35. El perdón que necesitamos

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11/08/2020

Es la una de la madrugada, los párpados los siento como si estuvieran cada uno cargando un peñasco y la vejiga está que me estalla; además de que tengo hambre. Normalmente a esta hora ya estoy dormido, y especialmente hoy tengo tanto sueño por el cansancio acumulado de los días anteriores, pero, no me puedo dormir porque tengo a cierto tipo que se hace llamar mi amigo divagando en voz alta, no sé porque justo hoy decidió que quería dormir aquí, teniendo una habitación tan grande y cómoda en su casota.

—Cris... —digo arrastrando las palabras.

—Pero ese día Meteoro no llevaba correa puesta y justo pasó un tipo que odia a muerte —no me presta atención y sigue contando la vez en que su perro persiguió a una persona con mala suerte.

—¡Cris! —Grito ligeramente solo para que él me escuche y no todos en la casa.

—¿Sí? ¿Me vas a pedir qué duerma contigo? Genial, el piso me está matando.

—Sigue soñando, él único que tiene permitido dormir conmigo no está aquí —recalco de forma burlona.

—Uhg, que asco me da la gente enamorada.

—¿Celoso?

—Estoy enamorado de mi soltería. Zopenco.

Dudoso. Es notable que algo en él ha cambiado, de hecho, es una versión menos inmadura del Cris que conocí aquella vez. Siento que me he perdido de muchas cosas desde que comencé mi relación amorosa con Lans, tal vez... ¿Me sumergí demasiado en su mundo para notar los cambios en el mío?

—Cris... —Con la escasa luz que se cuela por la ventana en mi cuarto logro captar la presencia de sus ojos atentos a mi llamado—, acompáñame.

—¿Adónde?

¿Tal vez le esté dando demasiadas vueltas a un asunto poco relevante?

—¡Al baño, me estoy meando!

¿Puede qué haya incluso un cambio en mí que simplemente pasé por alto?

—Oye, los niños bien no usan ese tipo de vocabulario vulgar. —Fórmula haciendo énfasis en la palabra "bien".

Lo reflexionaré nuevamente cuando tenga la mente despejada, sin sueño y hambre.

—¿Eso importa ahora? ¡Levántate, no aguanto más!

Si mi miedo a lo que podría estar en la oscuridad ya no existiera hubiese salido corriendo de aquí hace mucho tiempo, malditos nervios de gelatina. Por suerte el baño está al otro lado del pasillo.

Oscuro.

Frío.

Solo...

—¡Cris! —Él muy hijo de su mamá suelta una carcajada y solo después es que decide levantarse.

—Ya ya, no te desquites conmigo, es tu culpa por no querer aceptar que los fantasmas no existen.

—Ajá, dile eso a los Warren.

—Publicidad —aclara mientras se levanta—, fama, dinero —empieza a enumerar—, un legado que perdura incluso después de sus muertes, piénsalo, ¿no es tentador?

—Yo que sé —bufo después de cruzar la puerta —, no son los únicos, personas de todo el mundo siempre cuentan sus propias experiencias, hombre precavido vale por dos, ten eso en cuenta.

—Espera —me detiene cuando estoy apunto de entrar al baño—. ¿No quieres qué entre contigo también?

Pongo los ojos en blanco y le cierro la puerta en la cara. Me dedico a lo mío y siento como un alivio se instala en mi pecho, esto es tan liberador, ¡por fin!
Cuando tiro de la cadena empiezo a oír unas voces afuera y me apresuro a salir, claro, no antes sin lavarme las manos.

Apaga las luces y enciende las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora