PASIÓN

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Residencia Lovegood

(Luna y Theodore)



El pelinegro acaricia su brazo de manera distraída mientras siente la cálida respiración de Luna sobre su pecho.

La rubia se remueve un poco entre sus brazos, y su pierna se afianzó más sobre la de él.

-¿Qué hora es? – murmuró sin abrir los ojos –

-Aún es de noche – sonrió Theodore regresando de aquella ensoñación – sólo dormiste algunas horas

-Fue tú culpa – zafó su mano de sus atenciones, dejando caer la espalda sobre el colchón mientras se estiraba – parpadea al menos – sonrió de manera divertida al ver la mirada de Theodore fijamente sobre su desnudo cuerpo –

-Lo siento – volteó la mirada apenado –

-No es nada que no hayas visto ya en realidad – sonriente, se recuesta sobre su pecho delineando las facciones de su rostro – tengo que terminar esos artículos Theo

-¿Y no puede ser el día de mañana? – la mano que se encontraba en la cintura comenzó a pasearse a lo largo de su columna, tiñendo de un ligero color rosado las mejillas de la rubia – de verdad me encantaría que pudieras posponerlo

-Podría – responde de manera pensativa, pero con una sonrisa en su rostro – lo haré – afirma – pero con una condición

-Sus deseos serán mis órdenes señorita – ladea una sonrisa –

-Tendrás que hacerme la cena – se acerca un poco restregando sus senos en el torso para darle un pequeño beso – y después volverás a hacerme el amor

-¿En ese preciso orden? – deja escapar una risa, que sólo descubrió que la tenía hasta que se hizo su amigo –

-mmmm no – se ríe – no en realidad – niega sentándose sobre su regazo – la cama la tenemos muchísimo más cerca

-Eso es cierto – aprueba la exquisita visión que tenía frente a él colocando las manos en su cadera incitándola a moverse – casi siempre tienes... ah... toda la razón – finalizó dejando escapar un jadeo cuando Luna se movió con un poco más de fuerza sobre él –

-Las mujeres siempre tienen toda la razón – sonrió sosteniéndose de su pecho – oh eso dice Ginny

-Sobre todo cuando están completamente desnudas – se enderezó atrayéndola para comenzar a dejar un rastro de besos en su cuello – según Zabini

-Inteligentes amigos tenemos – acepta satisfecha por sus atenciones –

-Basta de recordarlos – la toma de la cintura recostándola en la cama – hay que... dejar... dejar de hablar

Con un asentimiento de cabeza y en respuesta a su excitante petición, Luna viajó con la yema de sus dedos por el costado de las piernas de Theo mientras éste se colocaba frente a ella.

Un escalofrío en la piel del chico viajó por el lateral de su cuerpo, dejando una sensación de descarga eléctrica recorriendo su miembro.

Theo pasó las manos desde sus caderas hasta sus pechos tomando uno en la boca, su lengua implacablemente jugueteaba con el pezón arrancando suspiros y gemidos de la boca de Luna.

Las manos de la rubia, incapaces de hacer otra cosa, se aferraron a su cadera enterrando sus uñas en la piel jalándolo para poder sentirlo contra ella.

-¿Ansiosa? – se burló un poco Theo –

-No es momento para que saques tu lado de serpiente – jadeó arqueando su cuerpo para pegarse a él –

-Es divertido – se acercó a besarla aplastándola contra el colchón, absorbiendo su gemido en cuanto los sexos se rozaron –

-Creí que no querías hablar – murmuró la rubia dejando una suave mordida en su labio –

-Cierto – salió una pequeña risita ronca –

Antes de que la rubia pudiera protestar, la mano de Theodore bajó entre sus cuerpos acomodando su miembro en la entrada de la joven y con un movimiento firme pero lento comenzó a introducirse en ella.

Las palabras se atascaron en la boca de la rubia, saliendo en su lugar una exclamación de sorpresa que puso a prueba toda la fuerza de voluntad del pelinegro.

El menudo cuerpo se había arqueado sobre el colchón mientras su cadera se levantaba hacia él deseando el contacto que le proporcionaba.

Era un espiral de sensaciones.

Y a los dos les encantaba.

Serendipia (Saga Sempiterno, Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora