EMBOSCADAS

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- ¡Tío! – La pelinegra se levantó de un salto quitándose la apariencia de Luna y manteniendo la varita en alto – ¿Qué haces aquí?

-Hay por el amor a Salazar Pansy – la figura emergió de una esquina del sillón materializándose por completo ante ellas – baja eso, te puedes lastimar querida

-No se que es lo que pretendes... pero – caminaba poniendo a Hermione tras ella – no es el mejor lugar para hacerlo

-De hecho, creo que sí lo es – las mira tocando todo lo que se encontraba a la mano en la oficina de la castaña – si lo piensas de hecho sería irónico

- ¿Por qué? – preguntó Hermione sosteniendo la varita con fuerza –

-Serías raptada por mí – levanta las manos señalando el lugar – en tu propia oficina... dentro del ministerio, con una testigo que fácilmente puedo hacer caer

-No te atreverías... – retó la pelinegra –

- ¡Por supuesto que sí! – su risa les hizo estremecer – ¿Qué mensaje tan más maravilloso puedo mandar si puedo hacerlo de la manera más fácil posible...

-Pero entonces no estaríamos teniendo esta conversación... – susurró Hermione saliendo detrás de Pansy –

-Rectifico mi punto, si eres demasiado idiota – gruñó cuando se puso en su asiento detrás del escritorio – Draco va a matarme...

-No Pansy – niega – eso no tiene sentido ¿Desde hace cuánto qué se encuentra ahí? ¿Para qué dar tiempo a que alguien pueda entrar? – lo mira – siéntate Rodolphus... por favor

-Si eres muy inteligente – se acerca a la castaña observando su semblante casi juntando las narices – aunque eso no te ayuda demasiado...

-Entonces ahórranos a todos el esfuerzo y llévame de una vez – susurró sin parpadear –

- ¿Por qué no me tienes miedo? – acarició su rostro deleitándose con el pequeño e imperceptible brinco que dio al sentir su áspera mano y los ojos cerrados –

-Porque no me has hecho nada – susurró – no directamente...

-No sé que me impresiona más tu valentía – se aleja de ella tomando asiento y señala a la pelinegra que se había quedado muda – o su estupidez

-Definitivamente la segunda – pronunció Pansy con la boca seca –

-Siéntate – ordenó Rodolphus señalando la silla a su lado –

-Bueno – asintió caminando a la puerta – denme un momento – estaba a punto de poner un pie afuera cuando sintió la fuerza de una mano retener la suya –

- ¿Señorita Hermione? – la voz de su asistente se escuchó sonoramente –

-Que nadie me interrumpa – se apresuró a decir antes de volver a entrar abruptamente –

El golpe en su nuca y la falta de aire reflejaron de inmediato el miedo que Rodolphus esperaba ver desde un principio.

-No se te ocurra avisar a nadie – ejercía aún más presión sobre su cuello en cada una de sus palabras – ¿Entendiste? – el asentimiento de la castaña fue desesperado por tener más aire –

-No quería que alguien interrumpiera – jadeó recargada en la pared –

-No quería que tu estupidez te hiciera perder esta oportunidad – volvió a tomar asiento, la pelinegra se había acercado rápidamente para sostenerla palmeando su espalda poco a poco para que recuperara el control de su respiración – ya siéntense las dos... no tenemos tanto tiempo

- ¿A qué te refieres? – asintió Hermione tomando asiento de nuevo –

-Draco no es tan estúpido como para pensar que no te atacaré en cualquier lugar – le mira – me conoce... no tan bien como debería, pero mi mujer le ha de haber dado bastantes datos como para suponer que se presentará en todo momento para saber que estás bien

-Estás perdiendo demasiado tiempo entonces – objetó la pelinegra – y necesito saber algo

- ¿Sobre tú madre? – las volteó a ver a ambas – lo que vamos a hablar aquí va a ser muy peligroso si alguien se entera

-Entonces no eres el que está orquestando todo – suspiró Hermione conmocionada – ¿Quién es?

-Primero que nada, me van a prometer que haremos las cosas tal y como yo les diga – las miró a ambas –

- y... ¿Si no nos gusta el plan? – preguntó la pelinegra –

-Sería terrible para ustedes 

Serendipia (Saga Sempiterno, Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora