SECRETOS (Parte 4)

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Mundo muggle

(Harry y Pansy)




-Pansy – jadeó el morocho al caer de espaldas a la cama –

-¿Sí? – respondió la pelinegra alzando su varita para encender las velas –

-Estoy... estoy comprometido

Puso su varita sobre su mentón y con media sonrisa le contestó

-Considéralo mi regalo de bodas – le guiñó un ojo –

Mordiendo su labio se alejó a los pies de la cama.

Poco a poco... sin quitarle los ojos de encima.

El azabache tenía los ojos clavados en la chica, aunque hubiese querido apartarlos algo se lo impedía.

No era un hechizo o algo extraordinario.

Era un brillo en los ojos.

O tal vez aquellos labios que parecían estar ansiosos de entrar en contacto con los suyos, que se mantenían entreabiertos incitándole a probarlos.

Puede que fueran aquellos ojos que más que venenosos, en ese momento eran los más felinos que había visto en su vida.

Guiñándole el ojo, desapareció tras un biombo que había en la esquina de la recámara.

-¿Nunca has estado con alguna chica Potter? – asomó su cabeza a través de aquella delgada línea que los separaba dejando que el largo cabello colgara –

-S... sí – se aclaró la garganta – claro que sí

-Ya sé que ninguna ye ha enseñado una lencería como la que tengo preparada para ti – sonrió regresando dentro del biombo – pero... ¿Alguna un poquitín apasionada al menos?

-Eso sonó clasista – respondió Harry ocultando su nerviosismo tratando de sonar serio –

-Lo dice el que está a punto de tener sexo intenso con alguien que no es su prometida – bufó mientras la silueta no dejaba de moverse, aunque Harry dudaba mucho que se pudiera poner algo más sexy que lo que le había dejado ver – soy una serpiente, no puedes pedir menos que ser elitista

Harry olvidó por completo el comentario que estaba a punto de hacerle y se quedó clavado en el lugar en donde estaba cuando la vio salir de atrás del biombo con una bata que brillaba de color verde esmeralda.

¡Maldición que ahora se había convertido en uno de sus colores favoritos!

-¿Te comió la lengua la serpiente? – sonrió la pelinegra gateando hasta sentarse sobre sus piernas, se deleitó acariciando el nervioso rostro del azabache – parece que sí

-¡No! – por fin Harry había encontrado su voz –

-Excelente noticia

Siseo Pansy antes de tomarle del cuello y comenzarlo a besar nuevamente, las manos de Harry se movieron como imanes hasta su cintura, dejando salir un pequeño gemido al sentir la suavidad de aquella tela.

A pesar de que sabía que esa no era su piel, podía sentir el calor que emanaba de ella, y de repente sintió la imperiosa necesidad de acostarla sobre unas sábanas de ese material y hundirse hasta lo más profundo de su ser.

-Tranquilo – rió un poco Pansy al sentir como su miembro comenzando a presionar contra su punto sensible – ¿No te gustaría desenvolver el regalo primero? – bajó sus ojos hasta el nudo de la delicada bata –

-Creo que tú lo haces mejor – le miró Harry directamente a los ojos –

-Es de muy mala educación dejar que el anfitrión lo haga – mordió su labio –

Tratando de dejar el jugueteo de lado, el azabache tomó uno de los extremos hasta que se deshizo dejando que la bata se abriera un poco.

Contuvo la respiración, una tela transparente con ligeros destellos de color plata se asomaron.

Juguetonamente Pansy se levantó de un salto quedando de nuevo frente a la cama, sin quitarle los ojos de encima acarició su cuello hasta llegar a su clavícula y tomando el inicio de la bata la fue abriendo revelándole la prenda que llevaba debajo.

El corsé era de una hermosa y ligera tela color plata que se ajustaba perfectamente a sus pechos dando una forma de corazón, y bajaba abrazando su torso.

Terminaba en unas bellas ondulaciones que dejaban al descubierto un poco de su abdomen, después daba paso a una pantaleta de encaje del mismo tono. De ellas colgaban unas ligeras tiras que cambiaban su tono a color negro y se ajustaban a unas medias de color piel que extrañamente tenían el mismo brillo plata.

Pansy sonrió con satisfacción al sentirse meticulosamente observada.

Sin tener real control sobre sus actos, el azabache se acercó a centímetros de su cuerpo. Alargó la mano pasando saliva pesadamente mientras la atraía hasta él.

-¿Alguna vez alguno de tus amantes te ha alabado?

-Uno que otro – sonríe de manera traviesa –

-¿Y alguno te ha hecho el amor?

Las palabras se atascaron en la garganta de la pelinegra, y ahora fue el turno de Harry de sonreír de medio lado.

En un rápido movimiento la colocó sobre la cama dejando que sus manos bajaran a su antojo por el torso de la chica, y con la excitación corriendo por su cuerpo, bajó su cuerpo hasta cubrirla por completo comenzando a regar besos por su cuello.

Serendipia (Saga Sempiterno, Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora