• Capítulo 33 • [2]

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Antes de leer, les recomiendo que escuchen la canción que se encuentra arriba, mientras leen el capitulo <3


Halifax, Canadá

22:21 PM

ACTUALIDAD

Roger Walcott

Tengo que hacerlo.

Tienes que hacerlo, Roger. Es una decisión que tomaste con mucha certeza, así que no puedes echarte para atrás de último momento. Además, ella estará bien.

Ella lo estará.

Repito esa frase una y otra vez por medio de mi reflejo reflejándose en el espejo del baño. No sé cuánto tiempo llevo aquí, pero he estado mentalizándome para volver a ver a Lana sin que lleguen los pensamientos que me atormentan. Sobre todo, pensar sobre lo que voy a hacer en un rato.

Abro la llave para que el agua caiga sobre las palmas de mi mano y vaya acumulándose en ellas. Acto seguido: lavo mi cara con el agua acumulada. Al terminar, seco las gotas de agua resbalándose por mis mejillas. Y, por último, doy un gran suspiro antes de salir.

Al estar en el pasillo, mis ojos intentan buscar a Lana. Pasan de estar en las personas, a estar sobre la entrada y, después sobre la pista de baile; sin embargo, logro encontrarla cerca de una de las mesas que se encuentra sobre la pista, acompañada de Diane.

No me acerqué de inmediato por dos razones: 1. Detuve a mi impulso; y 2. Por la sonrisa en su rostro mientras charlaba con su amiga. Me recargué de lado sobre la pared del pasillo, para tener una mejor vista sobre ella y, en especial para evitar que ambas me miraran.

Desde el ángulo en que me encuentro, se ve más atractiva que antes, con sus cabellos rubios y su vestido verde agua que refleja el resplandor de su rostro. Y, mientras la observo mi mente comienza a recordar la margarita que tengo guardada en mi bolsillo.

No sé cuál es su tipo de flor favorita, pero mamá me dijo que había estado reservado ésta margarita de su jardín para entregársela a alguien especial, así que me la dio para que pudiera dársela a Lana. Sin embargo, no he podido dársela.

Tal vez no le gusten las margaritas.

O tal vez sí.

No lo sé, tengo que dársela para averiguarlo; pero mis pensamientos me lo impiden. Así que, por el momento, seguirá viviendo en mi bolsillo.

De nuevo, mis ojos se posaron al frente, pero comencé a inquietarme cuando empezaron a seguir a Lana, quien se acercaba con pasos largos al pasillo donde me encontraba. Dejé de asomar mi cabeza en un rápido reflejo para evitar que ella me viera.

Sin embargo, fue demasiado rápida, y en un abrir y cerrar de ojos ella ya estaba frente a mí.

—Ey... ¿estás bien? —dijo, mientras que sus ojos reflejaban preocupación.

Asentí con rapidez.

—Sí, sí. No te preocupes, sólo... iba a tropezar con mis propios pies.

—Oh... vale.

Apretó sus labios, a la vez que apartaba su mirada fuera de mí. En especial, observaba a las personas que se adentraban por el pasillo para dirigirse a alguno de los baños, o miraba otra cosa que no fuera yo.

Entiendo y estoy consciente de que no he sido la mejor versión de mí desde que llegamos a este lugar. Trataré de mejorar en ese aspecto, pero justo ahora mismo necesito salir de esta agobiante burbuja.

El Chico Del Piano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora