JUNTAS DE NUEVO

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                  Poché

Apenas puedo respirar, y agradezco estar en un hospital, porque no puedo asegurar que voy a lograr mantenerme en pie ahora que la veo.

El  libro, que hasta hace unos segundos yacía entre sus manos, cae al suelo. El llanto nos brota como una presa desbordándose. Ella se cubre con la boca con una mano, mientras  que con la otra se sostiene el corazón, como si éste fuera a salir disparado en cualquier momento. Por mi parte, las manos me tiemblan, tanto que quizá deba entregar el girasol en pedazos y sin pétalos, pues unos cuantos ya han caído al suelo gracias al mini sismo que lo agita.

Me acerco lentamente a Calle, todavía sin poder creer que está frente a mí. Apenas puedo sentir las piernas, y trato de concentrarme en cada uno de mis pasos para no tropezar, para no tener que arrastrarme hasta la cama, porque no creo que tenga las energías para ello.

Abandono la flor sobre su regazo y busco un pequeño espacio donde descansar por un momentos, porque mis músculos amenazan con ceder y llevarme al suelo. Calle mueve su cuerpo con rapidez y estira los brazos para recibirme a su lado.

La imito, necesito sentirla, necesito creerme de una vez por todas este instante. Nos acariciamos las mejillas, atrapamos cada lágrima entre nuestros dedos, sonreímos, nos miramos; mis manos comienzan a recorrer sus brazos y sus manos se enredan en mi cuello hasta que logran inclinarme lo suficiente para colocar su frente contra la mía. Pareciera que intentamos reconocernos con el tacto, como si nuestra vista no funcionara en lo absoluto.

Empiezo a sentir alivio, lo que se haya roto dentro de mí cuando la vi perder el conocimiento a unos cuantos metros del área de urgencias del hospital, se ha reparado de forma inmediata al escuchar su voz. Calle deja de llorar, y se limita a mirarme fijamente mientras acaricia con suavidad mis mejillas.

Yo soy todo lo contrario a pesar de la calma, porque incluso viéndola de nuevo con esa lucidez y esa calidez de siempre, no puedo evitar dejar salir el tormento que viví durante horas mientras esperaba noticias. Continúo llorando, desgarrándome sobre su pecho mientras ella acaricia mi cabello.

Lo dejo salir todo. El dolor de ver cómo el brillo de sus ojos se perdía de camino al hospital, saber que su bienestar era cuestión de suerte, la palidez en sus labios, el frío en su piel y la debilidad en su voz ante aquella última frase que se sintió como una estocada.

El dolor no disminuía en la sala de espera, sino que mantenía su intensidad a cada segundo. Se sentía fresco, totalmente nuevo, y muy en el fondo, sabía que así se sentiría para siempre si Calle no lograba salir de esta.

Lloro para liberarme. Este desahogo, me permito experimentar a plenitud la felicidad de sentir su calor otra vez. Me siento agradecida por estar aquí, y afortunada de tener otra oportunidad para amarla y adorarla como quise hacerlo desde siempre. Trato de no abandonarme tanto en sus brazos para no lastimarla, pero a ella no parece importarle, porque me pega más a su cuerpo y besa mi frente de vez en cuando.

C: Cariño, no pasa nada. Estoy aquí, ya estoy bien.

Trata de darme calma con sus palabras, se esfuerza a pesar del nudo en la garganta. Mis lágrimas continúan fluyendo, sin la misma prisa que las anteriores y cada vez menos cargadas de dolor. Pasan los minutos, mientras me empeño en regular mi respiración. Sus manos no se despegan de mi cabello, sus labios rozan levemente mi frente y el frío que ha llegado con la lluvia de esta tarde, apenas se siente gracias a su abrazo.

P: No debiste, Calle. No tenías por que hacerlo, no estaba lista para verte sacrificarlo todo por mí. Pudiste haber muerto. - hablo con la voz apagada, de no ser por que estamos abrazadas, sé que ella no me habría escuchado. Dime que no volverás a hacer algo como eso.

Inevitable AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora