¿Que carajo le pasaba? ,¿Había sentido eso? Y más importante aún, ¿Lo estaba sintiendo justo ahora?.No lo sabía, o al menos internet daba respuestas positivas a la posibilidad de delirio en un resfriado, otra duda surgía allí, ¿De cuántos grados estamos hablando?
Imposible, no hubiera pensado ni creído aquello en mil vidas, ¿De verdad sentía aquel tacto sobre su cabeza?.
La mano del chico mantenía un contacto cálido, jamás pensó que una mano podría transmitirle tantas emociones juntas, las yemas de Tsukishima moldeaban su rostro
– ¿Ya te contagié la fiebre?. – terminó.
– No. – y aquella sensación terminó justo allí.
– ¿Por qué ... Paras?. –
Tsukishima parecía aturdido por sus palabras, aunque el parece haber tomado consciencia de lo hecho por sus manos, y sin más opción, retomó la pequeña caricia que mantenía en Akiko.
– Supuse que dormías. –
Esas palabra fueron el último resonante en aquella habitación, pero ese ceño fruncido, sus quejas al no sentir esa suave caricia, hacían al chico inundar su risa en el ambiente, aunque su mano interrumpía el sonido al percatarse de lo que causaba.
– ¿Sigues durmiendo?. –
– Te escucho ... Idiota. –
– ¿Hacían falta esas palabras?. –
– Lo hacían. –
– ¿Puedes dormirte?.
– Es lo que intento. –
– ¿Puedes intentarlo más?. –
– ¿Tu puedes callarte?. –
– Chibi, parece que aún no sabes algo. –
– ¿Que se supone que es?. –
Tsukishima alzó una ceja, con tal sonrisa que quitó todo rastro de sueño a Akiko, aún así, su lugar se mantenía intacto.
– Primero que nada, supuse que te habías dado cuenta la situación en la que estás. –
Akiko, la ingenua Takumi, pensamientos que jamás hubieran estado en su cabeza si no fuera por aquel comentario.
¡Claro! ¿Cómo carajos lo había olvidado? Estaba siendo una completa rata de laboratorio, la manos de Tsukishima podrían ser fácilmente los lazos al encierro, o tal vez solo mantener sus pensamientos bajo control era una azaña donde su mal humor estaba siendo dominado.
– Lo has hecho. –
Akiko soltó una sonido de desagrado. Era diferente, su risa quería salir, atascada entre sus labios, y Tsukishima supuso que hundir su cara en su abdomen, era forma de que él no se diera cuenta.
– Cállate. – pidió. – Y déjame dormir. –
Hizo caso a sus palabras. Tsukishima, bueno, él, sin la necesidad de algún Yamaguchi recordándole que tenía que ser considerado en ciertas ocasiones, pudo ejecutar una de las tantas pequeñas charlas del pecoso.
– Duerme. – murmuró. – pero que sea rápido, no creas que me quedaré esperando toda la noche a que lo hagas. –
Akiko soltó una risa, corta y cansada, y Tsukishima tuvo el privilegio de ser testigo de aquello, tanto que no pudo evitar hacer nada de lo que pensó nunca haría.
Sus labios se movían de la mejor manera, o tal vez solo le gustaba tener el control total sobre una Akiko sin fuerzas. Ésta, fuera de sentirse incómoda por la forma en la que presionó sus cuerpos, su cuerpo se mantenía relajado, tanto que no se dió cuenta el momento en que todo su peso cayó de lleno en el de Tsukishima.
– Te estás aprovechando. – murmura Akiko.
– Si. –
Sus quejas fueron callados nuevamente por los labios del chico, aún así, sus manos se deslizaban explorando cada parte, como un juego sin rumbo alguno, se deleitaba por su piel cálida, arañando e insinuando , mientras el beso se volvía más salvaje, intenso, y devoraba con su lengua cada parte que aún no haya sido marcado, algo que no era posible.
– ¿Quien se quejaba? ¿La misma que ahora intenta desesperadamente sentarse en mí?. –
– Era incómodo. Cállate. –
Akiko tiró su peso a un lado intentando safarse de sus manos, aunque lo único que logró haya sido tener unos ojos amarillos comiendo los suyos con la mirada. Sin pensarlo, sujetó de su ropa intentando que sus cuerpos se junten, a lo que Tsukishima se resistía por el simple hecho de molestarla.
– Chibi, dime que quieres. – sus palabras sonaban lentas e irritantes para Akiko, por lo que esquivó su mirada e intentó acomodarse para lo que había sido una de sus primeras opciones. Dormir.
Tsukishima rió.
Akiko solo sonrió.
– Duerme. – el susurro que Akiko sintió sobre su cuello, había sido la palabra que daba terminada la conversación, al igual que la noche.
(...)
– ¡Boke Hinata Boke!. –
– Bakayama, suelta a la mandarina. –
– A Akiko le gustó mí forma de llamarte ... Bakayama. – Shoyo termina por susurrar aún sabiendo lo que le esperaba.
– Akiko ¡Boke!. –
Un Kageyama con falta de cables solo significaba una cosa; Hinata. El nombrado seguía en la misma posición que había causado el que ahora se encuentre colgado en las garras del pelinegro, el intento de la imagen de Kageyama sin restar aquel pequeño mechón que sobresalía en la cima del cabello pelinaranja.
– ¡Kageyama! ¡Hinata!. – Daichi. Aquella pequeña armonía que se mantenía en momentos algo escasos, eran por su presencia.
– ¿¡Huh!? ¡Akiko también está acá!. – se queja Kageyama.
¿Un volcán? Si, exactamente aquello, era lo más acercado al rostro del pelinegro en estos momentos. Hinata, que ahora gozaba de la libertad gracias a la queja del chico, se había posicionado detrás de Akiko mientras observaba la situación con burla.
– ¿Cómo es que te recuperaste tan rápido?. –
Aquella curiosidad había captado la mirada de la mayoría.
Yachi, asi como todos, habían estado observando la pequeña disputa entre los tres, y su curiosidad había salido a la luz antes que los demás. Y claro que Akiko iba a responder, decidida al ver el rostro confundido de Tsukishima por la pregunta, y al cruzar miradas, al chico solo le quedaba ser de espectador esperando el final que tendría aquello.
– Ya que lo preguntas. – Hinata se había posicionado a un lado de la chica, concentrado en sus palabras. – Dormí bien. – responde en una sonrisa.
Aquella sonrisa, solo causaba una mirada llena de orgullo de Tsukishima, que al darse cuenta, solo la borró con tu típico carraspeo a la vez que acomodaba sus lentes.
– ¡Akiko! ¡Te habíamos dicho que vengas cuando te recuperes! ¡¿Que haces acá!?. – el entrenador se acercaba peligrosamente a ella, aunque no movió un pelo al tenerlo en frente. – Dime algo para que no dejes de ser mánager. – fácilmente podía ver los dientes afilados digno de un demonio enojado, pero aquello cambio al escuchar su respuesta.
– Puede hacerlo. –
– A-am solo ... E-era una manera de decir, claro que no dejaras de ser la mánager Akiko. – Frotaba su nuca mientras fingía inocencia, lo que no se había dado cuenta, era que tenía al equipo detrás suyo oprimiendo sus palabras para que haga cambiarla de parecer. – Chicos tranquilos, no se irá. –
Su tono y la forma en que hablaba con tanta velocidad era señal que no tenía manera de compensar lo dicho, y por esa razón ahora parecía haberse achicado unos cuantos centímetros mientras recibía quejas de los chicos.
Akiko solo pudo divisar unos ojos que la observaban, Tsukishima. Habia encontrado algo de tristeza en ellos, pero eso cambió cuando parecía haber soltado un suspiro mientras esquivaba su mirada.
Hablaría con él.