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– Escucharemos lo que tiene que decir, y luego se irá. – Tadashi finge una sonrisa, que no pasó desapercibido por la castaña. Era un momento difícil de afrontar, aún para aquel chico que siempre fue optimista, pero hoy, no sabía que rol tomar.

Guiaba sus pasos a la escalera que daba a planta baja, mientras susurraba algunas cosas que quisiera que Akiko tome en cuenta.

– Sabes que vino a todo menos a volver con nosotros Tadashi, no pienso mirar el lado bueno de esto, tampoco creo que lo haya.

La poca luz proveniente del foco, daba débilmente sobre los rostros de los presentes.

Allí, alrededor de una pequeña mesa tuerta, gastada y con un logo antiguo estampado en el medio de ésta, casi invisible, era imposible pensar que aquellas dos personas estuvieran en un mismo ambiente sin que se desconozcan, luego de todo, creían que sería lo más normal.

– Patético. – susurra la castaña.

– Akiko. – llama su hermano de la misma manera.

– Akiko, Tadashi, tanto tiempo hijos.

Sonríe.

Había sido la oportunidad perfecta para el mayor, ya que al ingresar a la propiedad, la chica solo veía el camino de la entrada a su cuarto, sin querer ser vista o que noten que estaba al tanto de la situación.

Tadashi, asombrado por las palabras de su padre, toma asiento sin despegar los ojos de él.

Akiko, por el contrario, intentaba de mil maneras no toparse con su mirada.

Tus ojos ... Se parecen mucho a los de tu padre Akiko, son muy lindos.

Jamás había tomado aquello como un halago, y su madre sabía el por qué, y aún así, había decidido atormentarla con aquello lo que resta de su vida.

– Saltemos la parte donde te crees el padre de la casa, ¿Quieres? Y escupe a que viniste.

La pequeña mesa deja caer su peso del lado de Akiko en cuanto la misma toma asiento.

Las facciones del hombre se relajan al escucharla, deshaciendo todo rastro de su reciente sonrisa.

Carraspea dispuesto a responder, aunque un pequeño ruido en las escaleras hace que los presentes se percaten de otra presencia.

– ¿A-Akiko? ¿Quién es ese señor?

Su rostro confundido hizo que analice una y otra vez sus palabras, cosa que pocas veces Akiko Takumi tomaba en cuenta.

– No es nad-

– Tu padre. – sus facciones desgastadas por los años dejaba ver lo que parecía una sonrisa, mientras que movía una de sus manos en la dirección del nombrado. – Él es tu padre hijo.

– Mierda. – susurra Akiko para ella misma.

Sayumi parecía extasiada.

Podía decir que estaba embriagada por la presencia de Seijchi, tal y como lo presentó, su padre, aún así la mezcla de alcohol que había combinado hace horas atrás, estaba haciendo efecto al igual que el olor inundaba las fosas nasales de los presentes.

– Keiji, vuelve a la cama. – pide el mayor de los hermanos.

Le dedica una cálida sonrisa, mientras asiente, más como pregunta que una orden.

El pequeño merodea su mirada de un lado a otro, yendo de Akiko a Tadashi.

Juega con sus manos, y con un suspiro débil asiente. – E-esta bien, A-akiko ... – da un paso atrás, suelta un quejido al sentir la escalera detrás suyo. – Quiero mi beso de las buenas noches.

Los mayores asintieron con una sonrisa.

Sayumi no.

Había fruncido el ceño como si fuera algo extraño esa petición, jamás lo escucho en una petición para ella, ¿Pero no era obvio? Su presencia era escasa en aquella casa, y las veces que aparecía era desagradale la vista y olfato ante la vista de los mayores, al igual que al menor, aunque no haya tenido esa mala suerte muchas veces, pero si las suficientes para pensar eso.

– Habla. – pide brusca Akiko, deteniendo por un momento los pensamientos de su madre.

Un pequeño sonido se pudo escuchar en el silencio del lugar, junto con un movimiento de la mesa inclinándose hacía Seijchi, para que luego suelte unas palabras, para nada agradables.

– Te pareces mucho a mi Akiko, y no solo por tus ojos verdes.

La chica sonrió en sus adentros, levantó la vista uniendo sus ojos con el emisor de esa voz.

De traje y corbata, no parecía faltarle algo, ¿Entonces que hacía ahí?

Akiko se acomodó en su asiento, cruzando las piernas debajo de la mesa al igual sus brazos, una postura tal vez para establecer un claro desinterés de su presencia, pero si ese fuera el caso, en lo común, tan solo lo dejaría.

La presencia de aquel el hombre parecía ser de un hombre al que no le faltaba el dinero, sus zapatos caros, el peinado que por lo que parecía haber sido tratado con una crema para mantenerlo de tal forma, y su barba cortada a la perfección, casi como si se hubiera arreglado solo para la situación.

Habían escaneado una y otra vez, y la duda en los hermanos seguía siendo la misma.

– Querido, ¿Te gustaría algo para tomar? Luego puedes hablar. – con una sonrisa plasmada en su cara, se pone de pie mientras espera una respuesta.

– Té.

El  foco de luz parpadea arriba suyo.

No iba a ser novedad si la electricidad fuera cortada en esos momentos, el último mes había sido un completo desastre.

– Te importa tu familia al igual que a mí la mía, ¿No es así Akiko? Por esa razón tal vez ahora estés acá.

La castaña sonríe sin mostrar los dientes mientras asiente.

– Mhm ... – emite una afirmación. – si, no hay duda en tus palabras.

La risa atorada en su garganta, era algo que soltaba de a poco con cada segundo que mantenía esa sonrisa en su boca.

– Papá, por favor, basta. – Tadashi habla luego de su infinito silencio. – Dinos a que viniste.

– Está bien. – responde sonriendo.

Toma con una mano la pequeña taza proveniente de la mujer, no sin antes asentir en muestra de agradecimiento.

– Esto debe ser una broma. – murmura Akiko, por más golpes que le gustaría recibir en estos momentos para que tan solo afirmen lo que estaba viendo, estaba segura que jamás lo averiguaría.

– Como seguramente lo saben, tengo una esposa, y ella quiere conocerlos. – indica con tranquilidad. Da un sorbo al té para luego agregar pequeñas cantidades de azúcar. – le parece injusto no conocerlos, cuando en parte, serían sus hijos. – agrega la última cucharada de azúcar, sonriendo por la combinación perfecta que había hecho, ni muy dulce, ni muy amargo. – Ella está acá, por lo que mañana seguramente la vean.

– No. – dice suave la castaña. – No, apenas aguanto tu presencia, ¿y de la nada quieres traer a la familia con un padre que nos negaste a nosotros? No.

– Akiko ... – pode Tadashi, quería resolver todo sin problemas, y aún conociendo la personalidad de su hermana, tenía una pequeña esperanza.

– Tú ... – Akiko apunta, sus dientes chillaban entre si, sabía que no podía caer tan bajo soltando aquellas lágrimas en frente de él. – y tú maldita familia, pueden irse, no verán a nadie por solo entretenimiento. – El acercamiento al rostro de su padre era alarmante, ya que jamás había pensado tenerlo cara a cara nuevamente, y eso tentaba a demasiadas cosas impensables, pero Akiko no rogaba.

Su mirada desde arriba hicieron mover algo en Seijchi, ¿En serio seguía siendo la misma Akiko que vió por última vez? – Lamento arruinar nuestro número en el circo, pero no seré parte de esto.

Así había decidido marcharse de allí.










"Te escucho ... Idiota" [Tsukishima Kei] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora