CANCER

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                                                     Poché

Corría el 29 de Diciembre y las calles eran una locura, resultaba bastante natural que las fiestas de fin de año comenzarán días antes de la fecha importante. Todo era música a volumen insoportable, todos pasaban la noche en estado de ebriedad en el bar más cercano, y otros más recorrían las avenidas en automóvil cantando sus canciones favoritas, los restaurantes reventaban, en Times Square no ca cabía nadie más  y lucía como una fiesta masiva, no se sabía dónde comenzaba, ni dónde terminaba, un verdadero jaleo que quizá podría notarse desde el espacio. Nadie en la ciudad paraba a descansar, nadie estaba agotado de bailar y el bullicio asaltaba los tímpanos apenas al abrir la ventana.

Ella estaba frente a mí, recostada sobre el lado izquierdo de su cuerpo e iluminada por el resplandor que se colaba por la ventana. Ese bendito resplandor me ayudaba a detallar un poco su rostros, hacía brillar de forma sutil y divina aquella sonrisa, y sus ojos avellana se hacían presentes en medio de una habitación casi oscura, como dos pequeñas luces, no tan intensas, pero igual de llamativas. Quedaba claro que nuestra vista no jugaba un papel importante, debido a la poca cantidad de luz, brindamos todo el protagonismo a los demás sentidos, porque podía oler el aroma a jazmín que emanaba de su cuerpo, podía sentir la suave piel de sus manos entre las mías y escuchar cada sonido proveniente de su boca. Claro que para ese punto, ya me había llenado también del sabor de sus besos. Era una de las cosas más bellas de estar con ella, no lograba pasar desapercibida para mí, hacía valer su presencia en cada nivel y cruzaba límites sin quererlo.

Las celebraciones estaban asentadas en las calles de la ciudad, mientras Dani y yo flotábamos en una burbuja, en el quinto piso de un edificio en East Village. Y nada más importaba, todo parecía bastante ajeno a mí, porque todo mi cuerpo estaba pendiente de ella y lo demás sobraba, porque siempre era común no querer arrebatarle mi atención, porque no quería perderme de nada.

¨¿Sabes? Estoy emocionada por ir a Mánchester, pero a veces me dan  ganas de perder el vuelo. Pensar en la vida que he construido aquí y el saber cuánto voy a echar de menor todo esto, me hace querer  rechazar ese intercambio

La seguridad que la caracterizaba se quebraba, no temía mostrarse débil, no temía escupir sus miedos, y aunque podía actuar con determinación en el 99% del tiempo, existían ocasiones, como aquella, en las que necesitaba que mi mano la sostuviera fuerte para recordarle que ahí estaba y que no iba a irme, para convencerla de no renunciar a una oportunidad como esa.

Pude haberle pedido que no se fuera, pude haberle dicho que se quedara conmigo, así, en medio de las sábanas, dejando el tiempo correr mientras la oscuridad nos cubre. Puede haberme aferrado a ella hasta el fin de los tiempos, pero no había manera de ser egoísta con quien se había convertido en lo más importante, no había forma de negarle todo aquello que fuese mejor para ella, por mucho que doliera o por mucho que arriesgara.

¨Yo creo que no hay nada que temer, es natural tener miedo, pero sentirlo es una señal de que estás a punto de hacer algo importante. Lo mereces, yo no podría estar más orgullosa de ti, no se te ocurra rechazarlo, a mí me encanta verte crecer

Y lo decía en serio, mi admiración por ella era infinita, adoraba verla florecer en cada ámbito de su vida y agradecerle por dejarme presenciar ese montón de primaveras.

¨No quiero alejarme de casa ¨

Hablaba con la voz cortada, asustada por las circunstancias, por un futuro totalmente incierto y azaroso que esperaba por nosotras a la vuelta de la esquina. Y yo solo sonreí , enternecida por lo indefensa que se mostraba, y dupliqué la fuerza  en el agarre de nuestras manos, y besé su frente para apagar la tristeza. La pegué a mi cuerpo, y pronuncié aquellas palabras que ahora me pesan sobre los hombros.

Inevitable AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora