JUGANDO CON FUEGO

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-¿De verdad fuiste tan estúpido hermano? – bufó Rabastan pasándole otra botella de wiski –

-¡De....deja – balbuceaba a medias la frase – idiota...

-Te trato como un idiota... ¡POR QUE ERES UN IDIOTA! – gruñó aventando su vaso contra la pared –

-Ag... Agnes

-Agnes, Agnes, Agnes – repetía en voz baja – tú maldita debilidad por ella es lo que nos trajo de nuevo a esta estúpida encrucijada Rodolphus – se frotaba las manos sobre la cara con desesperación –

-Las – hipó – misiones

-Los disturbios comenzarán dentro de poco – se apretó las sienes – sabes qué, justo ahora necesito matar a alguien, y lamentablemente no puede ser a ti – aventó una silla – ¡CARAJO!

Cual huracán, Rabastan Lestrange salió de la oficina cerrándola por fuera, a pasos agigantados caminaba hacia la oficina que pertenecía a su hermano aventando a cuanta persona se cruzara en su camino.

-¡Señor! – gritó alguien comenzando a seguirle – los chicos ya estamos listos para partir a ese recinto en el asqueroso mundo muggle

-¿Ya saben lo que tienen que hacer?

-Sí, el otro equipo está listo para salir junto con nosotros

-Tienen que ser eficaces y deben darles el mayor tiempo posible – abrió la puerta volteando a verlo – no quiero fallas, y si las hay rueguen porque los malditos aurores los encierren en Azkaban – se adentró en el despachó y antes de cerrar la puerta con un golpe les susurró – o que los maten

Con el corazón martilleándole fuertemente dejó que el silencio le embargara, sentía un extraño cosquilleo en la nuca y eso sólo significaba algo.

-¿No se supone que tienes que estar en San Mungo? – dijo aún de espaldas –

-Los médicos jamás se pueden resistir a las mujeres maltratadas – siseó su voz tras él – tienes tú reputación Rabastan

-Lo sé – giró con una sonrisa de medio lado que delataba orgulloso –

-Eso me sorprendió – alzó las cejas – aunque no entiendo algo

-¿Qué?

-¿Por qué no abusaste de mí?

-¿Enserio estás preguntándome eso? – frunció el ceño – rompí mi intachable récord por tú culpa... ¿Y así es como lo agradeces?

-No te pedí que te limitaras – sus verdes ojos centellearon logrando que una onda de calor comenzara a propagarse por su cuerpo centrándose en la entrepierna – te pedí que me hicieras ver víctima de las consecuencias

-¿De verdad querías que metiera mano en ti? – comenzó a acercarse lentamente hasta la chica – ¿Sabes que hubiera pasado de haberlo hecho? – le tomó del cuello sin apretar demasiado haciéndola sonreír – podrías haber quedado días inconsciente en el hospital – siguió caminando hasta golpearla ligeramente contra una superficie dura – y tú maldito plan se hubiera venido abajo

-Mi maldito plan hubiera funcionado muchísimo mejor – gruñó tratando de separarse, pero su mano se lo impedía – ¿Tengo que recordarte que tú adorado sobrino trabajaba en conjunto con Potter? – siseó –

-¿No se lo ha creído? – ladeó una sonrisa acercando su cuerpo al de la chica – así que después de todo el entrenamiento de Bellatrix sí que funcionó – restregó su entrepierna con ella – no sabes lo que hiciste al venir a provocarme

-No seas imbécil – jadeó al sentir que el oxígeno llegaba cada vez en menor cantidad – ahora eso ya no es necesario

-¿Estás completamente segura? – con su lengua repasó el rostro de la joven – porque me sentiría mucho mejor si mi trabajo quedara cien por ciento completado

-¿Estás seguro de querer hacerme enojar? – jalaba el mayor aire posible mientras sus manos se colocaban sobre sus hombros tratando de alejarlo –

-A diferencia de mi hermano – gruñó comenzando a desabotonarse el pantalón – yo no sufro por nadie querida

-Pero le obedeces – sus pulmones agradecieron que aflojaran el nudo en la garganta –

-Sólo por conveniencia – con su rodilla separó las piernas de la chica, que a pesar de poner resistencia, no era lo suficientemente fuerte para alejarlo – porque es mi hermano, pero si fui capaz de matar a mi prometida – gruñó en el momento en que el grito salió de la garganta de la chica al comenzar a penetrarla de una brutal manera – sólo para hacer una prueba de mi lealtad – soltó su cuello tomándola del rostro para que lo mirara fijamente – que mates a Agnes, no me detendrá para abusar de ti – le tapó la boca antes de seguir con sus desenfrenadas embestidas –

Serendipia (Saga Sempiterno, Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora