CAPÍTULO PRIMERO

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~Lilith Freya Windsor~

Subía las escaleras al tercer piso mientras las piernas me temblaban y trataba de mantenerme en pie. Nunca me había dado tanto miedo subir  escaleras como en aquel momento.

El edificio había pasado de ser un simple edificio viejo y mal cuidado a ser un lugar sombrío y tétrico en el que debías bajar por el correo con un cuchillo si no querías  que nada malo te sucediera.

Apresuraba el paso mientras la luz de aquel rellano fallaba por momentos, creando un ambiente aún más tétrico.

Corrí escaleras arriba en cuanto el bombillo del segundo piso se fundió por completo y una punzada en el pecho hizo que antes de darme cuenta me encontrara frente a su puerta.

Agitada, sintiendo falta de oxígeno en mis pulmones, y temblorosa, logro dar unos débiles toques en la madera.

Tras unos momentos de pánico y desesperación, la presión en mi pecho disminuyó al escuchar la puerta abrirse.

—Me alegra que haya venido, pero no esperaba encontrarla a punto del desmayo por hiperventilación. —Se apoyó en el marco de la puerta, estirando el brazo invitándome a pasar.

Casi en automático entré en su apartamento y me senté en el primer asiento que encontré. Tratándose de un lugar el cual estoy visitando por primera vez y no conozco al dueño, tengo claro que quedé como una maleducada. Pero sinceramente me sentía al borde del colapso.

—Respire lento, si sigues hiperventilando será peor —me aconsejaba mientras iba a lo que parecía ser la cocina.

Segundos después trajo consigo un vaso con agua. Traté de relajarme, detallando la casa, aunque solo alcanzaba a ver la pequeña sala y una parte de la cocina.

Para tratarse de un edificio tan antiguo como este, su apartamento era de lujo comparado con el resto. Todo estaba ordenado y pulcro. Pensaba que los hombres no limpiaban.

El orden de los muebles y sus colores cuidadosamente elegidos, combinaban a la perfección y refrescaba la vista; gris, blanco, negro y algunos elementos eran celestes.

Una pared blanca, la otra negra y así sucesivamente. Una  mesa cuadrada con dos sillas ubicadas una frente a la otra.

Dos pequeños sofás de color blanco ubicados a mi derecha e izquierda respectivamente.

Está un poco obsesionado con estos colores.

—¿Te sientes mejor? —me preguntó con cierta incomodidad, tal vez por estar mirando su casa de arriba a abajo y ni siquiera haberme presentado.

—Ah, sí. —Me giré hacia él, mirándolo—. Soy Lilith Windsor, la sobrina de su vecino Aaron, del apartamento número dos.

—Me ha hablado de ti. Por cierto, lindo nombre, Lilith —declaró haciendo hincapié en mi nombre.

—Ah, bueno, en realidad es mi primer nombre. Mi nombre completo es Lilith Freya Windsor y vine aquí porque... —Mis palabras se vieron interrumpidas por él.

—¿Nistagmo? —Su interrogante me dejó sin palabras.

—Horizontal. —Sabía que se refería a mis ojos. El nistagmo es el término que se utiliza para describir el movimiento rápido e involuntario de los ojos. En mi caso es horizontal porque se mueven de un lado a otro—¿Podemos sentarnos a la mesa y explicarle el porqué estoy aquí?

—Por supuesto. —Se sentó en una de las sillas y yo lo imité.

—No sé si mi tío le habrá comentado que voy a la Universidad aquí en Londres —Comencé a explicarle —, donde estudio psiquiatría y me interesaba hacerle algunas preguntas ya que usted es psiquiatra.

—No hay problema —habló en un tono calmado.

—¿Por qué decidió comprar este apartamento en Willesden Green, puesto que usted dice ser una persona de clase social alta? —pregunté descaradamente.

—¿Esa pregunta es parte del cuestionario? —interpeló mientras se acomodaba en su silla, colocaba sus codos sobre la mesa, entrelazando los dedos para posteriormente situarlos bajo su mentón. Me miró divertido.

—No, pero...—dudé.

—Contestando a su pregunta —Me interrumpió añadiendo un insignificante movimiento con su mano en mi dirección —, como bien dijo usted, tengo bastante dinero, sin embargo, decidí comprar este apartamento ya que estoy de vacaciones y el bullicio del centro de Londres me tenía loco. Decidí venir a este edificio donde vive gente tranquila y humilde. Así de simple.

—Ah. —No supe que decir.

—¿Cuántos años tienes? —interrogó. Mi mente quedó en blanco.

—Veintiuno —respondí, tratando de volver a la realidad y sonar lo más convincente posible.

—¿A cuál Universidad asistes, Lilith? —Siempre que decía mi nombre me parecía estar siendo juzgada.

—La verdad tuve un mal día y tengo bastante prisa por terminar —dije algo nerviosa, temía no poder cumplir con el objetivo por el cual lo visité.

—No pasa nada, la verdad, yo también tengo cosas que hacer. Estoy algo ocupado con la mudanza —comunicó mientras se levantaba de la silla —. Pero si quieres podemos ir a tomar algo. Así me cuentas tus inquietudes y yo trataré de darles respuesta. —Su tono pasó de ser formal a ser el de una conversación amena entre amigos, lo que me hizo sentir que me estaba acercando aunque sea un poco a mi objetivo.

—Claro, ¿por qué no? —Le ofrecí un pedazo de papel con mi número telefónico en él mientras me ponía en pie.

—Te llamaré en cuanto tenga un tiempo. —Me acompañó hasta la puerta.

—Una última pregunta, y esta no tiene nada que ver con el cuestionario —Adoptó una posición seria, cruzó los brazos, mostrando interés a lo que estaba a punto de decir —¿No se siente asustado de saber que han habido secuestros en el edificio recientemente? Quiero decir, usted se mudó aquí hace escasos días y creo que debería saberlo.

—Si, supongo que es normal tener miedo en una situación como ésta, pero no tanto como para tener un ataque de ansiedad en plena escalera. —Sonrió amablemente en lo que descruzaba los brazos para abrir la puerta.

—Adiós, señor Huntley. —Lo miré a los ojos.

—Llámame Chase, por favor. —De igual manera, sus ojos me atisban de arriba a abajo, cerrando la puerta frente a mí.

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"R"

—Muchas gracias por haber encontrado una nueva vía de ganar. Pero, ¿por qué coño no haces algo por tí mismo? Me dejas todo el trabajo sucio a mi. ¿Es que acaso no te da rabia o celos lo que hago?

—No me importa lo que hagas con tu vida, creo que te lo he dejado bien claro—Su rostro permanecía relajado, el mío continuaba encogido en molestia— .Además, desde ese día te advertí que no estaba de acuerdo, el hecho de que lo esté ahora no significa que te quiera, Raven.

—Deja de llamarme por ese apodo —exijo dando un golpe sobre la mesa.

—¿Por qué discuten? —Ella entró a la habitación.

—No, no es nada. Ven, dame un beso.

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ARTHURDonde viven las historias. Descúbrelo ahora