CAPITULO FINAL

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Poché

¨Lo peor es despertarse en la mañana, pensando que ahora nada puede ser igual, y hay que levantarse y ducharse. Y preparar el café como siempre, y partir al trabajo como siempre, como si no hubiera pasado nada, aunque ha pasado todo.  Pasó, se acabó, llegó a su fin; ES MEJOR ASI.

Y caminas por la calle como un sonámbulo, chocando con los transeúntes, con los vendedores de diarios. Y te sientes en un banco de piedra sin saber si estás vivo o muerto, de lo mismo, porque la muerte también puede ser una mesa en un bar, dos  martines secos y un par de labios rojos pronunciando palabras como guillotinas¨

Recuerdo haber leído esas líneas en un viejo libro de mi madre, pensando cómo alguien podía escribir cosas tan deprimentes si perder a alguien no podría ser lo más horrible del mundo, pero yo estaba más que equivocada. ¨ Pena de muerte¨, ese es el nombre que distingue al pequeño texto, que bien podría ser escrito por mí, porque así se siente ¨despertar¨ en esta habitación después de lo que sucedió ayer. Despertar es entre comillas porque es lo que la gente hace por la mañana, después de las ocho horas de sueño reglamentarias, y sería mi situación si hubiese podido dormir.

Apenas logro levantarme de la cama debido a la rigidez de mis músculos, me dejé caer sobre ella en cuanto Alejo se marchó al hospital por la noche, no cambié de posición hasta que llegó el amanecer y me vi obligada a incorporarme. Arrastro los pies hasta la ducha, activando mi cuerpo con el agua fría para poder responder durante el día, al menos de forma física, porque mis pensamientos no logran reponerse del todo.

Tal y como reza el escrito, pongo a trabajar la cafetera y salgo con el termo en la mano rumbo al trabajo, omito la diversión de cantar mis canciones favoritas en el auto y me concentro totalmente en el camino, como un robot, sin expresión alguna y con movimientos automáticos, me siento fuera de mí. El café no tiene sabor, los pitidos de los autos en el tráfico se escuchan lejanos y las cuerdas vocales no me responden. Ni siquier he salido de casa con abrigo, porque  me he vuelto inmune a la temperatura bajo cero que resquebraja las mejillas de los peatones. Todos mis sentidos está desactivados, menos el de la vista, gracias al cual llego al trabajo sin ningún percance.

Al llegar a la clínica, me doy el lujo de estirar un poco los músculos, solo hay dos citas para atender por hoy, nada serio, un par de revisiones de rutina antes de poder ir a casa y apagarme de nuevo.  Juancho no ha llegado, mi anticipación fue de media hora, así que ocupo esos minutos en tirar de mi cabello con algo de desesperación, porque ni siquiera este lugar se escapa del recuerdo.

Aquel día, Juancho se había marchado desde temprano por razones que no recuerdo, Tras seis horas sola y consultas sencillas, me dejé caer sobre un pequeño sofá al fondo de la oficina y me dediqué a evaluar el desastre de día que había tenido, y es que Dani y yo habíamos discutido por la mañana debido a una niñería sin pies ni cabeza, tonterías sin sentido por las que no hablamos desde que salí rumbo al trabajo.

Estaba cansada, desgastada y aturdida, tenía que arreglar las cosas, y si Dani no quería ceder, entonces debía hacerlo yo, y deshacerme del carácter de ogro que me aparece con el enfado, lo sabía y debía llamarla.

Apenas levanté el teléfono, una conocida figura apareció en la puerta, llegó hasta ahí con un silencio fantasmal o quizá fueron mis propios pensamientos los que no me dejaron percibir sus pasos, no lo sé. Solo nos miramos a los ojos, ella tan decidida y yo tan desconectada. Poco tiempo pasó hasta que la silueta se abrió paso hacia mí; no me puse de pie, solo admiré su caminar, tratando de que me naciera el poder ver con rayos X para  penetrar el abrigo largo que caía perfecto sobre su cuerpo. Comenzó a invadirme, sentándose en mis muslos, pegó su frente a la mía y buscó mi boca con la suya

Inevitable AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora