SIGUIENTE MOVIMIENTO

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Rodolphus miraba incesantemente el fuego dándole vuelta lentamente al líquido que se encontraba dentro de su vaso.

-O te lo tomas – resopló Rabastan – o ese licor estará asqueroso – resopló su hermano pateando la mesa que se encontraba cerca – ¿Hasta cuándo la irritable princesita nos tendrá aquí? – contrajo el rostro asqueado – esperando como sirvientes

-Deja de quejarte – susurró Rodolphus – la perra tiene oídos en todos lados

-Y ojos también – musitó Astoria entrando de un portazo a la habitación – ¿Qué haces tú aquí? – le gruñó a Rabastan –

- ¿Te encuentras estresada princesa? – se relamió los labios provocando un escalofrío en la rubia – puedo ayudarte con ello...

-No me retes Rabastan, que Agnes podría sufrir las consecuencias – entrecerró los ojos –

-Deja de hacer acusaciones estúpidas – gruñó Rodolphus – ¿Qué quieres?

Astoria sabía que su tía era una carta de bastante poder, pero aun así no podía orillar a los hermanos Lestrange hasta un punto sin retorno; Después de todo eran más bestias que humanos y no le convenía presionarlos hasta ese punto.

-Tendremos que acelerar este asunto – se sentó en el escritorio que perteneció en algún momento a su padre –

- ¿El de jugar con Potter?

- ¿O el de saborear a la sangre sucia? – los ojos de Rabastan brillaron de anticipación –

-Esta vez tendremos que hacer las dos cosas al mismo tiempo – entrelazó los dedos – pero hay un pequeño cambio...

- ¿Ahora que se te ocurrió?

-Quiero a la sangre sucia viva – ladeó una sonrisa –

Rodolphus observó de lado el perfecto perfil que caracterizaba a las mujeres Avery, al igual que la rubia cabellera.

Pero esos ojos glaciales sólo podían pertenecer a un miembro de la familia Greengrass.

Aunque había otra cosa, que para cualquiera pudiese haber pasado inadvertido, pero no para Rodolphus... y fue esa chispa de locura que bailaba en sus ojos.

La había visto antes y la podría reconocer en cualquier parte.

- ¿Para qué? – pregunto encarándola, sacando a todos del trance que sus palabras habían provocada –

-Eso es algo que a ti no te importa

-Me importa – deja el vaso en el escritorio salpicando unas gotitas por la fuerza que había empleado – Rabastan puede hacerse cargo de ese asunto a la perfección

-Y siguiendo todas tus instrucciones – sonríe de medio lado – la puedo hacer sufrir hasta que suplique

-Sé que puedes hacerlo...

-Lo que hice contigo – le recuerda logrando alterar un poco a la rubia – será un juego de niños con lo que puedo llegar a hacer si me encuentro especialmente inspirado – le miraba fijamente de manera maliciosa –

- ¡LA QUIERO VIVA DIJE! – golpeó el escritorio colocándose de pie – no hay discusión en esto – señaló a Rabastan – y la quiero entera

-Eres una perra – Rabastan se abalanzó contra la rubia, sintiendo sus planes frustrados cuando las manos de su hermano le detuvieron –

- ¡Tranquilo! – se interpuso su hermano cuando la rubia cabellera se encontraba dentro de su puño – respira Rabastan

- ¡NO TE METAS EN ESTE ASUNTO! – gritó desesperado – ¡SABES CUÁNTO QUERÍA ESTO MALDITA BRUJA!

-Tirarte a la novia de tu sobrino es algo muy enfermizo – arrugó el rostro quitando de la mano el cabello que tenía envuelto en el puño –

-Nada comparado con la prometida – sonrió con sorna – bueno... ex prometida

- ¡Dejen sus tontas riñas para otro momento! – rodó los ojos Rodolphus – esto es serio – los señaló a ambos – entre más rápido terminemos con esto, mejor para todos

-Cuando Draco vuelva a ser mío – sus glaciales ojos verdes se obscurecieron un poco al pronunciar esas palabras – serán libres para tomar el camino que más les guste

Empujando a su hermano hacia la puerta, Rodolphus salió con la sangre hirviendo con una palabra tatuada en su mente como hacía tiempo no la sentía.

V E N G A N Z A.

Serendipia (Saga Sempiterno, Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora