• Capítulo 5 •

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Halifax, Canadá

8:22 AM

ACTUALIDAD

Diane Lassarre

La eufonía traspasaba mis oídos. Aquella armoniosa melodía me teletransportaba hacia el pequeño círculo que el propio violinista había creado, en donde comenzaba a experimentar una sensación inexplicable en palabras. Sonreí cuando las personas del alrededor empezaron a danzar, unos junto a otros, sin importarles si conocían a la otra persona o no. Parecían libres; como aves volando sobre aquel ocaso sin miedo a caer, porque saben que, si caen, tarde o temprano volverán a subir hasta donde estuvieron, o incluso más allá.

Ojalá algún día sentirme de esa forma.

Seguía sonriendo por aquella escena, hasta que el inoportuno grito de Camille aclamando mi nombre me sacó de esa burbuja. Di un sobresalto y enseguida volteé a mirarla. Se posicionó a mi lado a observar la escena junto a mí y, de inmediato supo el porqué quedé estupefacta por unos breves segundos.

—El hombre con el violín... —me susurró—. Es él a quien estás mirando, ¿verdad?

Asentí con lentitud. Aunque, no sólo lo estoy mirando a él.

—Oye..., tú también eres igual de buena que ese hombre —continuó susurrando, señalando al violinista que se encontraba al otro lado de la calle.

Tal vez tenga razón, pero, sin duda alguna lo que envidio es aquella libertad que el hombre posee; aquel albedrío en donde parece no importarle las opiniones de los demás porque está demasiado ocupado adentrándose a su propio mundo. Aunque, ahora que lo veo, todo el mundo parece estar hundido en sus propios asuntos, ignorando los de los demás. Aquello me hizo recordar que me encontraba frente a un semáforo en verde, esperando a que éste se colocara en rojo para poder cruzar.

En el momento en el que los autos se detuvieron, Camille tiró de mi brazo para atravesar junto a las otras personas. Caminamos por un par de calles más rumbo al instituto y, cuando nos encontramos con otro amigo en verde, mi hermana comenzó a carraspear hasta hablar:

—Sobre lo del otro día... ¿Vas a contarme lo que sucedió?

Ah, mierda, aún no le he contado.

—¿De verdad quieres saber? —pregunté, mirándola. Ella asintió de inmediato, así que suspiré mirando el semáforo en verde, con la esperanza de que éste se tornara rojo y lograra salvarme antes; pero nunca sucedió. Por lo tanto, volví a agregar—: La jaqueca estaba matándome y decidí ir al baño para calmarla un poco con algo de silencio. Agradezco que las chicas que estaban allí se fueran tiempo después de mi llegada para dejar el sanitario en completo silencio. Pero..., una melodía comenzó a sonar a través de las paredes y, guau... créeme que, la sensación que logró provocarme fue inexplicable.

De hecho, si alguna vez vuelvo a verlo, le pediré de la manera más amable que me deje grabar su canción para utilizarla como método de relajación. Sólo espero que no me considere una chiflada con esto último.

—En fin... —continué—, para no hacer la historia tan larga únicamente seguí la eufonía hasta su respectivo creador y... —Volví a recordarle. Aquel recóndito chico cuyo nombre desconocía, pero que anhelaba conocer, y quien me había dejado con la intriga encendida desde nuestro último encuentro—, me encontré con un chico.

El rostro de Camille empezó a emocionarse con lo último. Su sonrisa la delató en un instante y, supe que estaba emocionada en el momento en el que comenzó a dar pequeños saltos en su lugar.

El Chico Del Piano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora