13. ¿Casualidad o destino?

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30/04/2020

Han pasado un par de semanas desde que tuve ese pequeño "percance" en mi habitación con Lans, sería mentira si dijera que todo sigue normal, pero no, las cosas se tornaron un tanto extrañas.

Hasta ese día.

Mi madre ha cumplido con la promesa de no dejarme salir a ningún lado, bueno, la ha cumplido a medias, porque sí, han habido unas cuantas excepciones en las que me ha dejado salir, y aquí es donde digo que todo se puso un poco más extraño. Pero primero debo aclarar que las veces en las que salí, solo lo hice para hacerle favores a mi madre, tales como:

Ir a la lavandería.

Hacer el mercado.

Volver al supermercado y comprar lo que se le olvidó decirme.

Regresar del supermercado y preguntarle a mi madre si era cilantro o perejil.

Llevar el auto de Peter al autolavado.

Ir por medicinas a la farmacia.

Entre otro par de cosas irrelevantes.

Ahora ¿Lo extraño? Pues:

Primero fue en la lavandería; estaba metiendo la ropa en una de las lavadoras como cualquier persona normal, fingiendo que sabía lo que hacía, normal. Cuando noto la presencia de alguien al lado mío, no le presté mucha atención, hasta qué al cerrar la pequeña puerta para iniciar el ciclo de lavado, vi de quién se trataba, sí, era Lans, quien había notado mi existencia al mismo tiempo que yo noté la de él. Su cara en ese instante fue un poema, y no dudo que la mía se puso igual, el ambiente se torno pesado y la incomodidad era palpable, por lo menos de mi parte no me atreví a decir ni una sola palabra, y cuando él trató de abrir la boca, yo le di la espalda, eso me hizo sentir un poco mal, pero no lo pude evitar.

¿Casualidad o destino? Obviamente fue casualidad para mi en ese momento.

Pero ahí no acabó.

Luego en el supermercado: yo estaba en una larga fila esperando a que llegase mi turno, y después de casi media hora en espera finalmente fue mi turno, para mi mala suerte, él cajero era nada más y nada menos que mi vecino: Lans. Nuestras miradas se conectaron y me fue imposible parpadear en ese momento, era como si el tiempo se congelara y las personas a nuestro alrededor dejaran de existir, su mirada enfocada en la mía era tan afable que logró hacer que mis nervios e incomodidad se apaciguaran, pero gracias a una señora desesperada por pagar lo que probablemente era agua enlatada pude reaccionar y evitar la inmaculada mirada de Lans.

Pero luego me tocó regresar a comprar el resto de cosas, y, como si la situación no fuese ya lo suficientemente tediosa, confundí un par de verduras y me tocó devolverme y regresar, nuevamente. Y sí, la única caja registradora que funcionaba ese día era la de Lans.

¿Casualidad o una mala jugada del destino? Una muy extraña casualidad, así lo sentí.

Luego, dos días después. Cuando mamá me pidió que por favor llevara el auto de Peter a limpiar en lo que ella y él hacían no sé que, en no sé dónde —nunca me da detalles—, y creo que es mejor no saberlos, por mi salud mental.

Y ahí estaba yo, entrando a ese lugar de nombre desconocido por mí, «o que más bien olvidé», esperando mi turno para entrar con el auto para que le quitaran toda la mugre y lo dejaran reluciente. Y cuando por fin fue mi turno, me percaté del conductor del auto que estaba a mi lado, no sé cómo no me había dado cuenta de que ese carro blanco era el de mi vecino Felix, pero el que lo conducía no era su dueño, si no su hijo. En ese momento me quedé observandolo con una pizca de sorpresa y algo más que no sabría como describir, y sí, como era de esperarse, él también se dió cuenta de mi presencia, pero un segundo después la vista de ambos fue interrumpida por los litros de agua y espuma que caín de mangueras en el techo del lugar. Luego de eso no lo volví a ver en lo que restaba del día, ni del día siguiente, pero si en el que le seguía.

¿Casualidad o la muestra de que el universo me odia? 

Un par de días después, mi madre tenía un fuerte dolor de cabeza, y como por casualidades del destino, nuestro kit de primeros auxilios, dónde estaban guardados todos nuestros medicamentos y pastillas para emergencias, no estaba, fue como si la tierra se lo hubiese tragado. No tuve más remedio que buscar en Google maps la farmacia más cercana y, por suerte, encontré una a solo un par de calles.

Salí rápidamente para comprar el medicamento, y, a mitad de camino, me topé con él, del otro lado de la calle, caminando con una expresión sería y despreocupada. Lo único que hice fue ignorarlo y hacer como si no lo hubiese visto, de igual manera, lo más seguro era que nuestros caminos se separan al llegar al final de la calle... Eso pensé, pero no fue así, también caminó por la siguiente calle que yo tomaría, y como persona lógica y racional que soy, decidí caminar por detrás de los árboles, escondiendo mi presencia de él, ¿por qué? No lo sé.

Luego de varios minutos caminando llegué, no, llegamos. Al darme cuenta que nuestro destino era el mismo quise regresar, pero entré en razón y no lo hice, necesitaba las pastillas y no había otra farmacia cerca.

Su rostro cambió al mismo tiempo en que se dió cuenta de que yo había llegado al lugar junto a él. En ese momento, su rostro experimentó tantos cambios en tan poco tiempo que llegué a pensar que era mitad camaleón. Desde una notoria sorpresa, a una pequeña alegría, para terminar en una angustia y preocupación.

Noté al instante que trataba de ocultar algo. Cuando él hombre que estaba atendiendo el lugar lo vió, le regaló una sonrisa compasiva y cariñosa, entonces le dijo.

—¿Vienes por tus Betabloqueadores? —Ni puta idea de lo que era, pero el ver a Lans tensarse y verme de reojo cuando el hombre le habló, me dieron ganas de averiguar que era, no podía preguntar, pero si repetía constantemente la palabra en mi mente podría buscar su significado en Google al llegar a casa.

Tímidamente Lans asintió y se acercó más al vendedor para hablar de cosas que me fue imposible escuchar.

Cuando terminó, cogió sus cosas y sé retiró del lugar.

Esa vez fue todo lo contrario a las veces en que nuestros caminos se cruzaron.

Esa vez no quería dejar las cosas así.

Esa vez quería aclarar las cosas.

Por eso, cuando compré el medicamento corrí hacia él, corrí todo lo que mi pobre condición física y para nada atlética me permitió, pero fue suficiente, logré alcanzarlo, grité su nombre cuando solo un par de centímetros de distancia nos separaba. Al escuchar mi voz su cuerpo dejó de moverse casi que al instante, pero fue todo lo que hizo, quedó paralizado y totalmente tenso. Acorté la pequeña distancia que nos separaba y puse mi mano en su hombro y, por inercia, su reacción fue dar un pequeño respingo y voltearse para estar cara a cara.

Lo miré, él me miró, y fué todo lo que pasó.

Pero, yo no tenía tiempo para perderlo, me necesitaban en casa, así que reuní la poca valentía que circulaba por mis venas ese día y le hablé.

—No entiendo nada de lo qué ha pasado últimamente, y no estoy muy cómodo con ello. Por eso, quiero que todo quede claro de una vez por todas.

Ante mis palabras, Lans agachó la cabeza, mirando detenidamente el asfalto, rascó su nuca para después levantar tímidamente su mirada. Cuando sus ojos se encontraron con los míos, estaban inmersos en lágrimas, pero no se le veía triste, si no todo lo contrario, se veían felices, algo que me confundió totalmente.

—Quiero volver a existir contigo.

¿Casualidad o destino?




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Nota de Autor.

Cap 13 reescrito con éxito ✅

Si llegaste hasta aquí, gracias por leerme y nos vemos pronto en un nuevo capítulo.

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