéndose con sus crucifijos.

¡Iugh! ¿Pero qué acabo de pensar?

Cris toca la puerta más fuerte, advirtiendo con tumbarla.

Está loco.

—¡Eres rico, si la derribas de seguro no será un problema para ti comprar una nueva y más lujosa puerta! —Exclamé, sin embargo, no creo que realmente lo haga.

Abro la puerta y lo encuentro parado en frente de esta, con los brazos cruzados y la cara roja, tiene el ceño fruncido. Es la viva imagen del conejito gruñón de la película la vida secreta de tus mascotas.

—Snowball.

Le digo antes de que tenga la oportunidad de regañarme de nuevo. Al entender a lo que me refiero, sus orejas comienzan a retomar el tono rojizo que ya estaba desapareciendo, abre la boca, pero la cierra al notar que no puede pronunciar ninguna palabra, parpadea repetidas veces y masajea sus cien, tratando de recuperarse.

Por lo menos pude silenciarlo.

—¿Snowball? Me gusta. —Afirma Tami en respuesta, la sonrisa traviesa en sus labios hace evidente de que va a atormentar por un tiempo a su mejor amigo con dicho apodo.

—¡Ni se te ocurra! —Gruñe.

—La boca es mía, puedo decir lo que yo quiera, Snowball.

—¡Ash! —Resopla en resignación, él sabe que, diga lo que diga, hasta que no se le olvide por su cuenta, no lo dejará en paz. Ups.

Se da media vuelta y se enfoca en un nuevo objetivo, yo.

—¿Sabes la cantidad de personas que matarían por estar en tu lugar? —Amy, por ejemplo—, no puedo creer que me hayas colgado la llamada. —Escupe un poco furioso, pero apuesto a que es más porque ahora tiene un mote más lindo.

—Primero que nada, perdona si herí tu ego, y segundo, iugh, ¿qué pobre alma querría escuchar tu voz "sexi" ? —resalto esta última palabra haciendo comillas con los dedos. Tami vuelve a reír, él por su lado aparta la cara, tratando de ocultar lo rojo que está, parece una fresa. Respira hondo y gira su cara hacia mi, está vez con una sonrisa que logra ponerme los pelos de punta, su cara solo me refleja perversidad. ¿Quiere venganza?

Apaga las luces y enciende las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora