PLAN

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-¡Esto no es normal! – los zapatos de la rubia repiqueteaban en el salón, sacando gruñidos de disgusto por parte de Rabastan – alguien tendría que estar buscándome... o a ella – mira a Agnes quien tomaba licor de su vaso -

-Deja de verme de esa manera – se acomodó en uno de los sillones – te dije que no era una pieza de valor, pero no me creíste...

-O les avisaste – entrecerró los ojos la rubia –

-¿De verdad? – sonrió de manera burlona – ¿Y cómo? Si me quitaron mi varita para que no la pudieran rastrear en el ministerio – suspira – y un patronus no verbal hubiese activado las salvaguardas que los señores Lestrange amablemente hicieron favor de poner

Sin argumento al que enfrentarse, la rubia llevó sus dedos a su boca comenzando nuevamente a morder sus uñas mientras su pierna seguía bailando sobre el piso de arriba hacia abajo, logrando que la pelinegra masajeara sus sienes al tiempo que seguía bebiendo.

-¿Podrías dejar de beber? – espetó Rabastan arrancando de la mano de Agnes el vaso terminando el licor –

-Estoy aburrida – respondió – y esta niña es más desesperante que cualquier otra cosa – hizo una mueca –

-¿Sigue enojada por la última información que le dimos acerca de nuestro querido sobrino? – sonrió con sorna –

-¡QUE NO ESTOY ENOJADA! – se levantó golpeando el piso con el zapato de manera fuerte mientras salía de la sala –

-Si se nota – murmuró Rabastan por lo bajo sirviéndose más licor mientras pedía, no, exigía a uno de los elfos algo de comer –

-Fue tú culpa – respondió Agnes –

-Estábamos comentando lo que hacían – levantó los hombros de manera "inocente" sentándose frente a ella –

-Entonces decir que Draco se mudó con Hermione y no estaban precisamente conversando todo el tiempo en su apartamento ¿Formaba parte del reporte? – asiente con una mueca sarcástica – que profesional de tú parte Rabastan

-Es mi especialidad – agregó con una altanera sonrisa –

-¿Por qué te empeñas en lastimar a esa pobre criatura rubia? – alzó una ceja – no se parece en nada a Andrómeda – entrecerró los ojos –

-¿Andrómeda Black?

-Te recuerdo que es Andrómeda Tonks – ladeó una sonrisa observando el impasible rostro de Rabastan – No era ella ¿Verdad?

-No sé de qué diantres estás hablando – le miraba, aunque en realidad no lo hacía –

La mirada de Rabastan se perdió en un punto fijo de la pared sobre el hombro de la pelinegra.

Una gran bocanada de aire se adentró en sus pulmones, reteniéndolo magistralmente hasta que fue expulsado poco a poco.

-Debo decir que estoy muy admirada por el control que tienes Rabastan

-¿A qué te refieres?

-No todas las personas son capaces de aguantar un suspiro – le mira bajando su propia máscara de frialdad – y menos ante el recuerdo de una persona que amamos demasiado

-Agnes – se recargó sobre sus rodillas – cada día estás más loca

-¿Quién era Rabastan? – lentamente se puse de pie rodeándolo hasta posar la mano en su hombro – no tienes por qué cargar con este peso solo

-Lo he hecho – murmuró con voz ronca – por muchos, muchos años

-¿Y eso qué más da? – presiona suavemente el hombro – lo que estamos haciendo es prácticamente una locura, no hay manera de que podamos salir vivos de esto – guarda silencio hasta que el aludido voltea a verle – ese amor que guardas tan celosamente se quedará de esa manera para siempre

-No merece que manche su recuerdo – se levantó bruscamente – liberándose de la mano de Agnes – además, ya no tiene caso

-¿Por qué lo dices?

-Corten su charla social – se asomó la rubia – Rodolphus llegó y tiene un plan

Serendipia (Saga Sempiterno, Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora