CAPÍTULO VEINTITRÉS

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Hannibal Grayson

Ok, hay cosas que aún faltan por contar.

Solía ser un chico malo. Demasiado.

Pero eso quedó en el pasado, al menos en parte.

Vivía en Manchester cuando todo comenzó.

Juventud.

La verdad es que antes de la muerte de Ahysen hubo otra que me costó menos superar, porque fui yo el causante.

La muerte de Romy, mi otra hermana. Si, tuve dos hermanas, ambas fallecidas.

Asesiné a Romy a sangre fría cuando quiso contarle a nuestros padres acerca de nuestros encuentros subidos de tono. Ella era una chica calenturienta que se la pasaba en bragas todo el día, paseándose de un lado a otro, mostrando más de la cuenta. Y yo era un adolescente orientado por las hormonas. Crecido con compañeros que eran una mala influencia para mí.

Abusé de Romy unas cuantas veces antes de que ella decidiera decirle todo a nuestros padres, gracias a una chica, a ambos nos gustaba la chica y las peleas fueron interminables antes de decidir matarla. Los hermanos Grayson tuvimos algo en común; la mala reputación y las ganas de hacer daño.

Tras la muerte de Romy, mi madre enfermó mucho, aunque ya acarreaba problemas con la tiroides. Por lo tanto, se fueron a Boston por un mes, tiempo suficiente para fijarme en Ahysen.

Ahysen, hermosa. La versión colorida de mi querida Lilith. Tuvo algo así como un novio, sus malas intenciones se confirmaron cuando éste mismo sujeto la hizo suicidarse.

Y Chase no hizo nada. No la salvó.

A la par que lo de Romy ocurría, mis antiguos amigos delincuentes, se las arreglaron para involucrarme en una especie de apuesta que hicieron con otro bando.

Eran algo más que muchachos conflictivos.

Y todo se debía llevar a cabo en Londres, el violento Londres. Resulta ser que la apuesta envolvía a niños y mascotas. Debíamos elegir una zona poco visitada, una zona donde las desgracias fueran poco vistas y poco investigadas.

Willesden Green fue el blanco perfecto.

Yo realmente no sabía lo que tendríamos que hacer, pensé que sería pintar las paredes de los edificios o robarles el bolso a ancianas. Pero era mucho más que eso.

Viendo de lo que se trataba todo, les dije que no estaba de acuerdo. Les dije que era una locura, que eso ya era pasarse de la raya. Y por haberme quejado me drogaron a mí. Me eligieron como perpetrador de honor.

Degollé a un perro, me llevé a un niño y mis "compañeros" siguieron la apuesta.

La propia culpabilidad me encaminó a las drogas en aquel momento. Una historia demasiado triste.

Soy de las personas que necesitan sentirse motivadas a hacer algo para poder vivir. Primero fue Dylan, quería recuperarlo, aunque sé que lo mejor para él es estar con su madre.

Soy de las personas que necesitan encapricharse con algo para seguir respirando.

Cuando vi a Lilith en el edificio, todos los recuerdos de mi juventud volvieron a mí. Me sentí miserable por no poder ayudarla a ella. Terminaría como mi hermana si no hacía nada.

Pero ahora...no sé que sea lo mejor.

Cada día que pasa solo me demuestra que no soy útil ni para cuidar mis caprichos. A veces siento que sería lo mejor morir. A veces siento que ya lo hice.

Es tan liberador...

Mantengo los ojos cerrados mientras siento una brisa acariciar mi rostro, la ropa aún se siente pesada.

ARTHURDonde viven las historias. Descúbrelo ahora