\\ Narrador omnisciente \\
– ¿Lo evitas?. – pregunta el pelinaranja. Akiko se queda en silencio, lo suficiente como para que el chico sepa la respuesta.
– Sigo siendo su mánager o lo que sea, ¿Cómo lo evitaría?. – tomó los balones restantes del suelo tomándolos de a uno y encestando en el bolsón con las demás.
– ¿Estás segura Akiko? No tienen sus típicas peleas de niños tan frecuentes como antes, y a Tsukishima lo veo algo raro, ¡además está más motivado que antes!. – dice empuñando su mano con emoción. La chica solo negó con la cabeza.
– Cállate mandarina, es temprano. – tomó el último balón lanzandolo hacía el chico, el pelinaranja falla en un intento de recibirla.
– ¡Una vez más!. – Sus ojos brillosos miraban a la castaña atentos mientras ésta no entendía nada. – Tú también sigue intentando. –
Akiko le restó importancia, tomó sus pertenencias y salió de allí, aunque una figura alta y delgada impidió su paso haciendo que impacten entre sí.
– Agh rubia, deberías mirar abajo también. –
Sin darse cuenta, había pasado su mano por el abdomen del chico para así disminuir el impacto, cosa que notó al sentirse algo extraña. Lo apartó rápido y alzó la mirada, pudiendo ver la típica sonrisa tonta del chico mientras soltaba pequeñas risas debajo de su palma.
– Cállate rubia. – molesta, corre al rubio a un lado pudiendo pasar, aunque no le fué fácil.
– ¿Acaso es mi culpa que te digas enana vos misma?. –
Pateó una piedra en el camino. Le era difícil aceptar esos sentimientos, y es algo que no la estaba dejando dormir.
Sus días pasaban más lentos de lo que ella querría, y sin darse cuenta había estado ignorando más al rubio, simplemente no podía aceptar el que lo que ha hecho todos estos años de mantener alejada a la gente, lo haya roto y tirado a la basura fácilmente en solo minutos.
Ukai le había hecho acordar el como las cosas cambiaron en este tiempo que estuvo allí, había notado ciertos cambios en la chica, como aceptar a más personas en su entorno cotidiano, también el ser mánager hizo que el ayudar a las personas en algo que ella sepa no sea tan tedioso como la chica lo imaginaba.
Akiko seguía siendo Akiko, tan libre como siempre, solo que había mejorado en su trato con las personas, aunque obviamente nadie podría sacarle ese vocabulario tan sarcástico y mal hablado, tal vez eso la diferenciaba.
– Maldito idiota. – susurra.
Su padre fué uno de los puntos donde ella dejó de creer en las personas, y el hecho de que no pueda hablar de él sin sentir como su pecho se retuerce, hacía que piense en lo débil y patética que pensaba que era.
No sabía nada acerca del rubio, no sabía por qué hizo eso, tal vez solo se había burlado de ella en ese acto, y esa era su única teoría.
"¿Lo dudaste, verdad?". Soltó un suspiro pesado al recordar lo dicho por Kenma. Al parecer el chico había notado lo desorientada que estuvo por unos segundos al haberla visto hablar con la chica del campamento, aunque por obvias razones Kuroo fué el que habló por él, seguido de que Kenma siga la conversación.
Había dudado, no lo negaba, y por más que lo acepte, en ella aún rondaba la confusión del por qué lo hacía, cuando en reiteradas ocasiones había visto el mismo desprecio y rencor en la mirada del chico en cuánto conectaban miradas.
Al fin pudo entrar al salón, y solo pasaron minutos para que los demás lo hagan, incluyendo al rubio y su amigo.
Hoy era el comienzo de una nueva semana, donde la noche anterior habían llegado a sus respectivas casas, aunque eso no impidió el que Hinata pida practicar temprano en la mañana, arrastrando consigo a la castaña.