ASTORIA

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Cerró el periódico con una sonrisa de suficiencia

-¿Qué es lo que te alegra tanto hermana?

-Que la idiota de la sangre sucia de verdad se cree que ha atrapado al príncipe de las serpientes – rodó los ojos acomodando las almohadas para recostarse –

-¿Hablas del escrito de Rita? – asintió – ya sabes que esa mujer pone cosas que no son ciertas

-Pero estoy segura de que Draco no se quedará con esa sangre sucia inmunda – gruñe –

-No entiendo por qué la odias tanto – se sienta en la camilla a sus pies para observarla de frente – tú no amas a Draco, no quieres que se case contigo

-¡Pero no me puede dejar por una maldita sangre sucia inmunda!

-No es cualquiera, es una heroína del mundo mágico

-¡Y ESO QUE IMPORTA! – grita desesperada – eso no quita que sea alguien inferior a nosotros

-Eso jamás nos ha importado – rueda los ojos levantándose para seguir acomodando la ropa que le había llevado al hospital – lo que te duele es el orgullo, de que todos parecen haber encontrado la felicidad, excepto nosotras dos

-Créeme Daphne, eso acabará de una u otra forma – sonrió de una manera tenebrosa, que erizaría el bello si tan sólo su hermana se hubiera dado cuenta de la manera en que lo decía – y no será agradable para ninguno de los dos

-¿De qué hablas hermanita? – la volteó a ver –

-Que ambos tienen tantas incompatibilidades que terminaran por dejarse – alzó los hombros inocente recostándose en la cama – ¿Podrías traer mi poción para dormir?

-Claro – asintió regalándole una sonrisa antes de salir –

Ese tono inusual para con Hermione, no pasó desapercibido para Daphne... lo más importante en ese momento era que se recuperara y se mantuviera tranquila.

Después de todo... ¿Qué daño le podía hacer insultando a Hermione en privado?

No es como que en esos momentos estuviera en condiciones de enfrentarla.

Serendipia (Saga Sempiterno, Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora