• Capítulo 40 •

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CAPÍTULO FINAL

SIETE AÑOS DESPUÉS

Paris, Francia

16:38 PM

ACTUALIDAD

Diane Lassarre

Estoy nerviosa.

No puedo dejar de tronar mis dedos una y otra vez. Si no tuviera las uñas decoradas de una manera tan hermosa, seguramente ahora mismo también estuviera arrancándolas. Pero, no puedo arruinarlas después del gran trabajo que hizo la manicurista.

Justo ahora, mis sentimientos son una montaña rusa de emociones. Los nervios me están consumiendo mientras se combinan con la gran emoción que siento en estos momentos. Inhalo y exhalo por consecutiva vez para tratar de calmarme, pero, aún así no consigo detenerme.

Doy un sobresalto cuando escucho el estruendo de la puerta al abrirse y, de inmediato, una pequeña niña se adentra a la habitación, corriendo de un lugar a otro. La siguiente persona que entra a la habitación es mi madre, con la respiración sumamente agitada. Tomó un momento para recuperar aire y, acto seguido: atrapó a la pequeña niña que trataba de esconderse detrás de mí.

—¡Te tengo, pequeño demonio! —dijo mamá mientras cargaba a la pequeña en brazos.

—Qué linda forma de llamarle —bromeé.

—¡Vengo persiguiéndola desde el otro lado del jardín, con estos malditos tacones! Me duele el tobillo, joder.

—Apuesto a que también nos llamabas de esa forma a Camille y a mí.

—Eh... algunas veces. Sólo cuando realizaban algunas travesuras, como cuando tomaron mi perfume olor a rosas y le agregaron ajo.

Uf, ¿de verdad hice eso?

—Lo siento...

—No te preocupes, cariño. Por suerte, tu padre fue el que resultó afectado —comenzó a reír—. Pero, por ahora, puedo aguantar los correteos que esta pequeña me hace pasar.

—Porque es tu sobrina —dije entre carraspeos.

—Sólo por eso.

Conforme pasan los segundos, el momento especial se va acercando. Gracias a eso, mi lengua está sufriendo varias mordeduras; así que, si sigo con el mismo ritmo tarde o temprano comenzará a sangrar.

Desvié mi mirada de la de mi madre, para posarla sobre la ventana de madera que se encontraba a nuestro lado. Mi ansiedad comenzó a subir al observar la cantidad de personas que se encontraban en el jardín y las que comenzaban a llegar.

—Por cierto —mamá llamó mi atención—, te ves... increíble, cariño.

Sonreí, con timidez.

—En serio... ¡mírate! -tomó mi brazo y me acercó hacia el gran espejo que decoraba el centro del muro.

Por quinta vez, observé mi reflejo en el espejo. El gran vestido de novia que adornaba mi cuerpo se arrastraba en cada paso que daba, así como las mangas que cubrían mis brazos. La tela gasa hacía que el vestido fuera cómodo, desde arriba hacia abajo. Gracias al diseño que mamá y Lana escogieron, mi tórax se encontraba descubierto, haciendo visibles mis clavículas; así como el pequeño collar de perlas que mi madre me cedió para esta ocasión.

El cabello se encontraba suelto, entrelazado a unas ondas hermosas que caían como cascada. Por suerte, el poco maquillaje que se encuentra espolvoreado por toda mi cara hace que luzca de manera natural y espontánea, ocasionando que realmente me agraden las facciones de mi rostro, y la manera en cómo me veo.

El Chico Del Piano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora