• Capítulo 3 •

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Halifax, Canadá

20:33 PM

ACTUALIDAD

Diane Lassarre

—Hummm... No, este no. Es demasiado elegante. —El vestido rojizo salió volando por los aires, aterrizando en alguna de las esquinas de la habitación. Por fortuna logré seguirlo con la mirada y encontrar su respectivo paradero para volver a situarlo dentro del armario más adelante o, en mejor de los casos, cuando mi hermana alejara su rostro del guardarropa.

Digamos que... Camille se emocionó un poco (bastante) cuando le conté mi decisión final sobre la gran juerga de esta noche y ella misma se ofreció para rebuscar en mi armario y encontrar el «atuendo adecuado», ya que la vestimenta de diario no era lo más apropiado. En pocas palabras, lo que quiso decir es que mi ropa era una porquería y trataría de encontrar la que menos se acercara a la palabra anterior.

—Dios, con este parece que vas a un funeral. —Volvió a arrojar otro vestido hacia quién sabe dónde.

Ahora que lo pienso, Camille no sólo está ayudándome a escoger algún conjunto, sino que también está ayudándome a desnudar el closet para poder ordenarlo de una mejor manera la próxima vez. Por desgracia, la parte más fácil ya estaba hecha, y ahora me tocaba a mí la parte más difícil: ordenar. Ni siquiera sabía cuál sería el orden. ¿Debería ordenarlo por sus respectivos colores? ¿O debería ordenarlo por sus respectivos tamaños?

—Muy bien. Sólo he encontrado estos tres atuendos que podrían ser favorables para la ocasión —dijo Camille, cerrando el armario de un portazo y sacándome de mis propios pensamientos. Después de un rato mirándome de manera excitante, agregó—: ¿Qué opinas? ¿Alguno te gusta?

Miré los tres atuendos que se encontraban dispersados sobre el suelo, tratando de construir la forma del torso y la forma de la cintura. Digo «tratando» porque Camille apenas se tomó el tiempo de ordenarlos debidamente y sólo los lanzó con la esperanza de que cayeran en el sitio que ella quería. Con la forma de los tres conjuntos logré descifrar que el primero se trataba de una blusa cuello Halter, acompañada de unos pantalones bastantes formales, desde mi punto de vista. El segundo es nada más y nada menos que un corto vestido verde limón, con el cual seguramente sería la atención de todos los presentes debido al fuerte color chillón de su vestido. Y, por último, el tercer atuendo se conformaba por un cárdigan diseñado igual a un tablero de ajedrez, acompañado de una falda sombría que podría llegarme un poco más arriba de la mitad del muslo.

Maldita sea, no recuerdo haber tenido esta ropa en mi armario.

—¿No tenemos una cuarta opción? —cuestioné después de repasar los conjuntos por más de dos veces.

—Tristemente, no, hermanita. Tu ropa no ayuda mucho a hacer otras opciones —respondió, señalando el gran desorden de ropa que ella había provocado.

Suspiré desanimada e indecisa por todas las opciones que tenía. No me gustaba ninguna. La primera opción era demasiado formal, que parecía que estaba a punto de entrar a una entrevista de trabajo y no a un club. El vestido de la segunda opción era lindo, pero el color era una total desgracia y aquello hacía que el vestido se echara a perder por completo. Así que, la única opción que me queda es la última, a pesar de que tampoco me guste demasiado.

Tomé ambas prendas y las llevé conmigo hacia el cuarto de baño, dando como significado que aquel atuendo sería el que me probaría. La reacción de Camille fue asertiva; sin embargo, al parecer no esperaba dicha decisión, por lo que tomó el segundo conjunto y reclamó:

El Chico Del Piano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora