– Mierda.
Akiko mantenía la vista al piso, mientras sus pasos apresurados resonaban en el silencio que había dejado luego de sus palabras.
Frente a su habitación, que pareció haber estado a miles de metros de lo normal, toma de la manija entrando en solo dos pasos para luego encerrarse en su mundo.
Parecía faltarte el aire.
Descansa su espalda en la pared, aunque solo sigue desplazándose por pérdida de fuerza tan brusca que apareció.
Toma su cuello con desesperación tratando de liberar tal vez la tensión que le impedía respirar.
Tosió.
Una y otra vez.
De rodillas, ante lo que tanto le atormentaba.
El ardor insoportable en su garganta se hace presente mientras luchaba contra la tos infernal que la apoderaba.
Apoya las palmas de su mano en el piso frío, aún sin poder detener aquello.
Con la poca fuerza restante en su cuerpo, endereza su cabeza intentando enfocar algo en frente suyo, quería engañar a su mente, tomar algun objeto de rehén en su intento de meter su mente en otras cosas además de su falta de aire.
Tal y como si la vida estuviera de su lado, lo logra, pero antes de poder cantar victoria, ahora su respiración era pesada, intentando tomar el aire que le fue prohibido en solo un segundo de golpe.
Su pecho subía y bajaba con agresividad, sus manos intentan tomar algo pero solo consigue lastimarse por la madera debajo suyo.
– J-joder.
Apenas era audible. Sus quejidos eran interrumpidos por su respiración acelerada.
Su vista era nubloso a causa de las lágrimas acumuladas en ellas, que de a poco se daban paso sin permiso.
En su garganta se forma un bulto.
Dolía.
La forma en que lo intentaba retener.
"Te pareces a mi Akiko..."
– ¿Que mierdas ... Dices?
Su voz temblaba.
No era por miedo, sus ojos mostraban tanta ira como podía.
"Destruirías la infancia de mis hijos ..."
Akiko soltó una risa fría.
Refriega su mano intentado secar sus lágrimas, una, y otra, y otra vez, hacía lo mismo, pero le era imposible.
Cada vez era peor.
"... Confórmate con el dinero que me sacas todos los meses."
Arremanga su buzo con desesperación, siguiendo con sus intentos.
Tenía el mismo dolor en su pecho, pero era diferente, lo sentía más pesado.
Dejó su peso sobre sus piernas.
– J-joder ... Joder ¡Joder! Detente.
Su garganta dolía como su hubiera acabado de tragar alfileres, mientras que sus labios temblaban y su respiración era entrecortada, ya no podía aguantarlo.
¿Hasta cuándo pretendería poder hacerlo?
Soltó un quejido ahogado.
¿Por qué esta vez había parecido tan fácil aceptar lo que su lado lógico jamás dejaría?
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