09. ¿Tú?

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05/04/2020

Unos días después de la fiesta en el campo con los vecinos tuve una visita inusual. Lucía nervioso, pero más específicamente ese tipo de nervios que acatan a los participantes de los programas de canto cuando logran quedar dentro de los tres finalistas, esperando a que él presentador se deje de rodeos y abra el sobre de una puta vez con el nombre del ganador de una gigantesca suma de dinero. Lo primero que llamó mi atención al verlo parado en el porche de mi casa fue la pequeña maleta que sostenía su mano temblorosa, me miró directo a los ojos y me dedicó unas palabras con una tranquilidad que no concordaba con lo que reflejaba.

—Sé dice que nadie puede arrancar una flor sin perturbar una estrella.

Lo primero que pensé fue que estaba drogado, pero como no se veía como un drogadicto mi segunda suposición lo encasilló en que de seguro se había vuelto una clase de testigo de Jehová.

—Vienes y llamas a mi puerta a esta hora... ¿Solo para predicarme tus creencias religiosas? —Solté indignado.

—No soy una persona religiosa. —Respondió con seguridad.

—¿Entonces?

—Me iré..., pero está vez no será por mucho tiempo, y entonces, cuando regrese... Dejaremos de ser desconocidos. Nuevamente.

Estaba a punto de protestar y detener esta conversación sin sentido, pero un segundo antes de hacerlo la bocina de un auto que reconocí muy bien se me adelantó. No esperó mi reproche y se retiró, dejándome petrificado y más confundido que gallina viendo su reflejo en un espejo... Si es que las gallinas se confunden cuando ven su reflejo en un espejo.

Pero lo importante aquí era: ¿Qué demonios había sido eso? ¿Adónde se iba? Y más importante aún, ¿Padecía de algún trastorno mental? Es decir, ¿qué persona normal te trataba como basura un día y al otro se volvía una clase de filósofo melancólico en frente de tu puerta? No lo sé, pero la próxima vez que pase esto llamaré con seguridad a un centro de salud mental.

Ya han pasado varias semanas desde que desapareció, no lo he visto ni en la escuela ni en su patio rebotando esa pelota exasperante. Sus palabras aún siguen dando vueltas y vueltas en mi cabeza. La intriga casi no me ha dejado dormir y, ya perdí la cuenta del número de teorías que he armado en mi cabeza.

¿Fue algún tipo de broma?

¿Realmente está mal de la cabeza?

¿Inhaló el polvo que no era?

¿Sé está reivindicando?

¿Su cerebro habrá sido infectado por algún hongo?

¿Ganaré la lotería algún día?

¿Si un árbol se cae en un bosque y nadie lo escucha, realmente hizo ruido?

¿Por qué las malditas cucarachas no se extinguen?

¿Si dejaran de cuidar a los pandas, cuánto tiempo les tomaría extinguirse? ¿Uno o dos días?

Esa gente que se besan en la ducha, ¿no tragaran agua?

No lo sé, pero si no dejo de pensar sobre cualquier cosa que no sea relevante me voy a cortar la cabeza.

Trato de olvidar ese tema y desperezo mi cuerpo, me estiro como si fuera goma de mascar y cambio mi posición en el sillón a una más cómoda para mí e incómoda para cualquiera que me vea. Tomo el control remoto y busco algo en la tv:

Eso no.

Eso tampoco.

¿Quién ve eso en estos días?

Apaga las luces y enciende las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora