GUARIDA

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-¿Qué demonios está pasando aquí? – preguntó Astoria apareciendo en la entrada –

-¡Buenas noticias querida! – le palmeó la cabeza Rabastan – nos mudamos

-¿A dónde? – sonrió emocionada –

-A la mansión Carrow

-Excelente escondite – musitó la pelinegra dejando la maleta justo en la entrada – de ninguna manera me quedaría en este cuchitril asqueroso

-¡Agnes Parkinson!

-En carne y hueso – sonrió de medio lado, aceptando la bienvenida de Rodolphus – tanto tiempo querido...

-Desde antes de la caída del señor...

-¡Oh vamos! – sonrió de medio lado con un bufido – ¿De verdad me echarás en cara eso?, no es como que todos ustedes salieran bien parados ¿No es así?

-¿Te hubieras negado si te hubiéramos ido a buscar? – le miro de manera suspicaz –

-La respuesta correcta a eso es nunca – mostró su blanca dentadura –

-¿Y la real? – levantó una ceja Rabastan –

-Jamás la sabremos – alza los hombros – antes no pensaba como ahora y viceversa, no es importante hurgar en el pasado... nos va a distraer de hoy

-Siempre tan diplomática – asiente con satisfacción Rodolphus – definitivamente te necesitábamos aquí Agnes

-Pero no está mi hija – observa todo mirando con asco el lugar - ¿Por qué?

-Está jugando a ser heroína – bufa fastidiado Rabastan – está con el traidor de su sobrino político

-De verdad se creen que nos pueden dar batalla esa sarta de mocosos – Rodolphus le tendió su maleta a Astoria con una sonrisa de medio lado – no nos llegan ni a los talones

-No los subestimen – se cruza de brazos – te recuerdo que fueron entrenados por nosotros y algunos de personas de más rango – ve a Rodolphus con una ceja levantada – son más jóvenes, más estudiados y definitivamente más listos que algunos de nosotros en nuestros mejores tiempos

-¡La loca de mi exmujer! Simplemente era eso – gruño el aludido – una loca

-Una loca con un talento y una eterna devoción hacia el señor obscuro – levanta una ceja – fue una dura maestra, te lo puedo decir de primera mano

-Son unos tontos cualquiera

-Hagan lo que quieran – levantó los hombros – pero no digan que no se los advertí – dio media vuelta comenzando a caminar a la salida –

-Estarás de nuestro lado ¿No es así? – inquirió Rodolphus –

-Por supuesto que sí – volteó a verlos con una sonrisa ladeada – ¿Acaso tengo más opciones?

-Claro que no – respondió fastidiado –

-Ya vi de donde está aprendiendo sus dotes de chantaje Astoria – niega – debes buscarle un mejor profesor

-No entiendo a qué te refieres – la aludida volteó a ver a su tía como si la hubiese ofendido –

-Acostarte con Rodolphus no va hacer que haga todo lo que quieras – se voltea a verla – debes pensar mejor las cosas, que no se te olvide que ante todo eres una dama...

-¡Pero...

Agnes ni siquiera le dio tiempo a refutar su comentario, simplemente había desaparecido por la puerta con su elegante andar.

-Escúchala – Rabastan sonrió malévolamente – para variar, será el único consejo útil que te dé sobre tu vida

-¿Por qué debería fiarme de algo que salga de tu boca? – le enfrentó poniendo los brazos a sus costados – ni siquiera te agrado

-Lo sé – alza los hombros de manera desinteresada – pero conozco a mi hermano, aunque jamás lo acepte él llegó a enamorarse de aquella bruja desdichada – bufa – a pesar de todas las advertencias que le hice

-¿Sobre qué no se casara?

-Que no le tomara enserio

-¿Cómo sabías que sería mala para él?

-Sé reconocer la locura – gruñe señalando su propia cabeza – no es algo que se pueda ocultar niña

-¿Qué estás tratando de decir con eso?

-Que tengas cuidado por el camino que estas siguiendo – se ríe de una manera que le cala en los huesos a la rubia – no eres muy diferente de Bellatrix en su juventud – señala el camino que la pelinegra había recorrido minutos atrás – y Agnes también lo pudo ver

-Jamás estaría tan enferma como Bellatrix... tan obsesionada

-Y Draco jamás se hubiera fijado en una sangre sucia ¿No fueron esas tus exactas palabras? 

Serendipia (Saga Sempiterno, Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora