– ¿Así que tu plan siempre ha sido secuestrarme? – pregunta, observando como el rubio cerraba la puerta a sus espaldas, y con un corto movimiento obstruye su paso.
– Chibi, ¿No tienes miedo que te pise? – con una pregunta burlona había podido esquivar su pregunta.
Akiko se encontraba con los brazos cruzados sobre su pecho, su cabeza alzada por una pequeña diferencia de altura, le estaba molestando.
– No cambies de tema poste. – se queja.
– Cállate.
Akiko no tuvo tiempo a reflejar su disgusto, ya que al instante sintió las manos del chico en su cabeza, y con un movimiento rápido la posiciona detrás de la puerta para luego abrirla.
– ¿Pasa algo hijo?
– Hablaba por teléfono. – hace una mueca intentando acercarse a una sonrisa, y todo era por sentir a la chica moverse en su lugar, tal vez taparle la boca con su mano no era buena idea después de todo.
Sus dedos rodeaban el rostro de Akiko mientras su palma obstruía su boca.
– Está bien, te llamaré para cenar. – informa con una sonrisa. De reojo podía observar la pequeña sonrisa de la chica, no era de extrañar.
Asiente en respuesta.
Observa como la figura de su madre se pierde por las escaleras y al instante posa su mirada molesta en ella.
– ¿Puedes dejar de morderme?
– No me soltabas lentes. – responde con desinterés.
Akiko mueve su cuerpo a un lado, esperando alguna respuesta, pero no parecía querer hablar.
– Chibi.
Suelta una risa corta, mientras se dirige a recostarse, entendió su llamado.
Sabía que esto iba a durar, y por esa razón no iba a aguantar de pie en una esquina.
– Si Yachi en un koala en tu brazo ese no sería mí problema.
– Lo es. – el rubio había tomado asiento en su escritorio, mientras mantenía su mirada fija en ella, y eso era algo preocupante para la chica, sobre todo que no esté encima de ella marcando territorio. – Sobre todo si acabas de decirlo sin que yo haya dicho algo.
Sus miradas cruzan y Akiko suspira, rendida.
– Seré honesta lentes, solo porque no me desagradas tanto.
Ahora, cómoda en aquella cama, podía deleitarse con la vista que tenía en frente, o delatarse.
El pie sobre su rodilla, juraría que cualquier chica podía estar de rodillas frente a él pidiendo que le dé un poco de atención, y sobre todo por esa mirada tan peculiar en él. Los mechones rubios que sobresalían no lo hacía ver desalineado, al contrario.
– Mí supuesto padre está en casa, solo no quería verlo. – con su voz calmada, sin tonos sarcásticos por detrás, no parecía ser real. – A Yachi le gusta lamer tus pies, y eso te gusta, ¿No rubia? Solo pensé por su bien. – Solo que no dura mucho.
Akiko, pocas veces no podía conectar neuronas, y ésta parece ser una de esas.
Tal vez si lo estuviera haciendo, como siempre lo había hecho, lo habría entendido desde el momento en que Tsukishima había atacado sus labios en el patio de la escuela.
Marcar lo que era suyo, o en la forma en que él lo llamaba, darle una lección.
No solo le había sorprendido lo enojado que parecía al verla, sino la forma en que sus ojos la habían observado. El dorado en ellos era difícil de ver, había sido opacado por uno oscuro, como un depredador acechando a su presa.