19. Gorila Vs Florecita

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16/05/2020

Algo raro me está pasando.

Tal vez estoy enfermo.

Incluso puede que me quede menos tiempo de vida de lo que parece.

Puede ser una exageración.

Pero también puede ser una verdad.

Son las seis de la mañana y no tengo sueño..., no tengo sueño en la madrugada de un sábado..., no tengo sueño en el primer día de las vacaciones de verano.

Además he comenzado a sentir una molestia en el estómago. A veces siento una aparente preocupación y no sé a qué se debe.

Puede que me esté volviendo loco.

Además, la causa principal de haberme despertado de la nada fue un sueño.

Uno que no me gustó.

Me hizo sentir triste.

Pero no recuerdo que fue lo que soñé, solo sé que estaba con alguien que me hacía sentir tranquilo, que se preocupaba por mi y me quería de una forma diferente.

Pero, ¿hay formas diferentes de querer?

¿Todos no queremos igual?

¿Aparte del amor de un familiar y de una pareja? ¿Hay más tipos de amor?

De esos dos tipos de amor, solo he sentido uno, el otro no me interesa mucho. Pero si me intriga saber que tipo de amor experimenté en ese sueño que logró hacerme despertar con los ojos humedecidos en lágrimas.

Esto es raro.

Siento un vacío persistente en mi estómago. Como si algo faltara. Aunque ya tengo todo lo necesario para subsistir.

Pero aún así...

¿Por qué me siento solo?

¿Será normal?

Al no soportar más la sensación de ser absorbido por mis pensamientos decido ponerme de pie y calzarme unas pantuflas azules que encontré por ahí. Salgo de la habitación y entro al baño para cepillar mis dientes mientras analizo las ojeras incipientes que antes no había notado. También tengo algo de barba.

Si es que a tres pelos traslúcidos se les puede llamar barba.

Con el mayor sigilo posible salgo de la casa —aprovechando que hoy todos se despiertan a la hora que quieran—, y trato de caminar hacia la casa de Lans, siendo la que tengo más cerca. Literalmente al lado.

—¿Qué haces? —Me detiene esa voz rasposa e inconfundible.

Doy media vuelta y le doy una sonrisa forzada a la abuela de Cierot. Quién está regando las plantas de mi jardín y no las del suyo.

—Buenos días, señora... —¿Cómo se llamaba?

—Blaise, ven aquí, muchacho. Cuánto tiempo.

¿Blaise?

—Se equivoca yo —no logro terminar la oración cuando vuelve a insistir en qué me acerque a ella.

Lo hago, pero solo para que analice bien mi rostro y vea que no soy quien cree que soy.

—No vuelvas a escapar, ¿si? —Súplica.

—Verá, yo no —otra vez no me deja hablar.

—Perdona a mi nieto, no quiero que se quede solo.

No entiendo. ¿Se enteró que me molesté con él por el insistente de su motocicleta?

—¿Se refiere a...? —Una vez más, soy interrumpido.

Apaga las luces y enciende las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora