TRISTEZA Y DESPECHO

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Daniela Calle

¨Muchas son las veces que he recorrido contigo las lluviosas carreteras de nuestro viejo pueblo, muchas las vidas que vivimos  cada día y las sepultamos todas juntas

No te rías de mi, no  apartes la mirada. me seguiras con el sol en tus ojos, y por tu propia cuenta, atrapada por tu pasado...¨

La oscuridad de la noche comienza a expandirse, haciendo retroceder al sol y aplastarse en el horizonte para que la luna se apodere por completo de la ciudad. Las pocas horas de sueño me habían desgastado físicamente, pero contemplar a la mujer más hermosa que mis ojos hayan visto, llorando y con las cartas sobre la mesa, me habia derrotado por completo.

Lloré y caí dormida con los audífonos puestos, esos que puse en mis oídos esperando que la música me alejara por completo de la tempestad, pero solo conseguí morir  un poco más con esa canción.

Al despertar, apenas sentía control sobre mi cuerpo, mis extremidades pesaban, las sentía densas y difíciles de manejar, como si estuviesen hechas de plomo. Mojé mi rostro con agua fría  para disminuir la hinchazón del llanto y me contemplé frente al espejo, sin reconocerme, sin creer que esos ojos me pertenecían. ¿Qué había hecho?¿Qué le había dicho?

Tuve la ridicula idea de revisar cada rincón de mi telefono, Poché no había intentando contactarme por ningún medio y me sentí idiota. Me sentí una verdadera estúpida, porque sabía que en esos momentos no merecía nada de ella, la había vuelto a lastimar, había azotado su corazón otra vez.

Lloré todo lo que debía llorar, dejé que la nostalgia me arrulla para luego despertar sin rastro de pesadillas, pero con el eco de la angelical voz de Poché, diciendo: ¨Ya no puedo más¨. Me aferré a la pashmina, tal como la noche anterior, y admiré cada fibra de ésta mientras mi mente reproducía cada memoria con ella como la película de amor más bella que se haya creado.

La primera sonrisa, los labios húmedos debido al whisky, los ojos color verde atentos a mi conversacion, el olor de su cabello, el primer abrazo, el asombro de verla dirigiendo un equipo de soccer en el colegio del hermano de Abi, la forma en que tomó mi mano fuera de los vestidores, la perfección con la que su cuerpo se amolda a mis brazos, la ternura de sus movimientos cada vez que se acerca a mí, la noche de la azotea, el primer beso y los siguientes después de ese, la cita en Central Park, las veces que me ha inspirado a cantarle sin la pena que me domina siempre, las veces que me he visto plasmada con óleo sobre un lienzo que podría ocuparse en otra cosa, pero se niega a reemplazarme porque para ella soy la perfeccion en persona.

Para ella, yo era lo que jamás fui en la vida de otra persona, y para mí, ella era más de lo que cualquiera podría pedir. Todo lo que hemos vivido, todo lo que ha hecho por mí, todas las veces que se ha desmembrado a sí misma con tal de verme bien, los sacrificios y las discusiones, su paciencia... Pensar en todo el amor que profesaba y demostraba me hizo llamarla por segunda vez, después de haber ¨meditado las cosas¨. después de haber llegado a una conclusión. No quería dejarla ir, estaba dispuesta a todo por recuperar lo que había logrado romper con mi actitud.

Y sin embargo, me he ganado una bofetada en la cara, porque ella está sentada pidiendo confianza cuando a sus espaldas está justamente un monumento a mis dudas. Laura acabando de ducharse en su casa, preguntando por una botella de vino a media tarde y restregando de forma desvergonzada que la victoria es suya, que me ha vencido, que el amor no es suficiente para sostenernos que quizá, jamás debí marcharme de Nueva York.

Inevitable AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora