LO QUE RESTA DE TIEMPO

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Daniela Calle

Nueva York luce más iluminada que en otras ocasiones, totalmente entregada a la vida nocturna, vivaz y en un clima de fiesta que solo unos cuantos ignoran dentro de sus departamentos.

Ni siquiera me di cuenta en qué momento subí a mi antiguo auto y empecé a conducir, tampoco tengo idea de a dónde me dirijo, pero mi cuerpo parece saberlo perfectamente, porque se maneja de forma automática frente al volante. La música de la radio no me distrae de mis pensamientos, me sorprendo todavía más de la situación cuando el auto cobra vida propia y se estaciona violentamente frente a un gran edificio con pilares exteriores y techo triangular, parecido a un palacio, con clase e imponente, de arquitectura perfecta.

Bajo del auto con algo de desconfianza, a punto de lastimarme el tobillo en el primer paso debido a los afilados tacones sobre los que reposan mis pies. Admiro el vestido carmesí que tengo puesto y alucino al observar mi propia elegancia frente a la gran puerta de la construcción.

Después de un rato de pensarlo, decido abrir la puerta para saber qué se esconde detrás. Empujo con todas mis fuerzas, porque es pesada, hasta hacer el espacio suficiente para mi cuerpo. Sorprendiéndome con lo que hay dentro.

No soy la única de la gala en el recinto, todos lucen ropa de etiqueta y peinados perfectos. El lugar es inmenso y está repleto de luces, cuesta trabajo adivinar las dimensiones, pero podría decir que es casi del tamaño del centro de la ciudad, y eso lo vuelve todavía más  extraño. Veo muchas caras conocidas a mi alrededor, rostros del pasado, del presente y otros pertenecientes a encuentros fugaces al caminar por la calle. Me abro paso, atravesando la pequeña membrana de grupos rezagados a la orilla de la pista de baile.

Las parejas se mueven al ritmo de una música que no es animada ni de lejos, el tiempo transcurre lento al igual que las canciones, se guían bajo el compás de las melodías interpretadas por una banda invisible. Solo hay sombras moviéndose a media luz, pero siento sus ojos  sobre mí cuando pasó a su lado, como si me conocieran, como si ellos supieran el motivo de mi presencia en este lugar.

Repaso una y  otra vez el salón, es infinito, no tardó demasiado en perder la salida y estar completamente inmersa en ese entorno que desconozca, bajo la atenta mirada de los asistentes que  continúan  conociendo más que yo de este extraño episodio. Comienzo a desesperarme, me dirijo a una mesa alejada de la pista y bebo dos copas de vino de golpe, empezando a sentir frío entre tantas personas.

Observo a la gente apartarse rápidamente a los lados de una línea imaginaria que trazo con mi vida al frente, como si estuvieran abriendo el camino para mí, como si esperasen verme desfilar frente a ellos. ¿Para qué? No lo sé. De pronto, todo cobra sentido, porque al fondo de ese pasillo, reconozco una fina silueta inmersa en las sombras. Delineo la línea desde su cintura hasta sus caderas y sé inmediatamente, que no podría ser otra más que Poché.

No distingo su cara, pero conozco su forma de caminar y sus pasos son audibles para mí, a pesar de la música. Conforme avanza, los que está alrededor parecen quemarse al admirarla y yo estoy a punto de caer sobre mis rodillas al contemplar sus ojos verdes, haciendo un perfecto juego con su cabello negro, con los mechones cargados hacia el lado derecho, permitiéndome mirar la piel de su cuello, que parece brillar a la poca luz.

Es tan bella que parece fantasía, mi corazón se acelera un poco más cada vez que da un paso. Quizá he venido a encontrarme con ella, tal vez ella estaba esperando por mí. La distancia se acorta lo suficiente, para a dos metros de mí y conectamos las miradas, que brillan por el solo hecho de habernos encontrados. ¿Cómo llegamos aquí si ella no respondía mis llamadas y yo estaba de rodillas en aquel dormitorio de Opal Hall? ¿Cómo está sucediendo esto si hasta hace unos momentos yo había entrado hecha un desastre en aquel cuarto de paredes blancas?¿ Qué hago en Nueva York?

Inevitable AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora