• Capítulo 2 •

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Halifax, Canadá

19:12 PM

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Diane Lassarre

El cielo tenía una tonalidad gris que conllevaba a una gran tormenta por acercarse. Y, tenía razón porque la lluvia comenzó a caer un rato después de haber alejado mi vista del ventanal. Es así como una gran tormenta caía por las calles de Halifax, la ciudad donde he crecido por dieciséis años.

Sí, conozco a esta ciudad como la palma de mi mano.

Mis padres son franceses, pero tuvimos que mudarnos con la abuela a Canadá cuando yo tenía dos años por problemas en Francia. Específicamente problemas de negocios, o al menos eso me dijeron. Desgraciadamente la abuela murió siete años después de nuestra llegada.

La amaba, pero casi no me dirigía la palabra, y mucho menos cuando llegamos a Halifax.

Muchas personas dicen que mudarse puede ser algo difícil, pero eso es porque tienen la suficiente edad donde tienen amigos, saben más de la vida y blablablá; sin embargo, yo no tenía nada de eso porque solamente tenía dos años, donde ni siquiera sabía el nombre de mis padres, ni siquiera quién diablos era yo. Así que no recuerdo ni el mínimo detalle de Francia.

Halifax es la gran ciudad que abarca mis conocimientos, si hablamos de recuerdos. Aquí es donde la mayoría de ellos se encuentran, y también dónde pasé la mayor parte de mi niñez y adolescencia.

Y no me arrepiento.

Apreciar las gotas de lluvia es increíble, y más cuando estás en tu mundo. Sólo tú y las gotas. Sin embargo, es sumamente molesto cuando abren tu puerta y te sacan de él.

—Maldigo a la lluvia. ¿Por qué tiene que aparecer justo cuando estoy a punto de abrir la puerta? —protesta mi hermana.

No tengo idea, querida hermanita. Tal vez el clima nunca está a tu favor.

—¿Otra vez ibas a marcharte a quien sabe dónde? —pregunto sarcástica.

—Sí, ¡pero te juro que era algo escolar!

—¿Escolar? —asiente—. Oh, claro. Supongo que llamarme a las dos de la madrugada para recogerte en una casa llena de personas bebiendo y bailando entra en el ámbito escolar.

—No sé cómo terminé ahí.

—Terminaste ahí porque era tu principal destino —sonrío falsamente.

Se acerca a mi cama para acostarse boca abajo en ella mientras me señala con su dedo índice y hunde su rostro en las blancas sabanas de mi cama. Balbucea por unos minutos cosas que no logro escuchar, pero que estoy segura de que son ataques verbales hacia la hermosa lluvia.

—Deja de maldecir a la lluvia y mejor ve a hacer cosas productivas.

—¿Cosas productivas? Diane, estaba a punto de hacer algo productivo.

—Me refiero a cosas que de verdad sean productivas, y no a tus cosas...

—¡Agh! No quiero escuchar esa palabra de tus labios —dice, deteniéndome a media frase.

De hecho, no iba a decir esa palabra. Ahora veo qué tan sucia es tu mente, querida hermanita.

—Pero, hablando en serio, ¿qué tipo de "cosas productivas" quieres que haga? —pregunta, a la vez que gira su cuerpo para quedar boca arriba.

El Chico Del Piano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora