TERMINAMOS

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Poché

Alejo me llamó por la tarde para iniciar la conversación más extraña que hemos  tenido alguna vez, en una atmósfera de preocupación, de advertencia e incluso tristeza, demasiado fuera de lugar para las circunstancias actuales. La llamada resultó de lo más inquietante, cada palabra de mi mejor amigo estaba metida y bien planeada, la respiración nerviosa tan típica que solo salía a la luz cuando algo resultaba impredecible. Algo dentro de mi lo decía, ella estaba preocupada por mi y yo ni siquiera sabía que había algo de qué preocuparse.

Opte por preguntar directamente, se excusó tras una operación importante que debía realizar horas después con pocas probabilidades a favor para el paciente, y bien podría haberlo creído, porque no sería la primera vez que lo escucharía así por ese tipo de cosas; sin embargo, siempre existirán esos detalle ocultos que solo una persona que realmente la conoce, podría identificar. Alejo debería saber, a estas alturas, que no puede mentirme. Corté la llamada con suspiro, cerré los ojos tratando de ordenar mis pensamientos y una ligera presión se instaló en mi pecho mientras intentaba hacer mi trabajo.

La sensación me abandonó temporalmente al lograr concentrarme en mi rutina, dándome unas horas de tranquilidad mientras atendía  todos los pendientes. Creí haberme liberado de la terrible ansiedad que se acumulo en mi por no saber que carajo pensar.

Diez minutos antes de la hora acordada con Dani, todo marchaba mejor, porque abrazarla era mi forma de sentir que todo estaba en orden. Verla a los ojos constituía un remedio instantáneo para cualquier cosa, era el mar tan calmo y sereno de alguna lugar situado en el paraíso, incapaz de ser perturbado, un lugar que todos asocian con la paz.

Un punzada atacó mi corazón cuando la vi de pie bajo la lluvia, en un acto de dejadez, porque el agua caía con furia sobre los tejados y el metal de los autos sonaba como si fuera golpeado con piedras, pero a ella no le importaba. Desde las rodillas hacia abajo, su ropa escurría tanto que parecía disolverse. La cazadora cubría lo que restaba de su cuerpo y gracias a la gorra de esta no pude arrancar de raíz mi ansiedad, esta seguía ahí, acechándome y golpeando  con más fuerza dentro de mí, como si intentara decirme algo. Dani camino hasta mí, haciendo saltar el agua de cada charco gracias a sus pasos bruscos, retirándose la cazadora y colocándola sobre mis hombros. Tire  de ella, tomando su mano para correr hacia el auto y en un movimiento igual de brusco que su caminar, mi cuerpo quedó pegado al suyo en menos de un segundo. Aproveché el instante para encontrarme con su mirada tratando de exorcizarme del temor que se apoderó dé mi durante algunas horas.Esperaba encontrar  calma, y sus ojos, al igual que el cielo, estaban hechos tempestad. No pude preguntar nada, su boca ya estaba reclamando la mía con ternura y.. ¿desesperación? Me deje llevar por el beso. Estaba confundida, ¿eran lágrimas las que resbalaban por sus mejillas, o era solo la lluvia y mi mente jugándome una broma?

Al cruzar la puerta principal, me gire para confrontarla. Lo último que mis ojos contemplaron fue el cierre de la puerta con tanta fuerza, que cada pared de la pieza vibró, y observe a una Danila acechándome con una mirada ensombrecida y tan intensa que no puede sostenerla. Se acercó a mí con el sigilo de cualquier depredador y me toma a su antojo, dominándome con astucia y a placer sin que yo pudiera hacer nada. Sus labios besaban puntos exactos de mi cuerpo, sus manos no dejaban de tocarme y al mínimo choque de su aliento con mi piel, mis ojos se cerraba. Sentí el impulso de apoderarme dé ella, pero mis piernas temblaron tanto que terminé siendo una presa fácil. Cada habitación de la casa estaba siendo devorada por el desordenado incendio que constituíamos, Dani me poseía con locura y evaporada con su calor la humedad de la lluvia. Las llamas se extendieron desde el pasillo hasta el salón, y desde el salón a la habitación, dejando un camino de prendas mojadas. El fuego no se extinguió, adquirió más vida al estar completamente desnudas bajo las sábanas. De vez en cuando, percibir el sabor a sal de una lágrima rebelde que había logrado escaparse de ella, y pase de preguntarme el por que de su tristeza a armarme de valor para borrarla de su ser, a besos y caricias. Algo estaba implícito en cada movimiento de nuestros cuerpos, cada una intentaba transmitir algo a la otra,ambas teníamos algo que decir y a la vez, hacíamos el mejor esfuerzo por leernos. No nos bastó una ocasión para disfrazamos, ni dos, ni tres... Perdimos la noción del tiempo y no nos percatamos de cuantas veces repetimos nuestros mensajes y de cuantas veces nos leímos.

Inevitable AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora