Halifax, Canadá
15:34 PM
5 AÑOS ANTES
Morgan Cobb
Las hojas caían del pequeño árbol que se encontraba frente a mi ventana polarizada en una tarde de otoño. Era normal que a estas horas me encontrara aburrido sentado sobre mi cama con las piernas cruzadas teniendo tan solo 14 años. Se suponía que debería estar afuera, jugando con los demás niños de mi alrededor, pero, siendo sincero, no me gusta pasar el tiempo con los otros niños jugando a atraparse o a jugar con muñecos de luchadores. Ese no era mi estilo.
En cambio, mi estilo era quedarme en mi habitación tratando de componer canciones con el gran piano de madera que residía en mi residencia. El tocar las teclas delicadamente mientras mis ojos permanecían cerrados durante toda la melodía, era algo mágico que me trasladaba a otra dimensión.
Sinceramente, no me importaba si tocaba espantoso porque, lo único que me importaba era poder tocar con las yemas de mis dedos aquellas teclas construidas especialmente para el piano.
Sin embargo, las melodías que me trasladaban aún más allá de una dimensión, eran las de mi madre, Ana. Ella era una experta en tocar el piano—o al menos yo la consideraba así—. Tocaba con tanta pasión las teclas negras y blancas del piano de su estudio, lo sabia debido a que podía escuchar desde mi habitación sus melodías escritas por ella misma. Y, a veces cerraba mis ojos mientras escuchaba a los ángeles tocar para mí.
Gracias a ella fue que comenzó mi pasión por la música clásica, especialmente por el piano. Prometió ser mi profesora, y hasta el día de hoy, sigue cumpliendo su promesa.
Me levanté de mi cama y con pasos lentos me dirigí al estudio de mi madre donde en este momento se escuchaba una de sus hermosas melodías.
—Morgan, cariño, adelante —murmura con los ojos cerrados.
Me adentro en el estudio y me siento junto a ella en el taburete negro cómodo que se encuentra frente al piano mientras observo como sus delicados dedos tocan delicadamente las teclas mi-fa-sol-la
—Mis melodías, serán tus melodías el día que yo deje este mundo, Morgan —habla mi madre al finalizar la melodía mientras me da un leve pellizco en la mejilla—. Te las voy porque soy consciente de que les darás un buen uso.
Sonrío.
—Tus melodías serán el mejor regalo que puede existir, mamá —confieso mientras la abrazo.
Un abrazo que significaba amor, cariño y aprecio para los dos. Sentir el calor de mi madre envolviéndome en sus brazos es una sensación que nunca quise que me faltara en ningún momento. De hecho, no quería que en ningún momento no estuviera su presencia junto a mí porque ella es mi mejor amiga, mi mejor acompañante y, principalmente, mi fan número desde siempre. Ella siempre estaba presente y se alegraba por el mínimo logro que obtenía.
A los ocho años escribí mi primera melodía basada especialmente en el ritmo de las de mi madre. Ella me contó el verdadero secreto para componer melodías mágicas, y era "Hacerlas con pasión" porque si no las escribías con el verdadero sentimiento de esta, la melodía iba a ser un fracaso. Así que, tal y como ella me dijo, traté de buscar el sentimiento que te provocaba la música clásica y el que quieras transmitir. Y, afortunadamente, lo encontré.
Desde ese día, he escrito mis propias melodías y me sentía orgulloso de mí mismo porque la mayoría de mi tiempo tocaba covers de otras canciones existentes, pero aprendí a tener mi propio ritmo, mi propia letra, mi propio estilo.
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El Chico Del Piano ©
RomanceMorgan es un chico amante del piano, junto con las melodías que éste compone. Por desgracia, después de la muerte de su madre tuvo que encontrar un nuevo hogar para pasar su adolescencia y, en especial, para compartir su amor hacia dicho instrumento...